Caminar hacia el altar del brazo de su padre era lo que toda niña soñaba de pequeña… pero a los gemelos eso no les importó. Cada uno se apostó en un tramo del pasillo y reclamaron llevarla. Andrew se la entregó a Richard, Richard se la entregó a Elliot, y Elliot se la entregó a Nick. —Literalmente
Ocho años después. Alice entró en el despacho de su padre y lo vio sentado frente a la venta, taciturno y preocupado. —¿Papá? ¿Estás bien? —le preguntó acercándose. —¡Hola mi vida! ¡Qué temprano saliste de la universidad! —le sonrió Nick, abrazándola—. Pensé que tenías examen final. Alice había
Alice se dejó caer de nuevo en el sofá y lo miró con un puchero inconsciente mientras su papá le sonreía. —Solo no quiero que salgas lastimada. —Si salgo lastimada harás lo que hacen todos los padres: me comprarás helado y hablaremos mal de él —replicó Alice—. Pero mientras tanto sigue siendo mi d
LA PEQUEÑA REVOLTOSA DEL CEO Un libro de Valeria Adams Bestseller del New York Times Número uno en el ranking de ventas por doce semanas. El anuncio aparecía en la enorme pantalla detrás del set de grabación. Una maquillista se ocupaba de alistarla y la periodista se reía a su lado, porque eran
CIERRE de la serie PASIONES TORMENTOSAS, que incluye los libros: La pequeña Revoltosa del CEO, Baby, Amor rebelde, (Trilogía) Vale todo, ¿Tuya o mía? QUINCE AÑOS DESPUÉS DE LOS HECHOS NARRADOS EN LA PEQUEÑA REVOLTOSA DEL CEO. Valeria se miró delante del espejo y se le escapó un puchero al ver la
—Pues claro que sí, ¿cómo no? —exclamó Layla riendo—. Nos vemos mañana, entonces. —Sí, nos vemos mañana —respondió Baby por teléfono antes de colgar. Connor y Baby llegaron al aeropuerto a la mañana siguiente para esperar al avión privado que venìa desde California. —¡Dios! Parecemos niños nervio
—¿Estás emocionado? —preguntó Nina. Después de todo hacía varios meses que Jake no veía a sus mejores amigos. —¿Emocionado? Sí. ¿Asustado? ¡También! —confesó—. ¡Aaron va a pelear en la jaula! ¿Cómo se me ocurrió dejarlo hacer esa estupidez? Nina sonrió con dulzura y lo abrazó con fuerza. —Sabes q
Se enfrascaron en conversaciones más serias mientras fuera de aquel despacho se seguía acabando el mundo. —¡Eso, dale con la silla! ¡Con la silla! —gritaba una voz apasionada junto a la jaula del gimnasio y Aaron descargó una patada contra el costado del Diablo Rivera que lo mandó contra la malla.