Chloé
Un día de lo más común en el trabajo.
— Diga— contesté la llamada de un número desconocido.
— Hola, ¿está Pedro? — esa voz de hombre me detuvo el corazón.
¡Pero aquí no había ningún Pedro!
— Lo siento, te has equivocado de número— le informé.
— ¡Oh, disculpa! — cuelga.
Dos minutos más tarde.
— Diga — vuelvo a contestar a la misma llamada de antes.
— Me parece que me he vuelto a equivocar— añade ese individuo por la otra línea.
Empiezo a pasar mi mano por mi pecho, no sé por qué, pero sentía que este se encogía al percibir la voz del hombre con el que estoy hablando.
— Sí, eso parece... pero qué tal si cambias el último número en vez de un cinco, pones un cero— le aconsejé para que dejara de llamarme.
— Que graciosa es usted, señorita— responde a mi sugerencia.
— Para nada, solo es para que deje de equivocarse con mi número— dejo caer una sonrisa de fondo.
Mi mano sigue presionando mi pecho, ya que lo siento arder.
— Siento una sensación rara, si le digo lo que estoy haciendo ahora al hablar con usted ¿me creería? — cuestiona.
¡No estará tocándose!
— Sorpréndame.
— Tengo la mano derecha encima de mi pecho, siento como mi corazón quiere salir de su lugar— suelta y después se hace el silencio.
Miro mi mano la cual aún continuaba sobre mí y miré a los lados para ver si nadie me estaba mirando y que esto no se tratara de una broma.
¿Es posible que solo sea una simple coincidencia?
— Es raro— susurré notando como mi respiración hacía eco.
— ¿Disculpe?
— Yo también tengo la mano sobre el pecho— no dice nada—. Mi pecho arde al oírlo— repetí.
— ¿Será una señal?
— Quizás, ¿y cómo se interpretaría? — trago saliva.
— Nuestros corazones se reconocieron— manifiesta con una sonrisa burlona.
— Imposible— continué con la misma risa que él hizo sonar por la otra línea.
— La distancia no existe cuando dos corazones se reconocen— añade y juraría que lo decía en serio.
Realmente esta conversación se estaba haciendo larga, pero las ganas de darle fin se desvanecen a cada segundo.
— Si me lo permites, me gustaría seguir hablando contigo... — me deja helada.
— ¿Solo hablar? — pregunté.
— Esa es la idea, pero si lo prefieres cambio el último número por un cero.
Me río tímidamente o por lo menos quise aparentar eso—. Me gusta la idea— contesté—. Ahora si me disculpas estoy trabajando— vuelvo hablar.
— Hablamos más tarde, entonces— dice y cuelga esa misteriosa llamada.
Estamos habituados a detectar sonidos de todo tipo que a veces estas pasan desapercibidas, pero el sonido de la voz de este personaje me dejó alucinada, con un dolor inmenso en el pecho el cual no puedo reconocer. Como cardióloga no sabía decir a que se debe este síntoma no tan esperado.
Por cierto, me llamo Chloé Wilson y tengo veintisiete años, después de seis años de locura, hoy puedo decir que soy una cardióloga con todas sus letras, sintiéndome orgullosa de mí misma.
Me armé de valor y tomé las riendas de mi vida, agarré el timón y no dejé que mi vida cayera a la deriva, de un día para otro pude sentir la voluntad y el coraje necesario para salir a flote de una larga depresión que pasé en mi adolescencia y que algún día podré contar.
Pero ahora aquí estoy hecha una profesional y una mujer de bien y con mucho coraje. Entendí que los parches son temporales y las muletas son para ayudar a caminar mejor y sin esfuerzo, este fue mi dilema y me sirvió mucho en mi día a día.
— Necesito el electrocardiograma del paciente de la habitación doscientos trece — le pido a la enfermera, ella asintió y se fue.
No sé por qué, pero la llamada de antes con ese hombre vuelve a mis recuerdos haciendo vibrar mi pecho y una ligera sonrisa sale de mis labios.
Quiero pensar que volveré a hablar con él.
Abel
Esa dulce voz que no esperaba oír en esa llamada aún está clavada en mis pensamientos, provocando en mí algo extraño y tengo la necesidad de volver a oírla y percibir esa respiración detrás de la línea de aquella desconocida sin rostro.
—Sr. Molina, aquí tiene los documentos que solicitó— entra mi secretaria.
— Gracias, Marta, por cierto, llama a mis abogados y que tengan listos los contratos de la compra del hospital Santa Cruz— le ordené.
Mientras intento concentrarme en leer lo que tengo entre las manos, la sed de hablar con esa mujer se apodera de mí y le vuelvo a marcar sin pensarlo dos veces.
¡Ojalá me conteste!
— Hola— dijo al tercer tono haciendo que mi cuerpo se tensara.
— ¿Molesto? — pregunté.
— No.
Mi pecho se encoge de nuevo.
— Tu otra mitad anhelaba oírte— le comuniqué riéndome.
Me refería a mi corazón.
Todo parecía un juego telefónico.
— Sorprendente— oigo su sonrisa provocativa de fondo.
— Lo es — afirmé—. Hablamos más tarde, el deber me reclama— vuelvo a decir al ver como entra de nuevo mi secretaria.
— Hasta luego entonces— añade y colgó.
Una llamada tonta, pero necesaria.
Dejé el móvil sobre mi escritorio y miré a Marta.
— Mañana se reunirán los abogados y el director del hospital— informa.
Le agradecí y se retiró.
Mi nombre es Abel Molina, y soy empresario. A mis veintinueve años jamás había sentido o experimentado la sensación de ahogo por alguien que ni siquiera conozco.
Según mi madre mi corazón es de piedra, pero al parecer tan duro no es porque reaccionó a esa desconocida.
No soy de creer en casualidades o encuentros fugaces, ni tampoco en el famoso cupido, pero en este momento todo fue diferente. Sentí algo que estaba fuera de lo común e incluso de mis propias manos.
ChloéNo sé por qué, pero tengo ganas de hablar nuevamente con ese hombre cuyo nombre aún no conocía, ahora que estoy llegando a mi casa, la cual comparto con un gran compañero, la necesidad de marcarle me supera, pero al meter la llave en la cerradura de esta, se abre y me recibí mi único y mejor amigo con un beso casto en la mejilla.—Mi Teddy llegó —cierra la puerta a mis espaldas.Él me llama Teddy, porque soy su peluche, el cual abraza cada vez que no puede dormir.—Este recibimiento no me gusta para nada —frunzo el ceño, ya que sé que algo quiere de mí.—Que exagerada, amiga, pero ya que lo dices, pues haya va... Quiero que me dejes la casa por una noche entera, Chloé.—¿Qué?, ni de coña, José — niego con la cabeza mientras voy hablando y dejando mis cos
Chloé—Solo estás soñando, querida. Abre los ojos lentamente— la voz de mi amigo me trae de vuelta.—Joder, José— me incorporé rápidamente.Lleva una media sonrisa que suele dejar escapar cuando quiere que empiece a contarle—. ¿Desconocido? — mueve las cejas.—Es un tipo que conocí mediante una llamada equivocada — me vuelvo a tumbar.—Mm... Ya veo y por eso sueñas con él.—No soñé con él, ni siquiera sé cómo es.—Seguro que es un sapo verde.— ¡Qué malo eres! —dije tras dejar pasar una risita —. Mientras tenga buen corazón el físico no me interesa, además no nos vamos a ver.—Hazlo amiga, si te sientes segura de ti misma, no lo dejes escapar. No hagas caso a quien te diga que el
AbelNo soy de los que se enamoran fácilmente ni mucho menos a ciegas, pero esta vez una desconocida captó mi atención de manera inusual para mí y sin ver su aspecto, pero algo no visto, digamos invisible, envolvió mi pecho y esta extraña sensación es la que siento cada vez que le doy a la tecla de llamada y escucho su voz.No me imagino el día sin oírla, aunque sea a través de un aparato. Sin embargo, me preocupa el efecto que causa el sonido de su voz.—Buenos días, hermosa voz —dije nada más contestar la llamada—, espero no haberte despertado, pequeña.—No, desconocido Pedro — su voz suena ronca —, ya estaba medio, despierta.—¿Medio despierta?, explícame cómo es eso.—Pues que mi mente estaba activa, pero el cuerpo seguía inactivo— se ríe.
ChloéTodo el mundo desarrolla la habilidad de responder bien cuando las emociones exaltan, pero con este hombre mis emociones se confunden y se debilitan, que me llevan a tomar aire primero y responder.—Maldita sea, me desagrada igual o peor que el antiguo dueño— hablé sola.—Chloé— escucho la voz del director llamarme a lo lejos.—Dígame —detengo mis pasos.—No debió de hablarle de esa manera al Sr. Molina.—No me joda, Sr. director, porque usted no sabe la angustia que pasamos los sanitarios al pensar que en cualquier momento perderemos algún paciente porque el respirador dejó de cumplir su función — agregué—. Ahora si me disculpa tengo trabajo por delante, pero que le quede claro que no estoy dispuesta a dejarlo pasar y quedarme callada.Que no se crea que me voy a dejar intimidar, s&e
Abel—Disculpé—murmuré al rozar el codo de una mujer al pasar, ella se gira hacia mí y esa mirada desafiante me hace temblar —. Srta. Wilson no la había reconocido.Ella baja su mirada marrón y no dice nada, como si no tuviera voz.—¿Se encuentra bien? —pregunté.Entonces vuelve a alzar esos ojos que me intimidaron al momento.—A su pequeña no le pasa nada—suelta una carcajada.—¡No...! ¡NO! —grité.Me levanté sudado por la pesadilla que acababa de vivir, estoy perdiendo la cabeza con esta mujer —. Wilson jamás podría compararse con el carácter que tiene mi pequeña, son diferente, lo sé—hablo solo con la respiración agitada. Dejé caer mi cabeza nuevamente sobre la almohada e intenté dormirme de nuevo, pero se me es im
AbelMe dejó lleno de rabia, esta mujer me supera y lo peor de todo es que no es fácil de intimidar.— Vaya, hermano, parece que al fin alguien te deja sin palabras— Mario se ríe.— Por favor, ¿viste como es esa mujer?— La vi y es una chica hermosa de pies a cabeza— aclara cruzando los brazos.— Pues toda tuya.Me vuelvo a sentar en mi silla e intenté tranquilizarme, sé que no debí de haberla dejado esperando tanto tiempo, pero nunca pensé que montaría tal escena.— ¿Qué es lo que quiere? — pregunta Mario.— Ella es cardióloga en el hospital que compré y quiere que cambie los respiradores.—¿Y qué problema hay en eso?, te lo puedes permitir, Abel.— El problema lo tengo con ella, no soporto su actitud hacia mi persona...—
AbelEra difícil describir lo que sentía en este momento, quería creer que no era cierto y que mi mente me estaba jugando una mala pasada por estar mucho tiempo hablando con mi pequeña, pero es imposible haber dos Teddy y dos José y que no sean las mismas personas.—¿Qué dijiste? — cuestiona ella al oírme susurrar ese “pequeña” mientras posa su mano sobre su pecho.Trago saliva y la miré con determinación, realmente tiene un rostro hermoso, pero ¿físicamente era mi tipo? Por supuesto que no, ella es diferente a lo que estoy acostumbrado a dejarme verme en público.— No dije nada— carraspeé.— Bien— añade ella y después mira al tal José—. Me das diez minutos— le pide a su amigo.— Por mí no hay problema, hablaremos en otra ocasi&o
ChloéNadie debería aferrarse a alguien invisible, solo tratamos de dar forma al tiempo desperdiciado, pero sin duda si me llegaran a preguntar. Qué fue lo más lindo que había visto, sin duda diría, no he visto, pero sí he oído lo más hermoso que jamás había escuchado, la voz de él.Decir que solo pasaron días desde que no he vuelto a oír de él, sería como si dijera que fueron años, pero si él decide pasar de mí y desaparecer no voy a insistir, ya que nunca lo he hecho con nadie, pero ganas de hacerlo, no me faltan.Antes de regresar a mi casa, voy a la oficina del director para saber si había noticias sobre los respiradores porque uno empezó a fallar esta mañana.Llamé a la puerta y escuché un adelante.—¡Buenas tardes! — saludé.&mda