—De nada, señor Bennet, siempre es un placer ayudar —respondió Valeria con ironía—. Pero todavía no puedo irme, el señor Davies me dijo que quería hacerme unas preguntas así que no me puedo marchar todavía, sería muy descortés. —¿Escuché mi nombre?... ¡Nick! —exclamó Andrew llegando junto a ellos y
Richard golpeó el pecho de Elliot mirando el corsé. —¡Eso es lo que quiero! —exclamó ante el asombro general. —¿El qué? ¿A la chica o al corsé? —preguntó Elliot pensando en voz alta. —¿Se puede a los dos? —Richard levantó una ceja mirando a Valeria pero era evidente que estaba haciendo una broma
Nick la soltó con un gruñido y… sonrió. Con una sonrisa de esas que a Valeria le heló la sangre. —Termina lo que viniste hacer. Y luego tú y yo vamos a hablar —sentenció el CEO antes de retirarse con suavidad—. Y ponte de nuevo la maldita blusa, que esto no es un club nudista. Valeria tragó en se
Andrew miró a sus hijos, que se veían bastante entusiasmados. —Nick, Layla, si no les importa, me gustaría poder hablar con mis hijos un momento —les pidió amablemente a sus anfitriones y estos se retiraron enseguida. Andrew se sentó frente a Richard y Elliot, sus muchachos aunque ya tenían casi t
—Bien, estamos de acuerdo —aceptó alargando el brazo por encima del escritorio y tanto Elliot como Richard le estrecharon la mano. —Es un trato entonces. Redactaremos los términos del contrato en cuanto sepamos la respuesta de Valeria —aseguró Elliot. —¿De Valeria? —El rostro de Nick se ensombreci
Poniendo de lado el incidente del señor Davies, que se había ido de su oficina un poco nervioso, Valeria sentía que el resto había salido perfecto. Layla estaba encantada, y las había invitado a ella y a Oli a tomar algo después para hablar sobre un cambio de Oli hacia el departamento de Corte y Cos
—¡Valeria…! ¿Tienes idea del fuego con el que estás jugando? —Nick la arrinconó contra la pared sin tocarla—. ¿No te he demostrado lo suficiente que no deberías hacerme enojar? ¿No puedes hacer tu trabajo cuando y cómo yo lo mando y luego irte en silencio cuando te toque? —¿Cuándo usted me eche? —
Podría haber puesto mil excusas para lo que estaba haciendo, pero la realidad era que aquella mujer lo desesperaba, lo enloquecía, quería darle diez nalgadas por el simple hecho de respirar, no se dijera ya por andar quitándose la ropa frente a otros. Enredó los dedos en su cabello y la obligó a ec