Valeria tenía la cabeza tan enterrada entre los diseños que apenas se dio cuenta de que Oli estaba embobada mirando los dibujos.
—Val, esto es increíble… —murmuró con los ojos brillantes por la emoción.
Valeria levantó los ojos y sonrió.
—¿Te gustan?
—¡Jamás había visto diseños como estos! Son tiernos pero… sexys… ¿es siquiera posible? Digo… ¡una se sentiría virginal y mala con esto!
—Sí, esa es la idea —le explicó Valeria.
—¿Sabes que el CEO va a colapsar cuando vea esto? —le advirtió Oli.
—Bueno… si cae muerto en medio de la reunión nos ahorraremos muchos dolores de cabeza —se burló Valeria—. Quizás debí hacerlos más descarados…
Las dos rieron y Oli le avisó que la reunión estaba a punto de comenzar.
Valeria había pasado la semana encerrada en su cubículo y Nick Bennet se había pasado la semana hecho una fiera porque no conseguía bases legales para despedirla. Se habían evitado todo lo posible, pero había llegado el momento de presentar los diseños en la reunión y no quedaba más remedio que asistir.
Se sentó en la sala de juntas en el asiento más alejado posible y como siempre, iniciaron con la línea masculina. El estilo en general de aquel estudio era sobrio y elegante. Aunque la línea femenina se destacó por algunos diseños veraniegos muy casuales que a todos le gustaron mucho.
Finalmente llegó el turno del departamento de lencería y Valeria abrazó su carpeta de diseños con emoción. Había trabajado tanto en aquella pequeña colección que apenas había dormido. Estaba agotada, pero había valido la pena. Era una colección de juegos de brasier, tanga, liguero y medias para recién casadas, tierna y sensual, en colores que iban desde el blanco hasta el fucsia.
Podía ver a muchos diseñadores sonreír con curiosidad mientras hacía la presentación de las telas, los patrones, los bocetos.
—¿Qué se supone que es esto? —la interrumpió Nick de pronto y el silencio en la sala fue abrumador.
—Es una colección para “Noches de Bodas”… —intentó explicar Valeria, pero Nick no la dejó seguir.
—¿Y le parece que haya alguna novia que quiera ponerse algo tan vulgar como eso? —la regañó frente a todos y Valeria tragó en seco porque tenía más de treinta pares de ojos sobre ella.
—Estos diseños no son vulgares, son hermosos —se defendió—. Son tiernos como para que sean usados por una novia, y son lo suficientemente sensuales como para que a su marido le den ganas de acostarse con ella, porque por si no lo sabe, esa es la finalidad de una noche de bodas.
Los murmullos muy bajos recorrieron la sala y estaban los que la miraban con lástima y los que la veían con admiración por atreverse a hablarle al CEO de aquella manera.
—Pareciera que usted no ha entendido el concepto de este estudio de diseño, señorita Williams —dijo Nick con un acento de desprecio, levantándose de su silla y acercándose—. Somos un estudio serio, nuestras colecciones se hacen pensando en mujeres elegantes, sofisticadas… ¡no en strippers!
Lanzó los diseños sobre la mesa como si no fueran nada, y a ella se le encogió el corazón solo de pensar en todo el esfuerzo que había puesto en esos bocetos.
—Pues incluso a las mujeres sofisticadas les gusta sentirse sexys, se lo aseguro —replicó Valeria—. Las personas no somos en blanco y n3gr0, señor Bennet. Hay muchas mujeres elegantes que se sentirían muy bien usando estos diseños…
—¿Y usted cuando tuvo tanto tiempo para convivir con mujeres elegantes, señorita Williams? —se burló Nick, humillándola delante de todos—. Porque si recuerdo bien su expediente laboral, usted viene de una universidad pública…
Valeria sintió un nudo en la garganta y se puso colorada. No se guardaba su educación como un secreto, pero últimamente la sentía como un estigma, y que el CEO la usara para avergonzarla frente a sus compañeros la hacía sentir pequeña, indigna del trabajo que hacía. Apretó los dientes para aguantarse las lágrimas y Nick, viendo que había encontrado su punto débil, no se detuvo.
—Estos diseños son mediocres, y la forma de pensar que los elaboró debe serlo también. La elección de las telas es pobre, los escotes son anticuados y… No tienen nada elegante, nada refinado. Dígame una cosa: ¿Qué crees que pensará un hombre cuando vea a su mujer con un brasier tan vulgar como este? —preguntó con sorna.
—¡Pues no sé, dígamelo usted, que se pasó diez minutos mirando al mío hace una semana! —contratacó Valeria sin poder contenerse, señalándose la blusa. Un día iba a morir por la boca, pero no podía dejarse maltratar de aquella manera, y disfrutó que Nick se pusiera lívido como un papel—. ¿O era que me estaba mirando los pechos en lugar del diseño del brasier, señor Bennet?
Nick ni siquiera tuvo que ordenarlo. Los diseñadores se levantaron como un rebaño espantado de ovejas y salieron corriendo de la sala de juntas. ¡Allí iba a explotar la siguiente bomba atómica y todos podían sentirlo! Los murmullos iban de la risa a la indignación, pero a Valeria no le importaron, de todas formas ya Nick la había humillado lo suficiente, lo que pensara el resto de los diseñadores para ese momento la tenía sin cuidado. Él, en cambio, parecía al borde de un ataque de ira.
—¡A mi oficina! ¡Ahora! —rugió entre dientes, saliendo de allí.
—No me diga… —replicó Valeria, incapaz de quedarse callada.
Recogió sus diseños y lo siguió a la oficina taconeando con fuerza.
—¿Cómo se atreve? —Nick la sacudió apenas cerró la puerta, tomándola con fuerza del brazo.
—Si valora sus genitales, le sugiero que me suelte —respondió Valeria tensando el cuerpo y mirándolo a los ojos—. No sé a qué clase de mujeres está acostumbrado, pero yo no soy de las que se deja maltratar.
Nick la soltó con un gruñido.
—¡Lo que acaba de hacer es una falta de respeto mayúscula! Claro motivo de despido…
—¿Y qué esperaba? ¿Qué me dejara insultar por usted delante de todos? —preguntó Valeria—. Si no le gustaban los diseños, para eso está su oficina, me hubiera llamado y me lo hubiera dicho. No me molesta que me corrijan, pero los líderes no humillan a sus empleados públicamente.
—¡¿Ahora también va a decirme cómo hacer mi trabajo?!
—Ni siquiera parece que esté haciendo uno.
Nick se acercó a ella peligrosamente pero Valeria no dio un solo paso atrás. Estaban a menos diez centímetros, los dos respiraban con rabia, era más que evidente que no se toleraban y aún así a Valeria le temblaron los labios sobre los dientes apretados y Nick no pudo evitar desviar la mirada hacia su boca.
—Esa colección es una b****a… —gruñó bajando la cabeza y desafiándola con la mirada.
—Su opinión para mí no es relevante —replicó Valeria.
—Soy tu jefe…
—Pero no es un hombre. —La expresión de Nick se volvió una máscara furiosa—. Todavía no conozco a un hombre al que no le gustaría ver a una mujer en lencería sexy.
—No todos los hombres necesitan una puta en su cama —replicó Nick con una sonrisa de desprecio—, pero no te discuto lo de que conozcas a muchos hombres.
Dio un par de pasos atrás, riendo son sorna y la miró de arriba abajo como si fuera un pequeño insecto.
—¿Disculpe? —Valeria arrastró las letras de la indignación.
—Bueno… se nota que eres una coqueta, no tienes mucha vergüenza al punto de que no te molesta desnudarte en un baño frente a un extraño y tu hija…
El rostro de Valeria se llenó de consternación.
—¡¿Qué tiene que ver Alice en esto?!
—Bueno… para lo joven que eres, tener una niña de esa edad sin estar casada… me imagino que debes haber sido una revoltosa cuando eras una chiquilla —la atacó él—. Al menos debiste casarte luego… digo para cubrir las apariencias, porque lo demás de tu carácter es imposible de esconder.
A Valeria le importaba poco que creyera que Alice era su hija, pero escucharlo hablar así era como si hablara de su madre, que la había tenido a ella, sola, siendo una jovencita.
—Nadie tiene derecho a juzgar la situación en que una mujer tiene a sus hijos, menos un hombre… ¡Y menos un hombre como usted! —replicó con fiereza—. ¡No le voy a permitir ni una ofensa más!
—¡Y yo no voy a aceptar amenazas de mujeres fáciles!
El sonido fue seco. Seco, duro, y resonó en toda la oficina. El rostro de Nick se volteó de aquella bofetada, y cuando se giró airado se encontró con unos ojos furiosos y llenos de lágrimas.
—Tú no sabes lo difícil que puedo llegar a ser —dijo ella con rabia, tuteándolo por primera vez.