Se enfrascaron en conversaciones más serias mientras fuera de aquel despacho se seguía acabando el mundo. —¡Eso, dale con la silla! ¡Con la silla! —gritaba una voz apasionada junto a la jaula del gimnasio y Aaron descargó una patada contra el costado del Diablo Rivera que lo mandó contra la malla.
Valeria suspiró con amargura, viendo cómo Alice jugaba sola en la mesa más alejada del restaurante, en una esquina que casi nadie usaba. —Val, ya deja de pensar —su amiga Emma se acercó a ella y la abrazó con un suspiro—, Alice va a estar bien. —Eso dice ella, pero tiene seis años, ¿qué puede sabe
Valeria sonrió de medio lado. Su madre se había encargado de convertirla en una mujer fuerte, aunque a veces, como aquella, no midiera sus palabras. —Déjeme ver si entiendo, señora Bennet. Esto es para usted… ¿qué? ¿Una apuesta contra su hijo… o conmigo…? —preguntó. —No, querida, ¡este es un inten
Decir que había sido bochornoso para Nicholas Bennet salir del baño de mujeres de la cafetería de su empresa sin camisa, solo con el saco y cara de asesino en serie, era poco. Había resistido la tentación de destrozar su oficina, porque al final la pobre oficina no tenía la culpa de que existieran
Iba a explotar. Nick no cabía en su traje de la impotencia que llevaba. Aquella muchacha era una atrevida… ¡Y lo había dejado nada menos que con la palabra en la boca! ¡A él! Fue a su escritorio y presionó con furia el botón del teléfono. —¡Oli! —aquel grito en el intercomunicador hizo saltar a la
Valeria tenía la cabeza tan enterrada entre los diseños que apenas se dio cuenta de que Oli estaba embobada mirando los dibujos. —Val, esto es increíble… —murmuró con los ojos brillantes por la emoción. Valeria levantó los ojos y sonrió. —¿Te gustan? —¡Jamás había visto diseños como estos! Son t
Hubiera sido una mentira decir que no le había dolido la bofetada, tenía la manita pesada aquella pequeña revoltosa, pero las lágrimas corriendo por sus mejillas causaron un impacto mayor en él. Eran lágrimas de rabia sincera y silenciosa, de la que se desbordaba y destruía lo que tenía delante, y l
Nick cerró los ojos y espiró hondo. —Ven, vamos a sentarnos —le dijo con suavidad—. Como dices, podemos pelearnos después, pero ahora hay cosas más importantes. Valeria no dijo nada, solo se dirigió hacia uno de los asientos y rellenó aquel formulario que se sabía de memoria. No habían pasado ni