Capítulo 3

Chloé

—Solo estás soñando, querida. Abre los ojos lentamente— la voz de mi amigo me trae de vuelta.

—Joder, José— me incorporé rápidamente.

Lleva una media sonrisa que suele dejar escapar cuando quiere que empiece a contarle—. ¿Desconocido? — mueve las cejas.

—Es un tipo que conocí mediante una llamada equivocada — me vuelvo a tumbar.

—Mm... Ya veo y por eso sueñas con él.

—No soñé con él, ni siquiera sé cómo es.

—Seguro que es un sapo verde.

— ¡Qué malo eres! —dije tras dejar pasar una risita —. Mientras tenga buen corazón el físico no me interesa, además no nos vamos a ver.

—Hazlo amiga, si te sientes segura de ti misma, no lo dejes escapar. No hagas caso a quien te diga que el amor a primera vista no existe ni el romanticismo y, sobre todo, ignora lo negativo— me deja helada, ¿qué era lo que dijo que tenía que hacer?

—Pero ¿quién habló de amor, José? — pregunté desorientada.

—Nadie, pero lo noté en el ambiente — contestó.

—Pues serás tú por la francesa— me río, pero luego pienso en el discurso que me dio, nunca lo había visto hablar de ese modo y eso que nos conocemos desde hace cuatro años.

Este se ríe y después deposita un beso en mi mejilla—. Llegas tarde, Teddy.

—Maldición— salgo corriendo de la cama al ver la hora.

Todos tenemos a un amigo que llega tarde al trabajo, ¿cierto?, pues en mi caso no es así, porque la que llega tarde siempre soy yo. Estacioné el auto como pude, bajé rápidamente de este y corrí hasta el consultorio donde me pongo la bata blanca y me coloco el pelo bien y lista mi turno de las siete, empieza un poco tarde.

Junto a una enfermera comienzo a visitar a mis pacientes internados en el hospital—. Hoy vendrá a visitar el hospital el futuro dueño y tengo entendido que pasará por esta área, también —informa mi compañera.

—Lo único que espero de este nuevo dueño es, compromiso, Marisa—respondí. Mi celular vibra en mi bolsillo.

—Buenos días.

—Buenos días, hermosa desconocida, ¿Cómo dormiste? —cuestiona erizando mi piel con esa pregunta al recordar lo de esta mañana.

—Bien, gracias, ¿y tú?

—A punto de cerrar un negocio y antes de esto quise oír tu voz, pequeña.

—¿Otra vez con lo de pequeña? — digo molesta.

—Así es, no dejaré de llamarte de esa manera por el simple hecho de que no te guste.

—Está bien, tú mismo, Pedro— río levemente al recordar como inició nuestra primera llamada. <>

—Hablamos más tarde, pequeña, un beso— añadió y después colgó.

Media hora más tarde de haber colgado la llamada me dirigí al quirófano donde me espera una cirugía a corazón abierto, pero en el trayecto me encuentro con el director del hospital junto a la figura de un hombre bastante alto, como dos cabezas por encima de mí, de apariencia parece distante, silencioso e inexpresivo, su mirada midió cada centímetro de mi cuerpo mientras tenía sus manos metidas en los bolsillos de su costoso traje azul oscuro. Alcé mi mirada marrón encontrándome con la de él.

—Señor Molina, déjame presentarte a una de las mejores cardiólogas de su futuro hospital.

¿Futuro hospital?, entonces me acordé lo que me dijo Marisa, que el nuevo dueño estaba de visita.

—Encantada, Sr. Molina, me llamo Chloé Wilson — le extiendo mi mano, la cual acepta al cabo de un minuto, sesenta segundos muy incómodos.

—Igualmente, Srta. Wilson —estrecha su mano con la mía y una corriente invisible nos azota haciendo que nos soltáramos de inmediato, y mi corazón se sentía latir a kilómetros.

Esa voz, ¿qué tiene su voz? — pienso en mis adentros.

— La señorita Wilson tiene una cirugía a corazón abierto, si gusta puede estar presente desde arriba, y observa cómo esta mujer hace magia con sus manos— habla el director y en parte lo agradezco, me sentía rara frente a este hombre.

—Sí, suena interesante— añade este sujeto sin mirarme y su indiferencia me chocó.

Me preparo para entrar donde está el paciente, un lugar tan frío que a veces pienso que estoy en la mismísima nevera. Mi mente está concentrada en cómo hacer la incisión para comenzar la cirugía, pero antes de esto miro hacia arriba donde el director y el nuevo dueño junto a otros médicos internos me observaban.

—¿Listos? — pregunté a los que me acompañan.

—¡Cuando usted diga, Dra. Wilson!

Hago una incisión grande en su esternón para llegar hasta el corazón y la aorta, el paciente está conectado a una máquina cardiopulmonar, su corazón se detiene mientras está conectado a esta máquina.

—Pinza vascular curva— pedí.

Han pasado dos horas y estamos a dos horas más para finalizar si todo va bien, subo repentinamente mi mirada a ver si ese tipo seguía ahí o ya se había cansado y se marchó, pero no, él seguía ahí intacto y sin desprender su mirada de mí.

Pasaron las horas restantes y todo salió como estaba previsto, retiro los alambres que sostenían el esternón, después de limpiar la herida, la cierro.

— Buen trabajo, chicos—felicité a mi equipo que me acompañó en el proceso y salgo del quirófano.

El paciente estaba bien y estable.

— Felicidades, Chloé una vez más se superó. — El director me felicita y el Sr. Molina hace lo mismo, pero con mucha seriedad. Su ceño se frunce y su reacción hacia mí es extraña. No entiendo nada.

—Gracias, ahora si me disculpan tengo que informar a los familiares—le dedico una última mirada a ese individuo y me alejo de ellos.

Abel

Hoy más que nunca me sentí extraño, no sé si es el lugar en el que me encontraba o por lo que acababa de presenciar, una operación a corazón abierto.

La cardióloga causó una sensación extraña en mi ser y no es por atracción o deseo hacia ella sino algo mucho más diferente. Me recordó a alguien que ni había conocido.

—Hola, hermosa desconocida.

—Buenas noches, Pedro—se ríe —. Hoy no me extrañaste tanto, ya que apenas hemos hablado.

—Pedro, si el gran Pedro que nos unió— suena una leve sonrisa—, ha sido un día extraño, pequeña, pero mejor no hablar de mi día, ¿qué tal el tuyo? ¿Cómo transcurrió?

— Agotador y también extraño— informa.

— Mm… en ese caso si fuéramos pareja y viviéramos juntos seguro que esta noche nada de sexo, los dos estamos para dormir y nada más— añadí sintiendo como se hace el silencio—. ¿Te quedaste dormida chica hermosa? — Vuelvo a hablar, pero no recibo contestación, miro la pantalla del celular para ver si aún estaba en la llamada —. Pequeña, me desespero al no oírte.

Después escucho como se contiene la risa.

—Tú y tus bromas, pequeña— suelto aliviado al oírla.

—Lo siento, espero que mis bromas no te molesten— habla.

— No, pequeña, me encantan tus bromas y no las dejes de hacer.

— Abel, necesito descansar, pero espero hablar contigo mañana y que nuestras conversaciones sean interminables— me dice y un escalofrío recorre mis vertebras.

— Siempre, pequeña, además estoy seguro de que esta noche soñaré con tu linda y sexy voz, descansa.

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