Capítulo 32. Una coincidencia

El hombre al escucharlos aceptar, dibujó una leve sonrisa.

—Entonces vamos —cuando iba saliendo Stavros los detuvo.

—Es mejor que yo conduzca, tú no has dormido nada y puede ser peligroso.

Cuando caminaron para subirse al auto, Sol corrió y se sentó en el asiento delantero.

—Yo no quiero ir sentada al lado de un hombre tan malo como ese —señaló de manera despectiva la jovencita.

—¿Y nosotros si podemos hacerlo? ¿Por qué tenemos que aguantarlo? —interrogó Esteban molesto.

—Porque a pesar de que es un señor muy mala gente, nos está dando el aventón para ver a la señora Bonita y cómo vamos en su auto, no nos queda más que tolerarlo y aceptar ir junto a él —respondió Andy encogiéndose de hombros.

—Si ninguno quiere viajar a mi lado… pueden irse los tres en el asiento trasero y yo me voy de copiloto, respondió el hombre, la pequeña Sol, no esperó una segunda petición y bajó para sentarse con sus hermanos.

Stavros vio el rostro de tristeza de Kosta, más no dijo nada.

Llegaron a la casa, los
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