Chloé
—Solo estás soñando, querida. Abre los ojos lentamente— la voz de mi amigo me trae de vuelta.
—Joder, José— me incorporé rápidamente.
Lleva una media sonrisa que suele dejar escapar cuando quiere que empiece a contarle—. ¿Desconocido? — mueve las cejas.
—Es un tipo que conocí mediante una llamada equivocada — me vuelvo a tumbar.
—Mm... Ya veo y por eso sueñas con él.
—No soñé con él, ni siquiera sé cómo es.
—Seguro que es un sapo verde.
— ¡Qué malo eres! —dije tras dejar pasar una risita —. Mientras tenga buen corazón el físico no me interesa, además no nos vamos a ver.
—Hazlo amiga, si te sientes segura de ti misma, no lo dejes escapar. No hagas caso a quien te diga que el amor a primera vista no existe ni el romanticismo y, sobre todo, ignora lo negativo— me deja helada, ¿qué era lo que dijo que tenía que hacer?
—Pero ¿quién habló de amor, José? — pregunté desorientada.
—Nadie, pero lo noté en el ambiente — contestó.
—Pues serás tú por la francesa— me río, pero luego pienso en el discurso que me dio, nunca lo había visto hablar de ese modo y eso que nos conocemos desde hace cuatro años.
Este se ríe y después deposita un beso en mi mejilla—. Llegas tarde, Teddy.
—Maldición— salgo corriendo de la cama al ver la hora.
Todos tenemos a un amigo que llega tarde al trabajo, ¿cierto?, pues en mi caso no es así, porque la que llega tarde siempre soy yo. Estacioné el auto como pude, bajé rápidamente de este y corrí hasta el consultorio donde me pongo la bata blanca y me coloco el pelo bien y lista mi turno de las siete, empieza un poco tarde.
Junto a una enfermera comienzo a visitar a mis pacientes internados en el hospital—. Hoy vendrá a visitar el hospital el futuro dueño y tengo entendido que pasará por esta área, también —informa mi compañera.
—Lo único que espero de este nuevo dueño es, compromiso, Marisa—respondí. Mi celular vibra en mi bolsillo.
—Buenos días.
—Buenos días, hermosa desconocida, ¿Cómo dormiste? —cuestiona erizando mi piel con esa pregunta al recordar lo de esta mañana.
—Bien, gracias, ¿y tú?
—A punto de cerrar un negocio y antes de esto quise oír tu voz, pequeña.
—¿Otra vez con lo de pequeña? — digo molesta.
—Así es, no dejaré de llamarte de esa manera por el simple hecho de que no te guste.
—Está bien, tú mismo, Pedro— río levemente al recordar como inició nuestra primera llamada. <>
—Hablamos más tarde, pequeña, un beso— añadió y después colgó.
Media hora más tarde de haber colgado la llamada me dirigí al quirófano donde me espera una cirugía a corazón abierto, pero en el trayecto me encuentro con el director del hospital junto a la figura de un hombre bastante alto, como dos cabezas por encima de mí, de apariencia parece distante, silencioso e inexpresivo, su mirada midió cada centímetro de mi cuerpo mientras tenía sus manos metidas en los bolsillos de su costoso traje azul oscuro. Alcé mi mirada marrón encontrándome con la de él.
—Señor Molina, déjame presentarte a una de las mejores cardiólogas de su futuro hospital.
¿Futuro hospital?, entonces me acordé lo que me dijo Marisa, que el nuevo dueño estaba de visita.
—Encantada, Sr. Molina, me llamo Chloé Wilson — le extiendo mi mano, la cual acepta al cabo de un minuto, sesenta segundos muy incómodos.
—Igualmente, Srta. Wilson —estrecha su mano con la mía y una corriente invisible nos azota haciendo que nos soltáramos de inmediato, y mi corazón se sentía latir a kilómetros.
Esa voz, ¿qué tiene su voz? — pienso en mis adentros.
— La señorita Wilson tiene una cirugía a corazón abierto, si gusta puede estar presente desde arriba, y observa cómo esta mujer hace magia con sus manos— habla el director y en parte lo agradezco, me sentía rara frente a este hombre.
—Sí, suena interesante— añade este sujeto sin mirarme y su indiferencia me chocó.
Me preparo para entrar donde está el paciente, un lugar tan frío que a veces pienso que estoy en la mismísima nevera. Mi mente está concentrada en cómo hacer la incisión para comenzar la cirugía, pero antes de esto miro hacia arriba donde el director y el nuevo dueño junto a otros médicos internos me observaban.
—¿Listos? — pregunté a los que me acompañan.
—¡Cuando usted diga, Dra. Wilson!
Hago una incisión grande en su esternón para llegar hasta el corazón y la aorta, el paciente está conectado a una máquina cardiopulmonar, su corazón se detiene mientras está conectado a esta máquina.
—Pinza vascular curva— pedí.
Han pasado dos horas y estamos a dos horas más para finalizar si todo va bien, subo repentinamente mi mirada a ver si ese tipo seguía ahí o ya se había cansado y se marchó, pero no, él seguía ahí intacto y sin desprender su mirada de mí.
Pasaron las horas restantes y todo salió como estaba previsto, retiro los alambres que sostenían el esternón, después de limpiar la herida, la cierro.
— Buen trabajo, chicos—felicité a mi equipo que me acompañó en el proceso y salgo del quirófano.
El paciente estaba bien y estable.
— Felicidades, Chloé una vez más se superó. — El director me felicita y el Sr. Molina hace lo mismo, pero con mucha seriedad. Su ceño se frunce y su reacción hacia mí es extraña. No entiendo nada.
—Gracias, ahora si me disculpan tengo que informar a los familiares—le dedico una última mirada a ese individuo y me alejo de ellos.
Abel
Hoy más que nunca me sentí extraño, no sé si es el lugar en el que me encontraba o por lo que acababa de presenciar, una operación a corazón abierto.
La cardióloga causó una sensación extraña en mi ser y no es por atracción o deseo hacia ella sino algo mucho más diferente. Me recordó a alguien que ni había conocido.
—Hola, hermosa desconocida.
—Buenas noches, Pedro—se ríe —. Hoy no me extrañaste tanto, ya que apenas hemos hablado.
—Pedro, si el gran Pedro que nos unió— suena una leve sonrisa—, ha sido un día extraño, pequeña, pero mejor no hablar de mi día, ¿qué tal el tuyo? ¿Cómo transcurrió?
— Agotador y también extraño— informa.
— Mm… en ese caso si fuéramos pareja y viviéramos juntos seguro que esta noche nada de sexo, los dos estamos para dormir y nada más— añadí sintiendo como se hace el silencio—. ¿Te quedaste dormida chica hermosa? — Vuelvo a hablar, pero no recibo contestación, miro la pantalla del celular para ver si aún estaba en la llamada —. Pequeña, me desespero al no oírte.
Después escucho como se contiene la risa.
—Tú y tus bromas, pequeña— suelto aliviado al oírla.
—Lo siento, espero que mis bromas no te molesten— habla.
— No, pequeña, me encantan tus bromas y no las dejes de hacer.
— Abel, necesito descansar, pero espero hablar contigo mañana y que nuestras conversaciones sean interminables— me dice y un escalofrío recorre mis vertebras.
— Siempre, pequeña, además estoy seguro de que esta noche soñaré con tu linda y sexy voz, descansa.
AbelNo soy de los que se enamoran fácilmente ni mucho menos a ciegas, pero esta vez una desconocida captó mi atención de manera inusual para mí y sin ver su aspecto, pero algo no visto, digamos invisible, envolvió mi pecho y esta extraña sensación es la que siento cada vez que le doy a la tecla de llamada y escucho su voz.No me imagino el día sin oírla, aunque sea a través de un aparato. Sin embargo, me preocupa el efecto que causa el sonido de su voz.—Buenos días, hermosa voz —dije nada más contestar la llamada—, espero no haberte despertado, pequeña.—No, desconocido Pedro — su voz suena ronca —, ya estaba medio, despierta.—¿Medio despierta?, explícame cómo es eso.—Pues que mi mente estaba activa, pero el cuerpo seguía inactivo— se ríe.
ChloéTodo el mundo desarrolla la habilidad de responder bien cuando las emociones exaltan, pero con este hombre mis emociones se confunden y se debilitan, que me llevan a tomar aire primero y responder.—Maldita sea, me desagrada igual o peor que el antiguo dueño— hablé sola.—Chloé— escucho la voz del director llamarme a lo lejos.—Dígame —detengo mis pasos.—No debió de hablarle de esa manera al Sr. Molina.—No me joda, Sr. director, porque usted no sabe la angustia que pasamos los sanitarios al pensar que en cualquier momento perderemos algún paciente porque el respirador dejó de cumplir su función — agregué—. Ahora si me disculpa tengo trabajo por delante, pero que le quede claro que no estoy dispuesta a dejarlo pasar y quedarme callada.Que no se crea que me voy a dejar intimidar, s&e
Abel—Disculpé—murmuré al rozar el codo de una mujer al pasar, ella se gira hacia mí y esa mirada desafiante me hace temblar —. Srta. Wilson no la había reconocido.Ella baja su mirada marrón y no dice nada, como si no tuviera voz.—¿Se encuentra bien? —pregunté.Entonces vuelve a alzar esos ojos que me intimidaron al momento.—A su pequeña no le pasa nada—suelta una carcajada.—¡No...! ¡NO! —grité.Me levanté sudado por la pesadilla que acababa de vivir, estoy perdiendo la cabeza con esta mujer —. Wilson jamás podría compararse con el carácter que tiene mi pequeña, son diferente, lo sé—hablo solo con la respiración agitada. Dejé caer mi cabeza nuevamente sobre la almohada e intenté dormirme de nuevo, pero se me es im
AbelMe dejó lleno de rabia, esta mujer me supera y lo peor de todo es que no es fácil de intimidar.— Vaya, hermano, parece que al fin alguien te deja sin palabras— Mario se ríe.— Por favor, ¿viste como es esa mujer?— La vi y es una chica hermosa de pies a cabeza— aclara cruzando los brazos.— Pues toda tuya.Me vuelvo a sentar en mi silla e intenté tranquilizarme, sé que no debí de haberla dejado esperando tanto tiempo, pero nunca pensé que montaría tal escena.— ¿Qué es lo que quiere? — pregunta Mario.— Ella es cardióloga en el hospital que compré y quiere que cambie los respiradores.—¿Y qué problema hay en eso?, te lo puedes permitir, Abel.— El problema lo tengo con ella, no soporto su actitud hacia mi persona...—
AbelEra difícil describir lo que sentía en este momento, quería creer que no era cierto y que mi mente me estaba jugando una mala pasada por estar mucho tiempo hablando con mi pequeña, pero es imposible haber dos Teddy y dos José y que no sean las mismas personas.—¿Qué dijiste? — cuestiona ella al oírme susurrar ese “pequeña” mientras posa su mano sobre su pecho.Trago saliva y la miré con determinación, realmente tiene un rostro hermoso, pero ¿físicamente era mi tipo? Por supuesto que no, ella es diferente a lo que estoy acostumbrado a dejarme verme en público.— No dije nada— carraspeé.— Bien— añade ella y después mira al tal José—. Me das diez minutos— le pide a su amigo.— Por mí no hay problema, hablaremos en otra ocasi&o
ChloéNadie debería aferrarse a alguien invisible, solo tratamos de dar forma al tiempo desperdiciado, pero sin duda si me llegaran a preguntar. Qué fue lo más lindo que había visto, sin duda diría, no he visto, pero sí he oído lo más hermoso que jamás había escuchado, la voz de él.Decir que solo pasaron días desde que no he vuelto a oír de él, sería como si dijera que fueron años, pero si él decide pasar de mí y desaparecer no voy a insistir, ya que nunca lo he hecho con nadie, pero ganas de hacerlo, no me faltan.Antes de regresar a mi casa, voy a la oficina del director para saber si había noticias sobre los respiradores porque uno empezó a fallar esta mañana.Llamé a la puerta y escuché un adelante.—¡Buenas tardes! — saludé.&mda
— ¿Cómo fui tan tonta? — me repito una y otra vez mientras conducía—. Eran la misma persona.La ignorancia no es pecado, pero cuando este tío se hace el sabio, las ganas de patearle los huevos nuevamente se apoderan de mí.Todos estos días pasando de mí al no contestar las llamadas y los mensajes y todo era porque sabía que su pequeña según él era, yo.—Soy una amiga de Abel Molina, le estoy llamando, pero no me contesta ¿me podía dar su dirección? — le pido al de seguridad que trabaja en su empresa.Duda al principio, pero luego me escribe la ubicación.— ¡Muchas gracias!Se escuchan truenos y destellan los relámpagos, empieza a chispear.— ¡Genial!, lo que faltaba— dije volviendo a entrar en mi auto.Activo la navegación con la dirección del o
AbelLa miré a los ojos mientras me gritaba lo que no quería escuchar, aunque su mirada decía otra cosa, incluso podría notar un ligero brillo en sus ojos.— Uf...— resoplé intentando concentrarme en el trabajo.Ella ocupa mis pensamientos.Han pasado dos días desde que nos encontramos en mi casa, desde entonces me he estado comiendo la cabeza, sus palabras me dejaron marca, tal vez tenga razón y soy yo el que está perdiendo una gran mujer.Ella es diferente, dice las cosas tal cual sin filtros y sobre todo no se deja aplastar por nadie. ¿De verdad que quiero estar con ella?, ¿es eso lo que quiero?— Sr. Molina, los respiradores acaban de ser instalados en el hospital, el director informó de ello— entra Marta.— Gracias, Marta, por cierto, necesito que contrates gente cualificada para una inspección comple