Inglaterra.Las puertas del imponente castillo se abrieron con un estruendo que resonó en el frío aire. Caminé con firmeza hacia el interior, sintiendo la presión de miradas inquisitivas y llenas de desdén. Cada paso me acercaba más a mi objetivo, y el odio que sentía era una llama ardiente en mi pecho. Para lograr lo que deseaba, necesitaba la ayuda del único hombre cuyo odio igualaba, o incluso superaba, el mío.— ¡Tú! — rugió Ivar al verme.Durante años, lo había observado desde las sombras, percibiendo su insaciable sed de poder. Pronto entendí que él era el hombre adecuado para lograr lo que anhelaba.— Pensé que me habías olvidado — le respondí con una sonrisa calculada.Él se acercó hacia mí como una bestia herida, sus movimientos reflejaban una rabia contenida.— ¡Me engañaste! — bramó.Sus manos se cerraron alrededor de mi cuello con una fuerza brutal, apretando con la intención de estrangular. Sus palabras eran una amenaza mordaz.— Te mataré, y después la mataré a ella, jun
Grité hasta que mi garganta se rasgó; el dolor que sentía me partía en dos, era insoportable. Mi pecho se sentía vacío, toda mi energía estaba drenada. De repente, un estruendoso trueno resonó en el cielo, un eco del tormento que embargaba mi alma. Miré a mi bebé en mis brazos, su pequeño cuerpo inmóvil, como si el destino mismo hubiera decidido arrebatarme toda esperanza.—No, por favor — supliqué con una voz rota.Todo esto era culpa de aquella maldición. Me levanté de la cama con mi bebé envuelto en mis brazos, mi cuerpo temblando de frío y desesperación. Me dirigí hacia la puerta, abriéndola con manos temblorosas, y avancé por el pasillo que me conducía a la salida. El sonido de la lluvia, torrencial e implacable, se desbordaba a través de las paredes, como si el cielo compartiera mi pena. Cada gota parecía una lágrima del universo, un lamento que resonaba con la tragedia de mi situación.Salí al exterior; el agua fría empapaba mi cuerpo y el de mi bebé, como si quisiera borrarnos
Las brujas estaban allí, sus bocas en movimiento, pero de ellas no salía ningún sonido. Sus ojos se habían tornado de un blanco opalescente, como si hubieran perdido toda conexión con el mundo terrenal. De repente, sombras negras comenzaron a emerger de mi cuerpo, deslizándose como serpientes oscuras. Cada centella de oscuridad que se desprendía de mí era como si me arrancaran la piel con garras afiladas, un dolor insoportable que hacía que mis huesos parecieran romperse bajo la presión de la agonía. El calor de mi hijo se volvió una llama que devoraba mi ser, mientras las sombras se liberaban, formando un torbellino de oscuridad alrededor de mi cuerpo. Los ojos aterradores de Thora me miraron.—Salva a tu hijo —me dijo.Bajé la mirada a mi bebé.—Daría mi vida por tu vida, y hoy entrego aquello que me fue regalado, lo intercambio por ti —le dije y lo besé en la frente.Todo se quedó en silencio, y de la nada, el llanto de mi bebé inundó el lugar. Mis manos temblaban mientras lo sosten
Tiana sostenía al bebé con delicadeza, su mirada llena de amor; ella parecía eclipsada por el bebé. Mientras lo alimentaba, sus ojos brillaban con una mezcla de felicidad y orgullo. Yo, en cambio, sentía un nudo en el estómago, una sensación extraña e incómoda que me impedía siquiera mirarlo. Era como si una barrera invisible me separara de esa pequeña criatura que, de alguna manera inexplicable, había regresado de entre los muertos.—Es hermoso, será igual a ti cuando sea grande —me dijo Tiana con una sonrisa serena.Agaché la cabeza; el silencio entre nosotros se volvió pesado. Mi mente estaba llena de preguntas y temores, me sentía en un huracán.—¿Qué diste a cambio? —le pregunté finalmente, rompiendo el silencio. Sabía que algo tan extraordinario no podía ser gratis; algo debía haberse intercambiado por este milagro.Tiana levantó la vista; sus ojos reflejaban una calma inquietante. Pero yo tenía miedo, tenía miedo de lo que ella fue capaz de dar por la vida de nuestro hijo. En e
Inglaterra, un mes después.Los gritos de agonía de Freidys resonaban por todo el lugar. Había llegado el momento de que su hijo naciera, y yo me sentía extremadamente feliz. Pronto, yo controlaría a los dos últimos Imperials, y con ellos, dominaría el mundo entero.Entré a la habitación donde ella estaba. Freidys me miró con desesperación y me gritó que me largara, pero no moví ni un músculo.—Deja de gritar, o tu dolor se multiplicará —le advertí con frialdad.Ella miró hacia la puerta con ojos suplicantes, y yo sonreí con malicia. Me acerqué y me senté a su lado, disfrutando del poder que tenía sobre ella.—Ivar no vendrá, y tu hermano no tiene permitido entrar aquí —le dije con calma.Sus lágrimas comenzaron a fluir con más intensidad, y su cuerpo temblaba de angustia. Con una mano temblorosa, intentó apartar la mía cuando acaricié su vientre, su mirada llena de rabia y miedo.—Aléjate de mi hijo —me advirtió, su voz quebrada por el dolor y la desesperación.Sonreí un poco, disfru
Un año después.La risa de mi hijo resonaba por todo el bosque. A él le encantaba acompañarme a recoger algunas hierbas. Aunque su padre deseaba enseñarle sobre espadas, mi bebé prefería mil veces estar aquí, rodeado de la energía de la naturaleza. Me encantaba verlo andar por el lugar, explorando.—Kieran, cariño, ven con mamá —lo llamé.Se levantó del suelo y corrió hacia mí con torpeza. Lo abracé con fuerza y le di un beso en la mejilla. Kieran era especial, muy especial, y sabía que debía cuidarlo con mi vida.Recogí la canasta con las hierbas y me puse en pie con mi hijo en brazos. Caminé lentamente hacia casa, pero al acercarme, escuché un bullicio. Aceleré el paso y vi a las personas un poco alteradas.Hakon corrió hacia mí y me arrebató a Kieran de los brazos. Se veía muy alterado, y eso era muy extraño, ya que Hakon era muy calmado.—Barcos ingleses, muchos de ellos han arribado en las costas. Eirik ha ordenado llevarlos a un lugar seguro —me dijo.Mi corazón empezó a palpita
Cuando la luna estuvo en lo más alto, me levanté de la cama. Eirik y Kieran estaban profundamente dormidos. Salí de la habitación con cuidado y dejé la casa, necesitando desesperadamente hablar con Thora y las demás. Sabía que sola no podría enfrentar a Gytha.Me adentré en el bosque hasta llegar al centro de un claro. Me arrodillé y cerré los ojos, llamándolas en silencio. Después de un momento, todos los sonidos del bosque se detuvieron. Abrí los ojos y las sombras negras se encontraban alrededor de una fogata. Una de ellas se acercó a mí hasta materializarse.—Ella ha comenzado —le dije a Thora con desesperación en la voz.Su expresión no cambió, solo asintió con la cabeza.—Lo sé, pero no podemos hacer nada. Ha sacrificado a todas las almas que la seguían; su cuerpo se ha materializado —respondió Thora.Me levanté de un salto, la incredulidad y la furia se mezclaban en mi interior. Si ella ya lo sabía, ¿por qué me lo había ocultado?—¿Los míos están en peligro y no me lo dijiste?
Inglaterra.El niño lloraba desconsoladamente mientras Ivar lo golpeaba como si fuera un animal salvaje. Y eso era lo que quería de él: que se convirtiera en un animal, uno leal que nunca mordiera la mano que lo alimentaba.—Ma-ma —lloriqueó el pequeño al verme, sus ojos llenos de lágrimas y miedo.Me acerqué con calma, apartando a Ivar.—Me molesta verlo —dijo Ivar de mal humor.El niño caminó hacia mí, extendiendo sus pequeños brazos en busca de consuelo.—¿Te duele, pequeño animalito? —le pregunté, mi voz suave y cálida mientras me agachaba a su nivel. Él asintió con la cabeza, sus lágrimas mezclándose con la sangre en su rostro hinchado.—Es desobediente y altanero —gruñó Ivar, claramente frustrado.Abrí mis brazos y el niño, temblando pero esperanzado, se lanzó hacia mí. Lo rodeé con mis brazos y limpié la sangre de su cara con mi mano. El pequeño animalito no dejaba de llorar.—Debes quererme mucho, pequeño animalito. Soy la única que te protegerá, lo entiendes, ¿verdad? —le sus