Capítulo 0004

Iba a explotar. Nick no cabía en su traje de la impotencia que llevaba. Aquella muchacha era una atrevida… ¡Y lo había dejado nada menos que con la palabra en la boca! ¡A él!

Fue a su escritorio y presionó con furia el botón del teléfono.

—¡Oli! —aquel grito en el intercomunicador hizo saltar a la muchacha en su asiento.

—¿Sí?

—¡Páseme el contrato de Valeria Williams ahora mismo!

—Enseguida, señor.

Lo que Oli se encontró cuando abrió la puerta de la oficina fue mucho peor que un león enjaulado, así que dejó el contrato y salió casi corriendo.

Nick estaba echando humo por las orejas. ¡Aquella fresca… desvergonzada… descarada…! ¿¡Cómo se atrevía a amenazarlo con demandarlo!? Es que la quería ahogar con sus propias manos… así… alrededor de ese cuello… justo arriba del pecho… ese pecho…

«¡Carajo, Nick, contrólate!», se regañó internamente, sentándose con calma, mucha calma, a revisar aquel maldito contrato. Diez minutos después su grito volvió a sonar en el intercomunicador:

—¡Oli!

—¡Aaaah! —La chica tiró el café por el aire del susto—. ¿Qué… qué pasa, señor?

—¡Llame a mi madre! ¡Dígale que necesito reunirme con ella ahora mismo!

—Cla-claro, señor.

Cinco horas después Nicholas Bennet, Nick, Nicky, no había trabajado nada, había hecho un trillo en su oficina y finalmente había salido como un tornado. Sin lograr una respuesta de parte de su madre, prefirió irse temprano o de lo contrario terminaría haciendo una estupidez.

Al menos eso le dio el día a Valeria para relajarse, conocer mejor al resto de sus compañeros y darse cuenta de que nadie le prestaba verdadera atención a los pocos que se ocupaban del departamento de lencería.

Llegó lista para la batalla al día siguiente, pero para su sorpresa el CEO había trasladado sus reuniones de ese día hacia uno de los centros de elaboración, así que no tendría que encontrarse con él. Así era mejor, podría diseñar y luego llevar a Alice al cumpleaños de su amiguita.

Nick, por su parte, pasó la noche mal, las reuniones peor, y a las cuatro de la tarde salió en persecución de su madre por toda la ciudad. Layla era una mujer excéntrica por decirlo de una forma agradable. A cada sitio que llegaba le anunciaban que ya se había ido, hasta que finalmente, casi anocheciendo, consiguió que le respondiera una llamada.

—¿Te mataría hablar conmigo? —le preguntó con frustración.

—Eso depende de sobre qué quieras hablar —respondió Layla—. Voy a mandarte mi dirección. Te espero.

Nick miró al techo del auto mientras hacía acopio de paciencia y conectó el celular al GPS del coche para que siguiera la dirección que le había mandado. Si ya estaba enojado, cuando detuvo el coche frente a un Burger King, por poco le da un infarto en toda regla. Entró esquivando las carreras de los niños que reían por todo el lugar y sobre todo a un par de payasos que sabía Dios por qué estaban ahí.

—¿Me quieres decir qué rayos hacemos aquí? —protestó Nick sentándose frente a su madre, que parecía una figura anacrónica dentro de aquel restaurante, con un vestido de coctel y tacones de aguja.

—Tenía ganas de comerme una hamburguesa. ¿No tengo derecho? —preguntó Layla subiendo los hombros.

—Escucha, esa chica nueva que contrataste, la quiero fuera de la empresa —descargó sin rodeos.

—¿A Valeria? ¿Por qué? ¿Has visto sus diseños? ¡Son fantásticos!

—¡No me importan sus diseños…!

—¿Cómo no? Diriges una compañía de diseño… ¿qué otra cosa te puede importar? —preguntó su madre con tono inocente.

—¡Es una mujer muy desagradable! —gruñó Nick, empujando lejos de sí la bandejita con la hamburguesa y las papas que su madre había comprado para él también.

—Pues a mí me pareció una chica muy agradable… pero si no te gusta puedes decirle ahora mismo que la despides —Layla se encogió de hombros y Nick arrugó el entrecejo, sin entender lo que quería decir, hasta que diez segundos después vio entrar a Valeria por la puerta de aquel restaurante.

Le hubiera gritado a su madre que si le había tendido una trampa, pero verla llegar con una niña pequeña de la mano fue demasiada impresión para él. Valeria se veía muy joven, de veintidós, quizás veintitrés años, y aquella niña parecía de cinco o seis.

Ella se quedó paralizada en la puerta cuando los vio, pero Alice tiró de su mano al ver a su amiguita.

—Mamá ¿puedo ir con Amy?

Valeria la miró un poco nerviosa. Alice siempre le decía “mamá” cuando estaban frente a otros niños. En la primera escuela donde la había inscrito los niños la trataban diferente por ser huérfana, así que cuando había comenzado en la primaria, Alice había empezado a llamarla “mamá” para sentirse igual que los otros. Al principio a Valeria le había molestado que los otros chicos fueran crueles solo por eso, pero finalmente había entendido que eran niños, no adultos pequeños, así que no podía juzgarlos de la misma manera. Para ella Alice podía llamarla “abuela” si eso la hacía feliz.

—Sí mi vida, ve —accedió entregándole el regalo para Amy.

Respiró hondo y se acercó a la mesa donde estaban sus jefes.

La sorpresa de Nick se convirtió en comprensión y luego en disgusto. Valeria le había dejado claro que no tenía pareja, no era raro que fuera una mamá soltera. Después de todo era normal para las mujeres como ella tener hijos fuera del matrimonio. ¡Fuera Dios a saber si sabía siquiera quién era el padre de la niña!

—Señores Bennet —saludó Valeria. Layla le dio la mano y Valeria ni siquiera se molestó en extendérsela a Nick.

—¿Nos estás siguiendo? —le gruñó Nick ante el desplante.

—Por si no se ha dado cuenta, se está celebrando el cumpleaños de una niña, y yo vine a traer a la mía. Aquí el que está completamente fuera de lugar —dijo señalando alrededor y luego a él—, es usted.

—¿Y mi madre no? —replicó Nick solo para molestar.

—La señora Layla se vería bien hasta sobre una bicicleta. ¿Si sabe usted lo que es? ¿Esa cosa con dos ruedas en la que andamos los pobres… y los que comemos en Burger King? —lo provocó ella viendo que había alejado la comida.

Tomó una de sus papas fritas y se la llevó a la boca con un gesto sugerente.

—Señora Layla, un gusto verla. Señor Bennet… no se indigeste —se despidió con una sonrisa maliciosa y fue a reunirse con Alice y las otras mamás del cumpleaños.

Nick no pronunció palabra mientras se marchaba. Iba en jean, sandalias muy bajas, blusa con la espalda afuera y el cabello recogido en una coleta muy traviesa. ¡Era una coqueta de lo peor!

—¿Tú sabías que iba a venir? —acusó Nick a su madre.

—Quizás… a lo mejor la escuché mencionarlo… no recuerdo —respondió su madre con despreocupación.

—¡Esa mujer es peligrosa! ¡Me amenazó con demandarme!

—¡No puede hacer eso! —exclamó Layla con indignación.

—¡Nada menos que por despido injustificado! —añadió Nick, furioso.

—Ah, bueno… eso sí puede hacerlo —dijo Layla encogiéndose de hombros—. A menos que la hayas encontrado desnuda sobre tu escritorio, no hay razón para que la despidas. ¡Es una excelente diseñadora!

—¡Ay por favor! Estudió en una escuela pública…

—Asegúrate de no recordarle eso o te irá peor que a mí —le advirtió su madre, pero la frustración de Nick solo crecía con aquella conversación así que se levantó sin siquiera despedirse.

Caminó con determinación hacia donde estaba Valeria y la levantó de la silla tirando de su brazo. Valeria lo siguió a tropezones, con expresión sorprendida mientras la empujaba dentro del único baño del restaurante y entraba detrás. Y de repente Nick se encontró a menos de medio metro de Valeria y miró alrededor dándose cuenta de que apenas podían moverse.

—Este es un baño de Burger King de barrio, señor Bennet —siseó—. Aquí a duras penas hay espacio para hacer lo que se viene a hacer… La pregunta es: ¿Usted qué me trajo a hacer aquí, señor Bennet?

—¿Tú qué te traes con mi madre? —le gruñó Nick con voz amenazante y Valeria apretó los puños.

—Yo no me traigo nada con su madre. Yo vine aquí a un cumpleaños —respondió con rabia—. Y no me está gustando particularmente la idea de que me acose.

—¿Qué yo te acose? —se burló Nick— ¿Yo por qué diablos acosaría a una mujer como tú?

—Pues que me moleste en el trabajo es una cosa, señor Bennet, pero no estamos en la empresa y usted me arrastró a este lugar delante de todo el mundo —respondió Valeria con gesto desafiante—. ¿Qué le parece si grito y vemos si los que están afuera piensan o no que me está acosando? ¿Qué publicará la prensa si alguien dice que el honorable CEO de Bennet Design encerró a una de sus empleadas en un baño público?

—¡Nadie creería eso!

—Entonces vamos a comprobarlo…

Abrió la boca y tomó aire para gritar… y de repente tenía la palma de Nick sobre sus labios y la estaba aplastando con su cuerpo contra una de las paredes.

—¡Ni se te ocurra! ¿Te volviste loca? —la regañó duramente, hasta que se dio cuenta de que podía sentir todo el cuerpo de Valeria contra el suyo, su respiración entrecortada, sus pechos, la curva peligrosa de sus caderas… y no pudo evitar que su respiración se acelerara también al tenerla tan cerca.

Fue quitando la mano poco a poco y vio que sus labios temblaban. Casi parecía indefensa. Casi. Pero aquella mirada era un arma de destrucción masiva. Nick sintió aquel deseo hirviendo dentro de él y se echó atrás mientras ella respiraba pesadamente.

—Te voy a pagar para que te vayas —dijo con fiereza y la mirada de Valeria se llenó de determinación.

—Le aseguro que un día no muy lejano, va a querer pagarme para que me quede.

Y aquello le sentó a Nick como el peor de los retos.

—Veremos mañana… veremos…
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