Él es mi... predestinado

Phoenix se despertó sobresaltada, su cuerpo empapado en sudor, su mente aún invadida por los recuerdos de la brutal batalla que Pryo libró contra Mastiff. El olor metálico de la sangre aún parecía flotar en el aire, y la sensación del impacto de las patas de Pryo aplastando a Mastiff contra el suelo resonaba dolorosamente en sus músculos. Casi podía escuchar el sonido de los huesos de Mastiff rompiéndose bajo el peso de Pryo, cada crujido, cada gemido ahogado de él, grabados en su mente como cicatrices.

Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en sus aposentos. La habitación ahora le parecía un lugar extraño e incómodo. La oscuridad de las pesadas cortinas contribuía a la atmósfera sofocante. El cuerpo de Phoenix se sentía pesado, como si cada miembro estuviera hecho de plomo. Intentó mover el hombro y sintió un dolor agudo. Miró hacia abajo y vio un vendaje cubierto por una mancha de sangre seca. Instintivamente, arrancó el vendaje con un tirón firme, sus dedos temblando. La
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