32. LA CASA SOBRE LOS FRESNOS

Sierra de Aitana

El auto se detuvo de súbito frente a Dominic mientras ella seguía mirando el camino con obstinación. Él se apoyó en su puerta con aire triste, esperando que la tormenta se desatara en el ánimo de Lara, pero la joven sólo dio un largo suspiro y volteó la cabeza para dirigirle una sonrisa cansada, conteniendo la tormenta como solía hacer siempre.

— ¿Quieres conducir?

— Si tú me dejas… — contestó él con delicadeza — hay un sitio que me gustaría enseñarte.

— ¿Muy lejos? — el tono de sutil desconfianza fue imposible de ocultar a pesar de todo.

— Un poco, pero te aseguro que podrás estar de vuelta para las dos de la tarde. ¿De acuerdo?

— De acuerdo — asintió ella volviendo a fijar la vista en los kilómetros que

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