Nick tragó en seco y sus labios se convirtieron en una línea fina. No podía aceptar la atracción que sentía por aquella mujer. La necesidad tan grande que le provocaba y el vacío que lo hacía sentir, como si el mundo fuera un pozo oscuro y frío cuando ella no estaba. —Por favor páseme la factura p
Valeria se sentó en su oficina, de cara a su pequeño ventanal, por donde podía ver el cielo. A la izquierda, sobre una de las extensiones de su escritorio, estaba una foto de su madre, su hermanita y ella. Se veían felices las tres… muy felices. Habían sido tiempos más felices. No podía decir que t
Parecía que estaba hablando con alguien que no le provocaba ni la más ligera de las emociones, y eso frustraba todavía más a Nick. —¿Las tiene aquí? —casi le gruñó, pero la respuesta de la muchacha fue tan inexpresiva como las anteriores. —Claro, señor, aquí están. Le pasó una carpeta con seis bo
Valeria jamás había estado en un desfile para distribuidores, pero era evidente que se consideraba un evento muy importante, porque veinticuatro horas antes pusieron un enorme reloj marcador en medio de la sala de descanso del Estudio de Diseño y comenzó el verdadero revuelo. Las modelos iban de un
Le ofreció su brazo y Valeria sonrió de medio lado, sin mirar a Nick. Casi podía sentir su rabia mientras se colgaba del brazo de Andrew Davies, y lo guiaba dentro del salón de la pasarela. Le mostró los asientos que estaban destinados para ellos, y estaba a punto de irse a su lugar cuando el señor
—De nada, señor Bennet, siempre es un placer ayudar —respondió Valeria con ironía—. Pero todavía no puedo irme, el señor Davies me dijo que quería hacerme unas preguntas así que no me puedo marchar todavía, sería muy descortés. —¿Escuché mi nombre?... ¡Nick! —exclamó Andrew llegando junto a ellos y
Richard golpeó el pecho de Elliot mirando el corsé. —¡Eso es lo que quiero! —exclamó ante el asombro general. —¿El qué? ¿A la chica o al corsé? —preguntó Elliot pensando en voz alta. —¿Se puede a los dos? —Richard levantó una ceja mirando a Valeria pero era evidente que estaba haciendo una broma
Nick la soltó con un gruñido y… sonrió. Con una sonrisa de esas que a Valeria le heló la sangre. —Termina lo que viniste hacer. Y luego tú y yo vamos a hablar —sentenció el CEO antes de retirarse con suavidad—. Y ponte de nuevo la maldita blusa, que esto no es un club nudista. Valeria tragó en se