21

Eirik no regresó a la habitación, y eso de alguna manera me tranquilizó un poco. Si él estaba a mi alrededor, yo no iba a poder resistirme mucho tiempo a su toque. Aunque luchara con todas mis fuerzas, sabía que tarde o temprano iba a ceder.

A la mañana siguiente me desperté con el ruido de gruesas voces. Salté de la cama rápidamente y me acerqué a la puerta. La abrí con cautela y salí. Caminé siguiendo las voces hasta que llegué a una habitación. La puerta estaba entreabierta, así que pude mirar sin problemas. Allí había dos hombres atados con gruesas cadenas; ambos se veían muy lastimados.

—No deberías estar aquí.

El aliento de la persona detrás mío se estrelló en mi cuello. Tragué en seco y me giré lentamente. Un par de feroces ojos grises me estaban mirando.

—Ya me iba —le dije.

Traté de huir, pero él me agarró del brazo y lo impidió.

—Soy Knut, el hijo del hombre que asesinaste —me dijo.

Las piernas empezaron a temblarme. Sabía que me iban a hacer daño.

—Solo me defendí —le dije.
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