Carretera hacia la Villa de las Mercedes
— ¿Crees que se quede por muchos días? — no había una gota de curiosidad en el tono de Lara, sólo quería saber por cuánto tiempo tendría que cambiar de manera radical sus costumbres y las de los cachorros.
Noviembre había llegado sin que se diera cuenta y la tan anunciada visita del señor Swels se convertía en una incómoda realidad para la muchacha. Tenía que mantener a los tigres tranquilos, y de algún modo hacer que no se comportaran de forma agresiva con su dueño, lo cual iba a ser difícil ya que él no era más que un desconocido.
— Pues no lo sé. — contestó Emma mientras recogía los platos sucios del desayuno de las niñas — Aparentemente venía solo por unos días, para evaluar los cambios que Hat
Villa de las Mercedes — ¡No puedo estar de pie una hora frente a la puerta esperando a que al señor Swels se le ocurra aparecer para darle la bienvenida, madre! — había protestado Lara con vehemencia — ¡Y Silver Moon y Khan mucho menos! Entonces sí en lugar de tigres educados lo que se va a encontrar el señor Swels será dos fieras encolerizadas. ¿Estás segura de que eso es lo que quieres?— Muy bien, pero quédense cerca, en el jardín interior. Ese hombre no pagó miles de dólares para encontrarse con que sus tigres no quieren recibirlo. — refunfuñó Emma.La muchacha había lanzado un gruñido de protesta antes de llevarse a los animales al jardín, y se habían entretenido tanto que ni siquiera habían escuchado el sonido del sedán que aparcaba
Sierra de AitanaKhan lanzó un revés de sus garras contra el tronco de un pino y Lara sonrió, porque compartían la misma frustración aunque no pudieran expresarlo de la misma manera. Desde la llegada del dueño de la mansión apenas habían podido salir, su madre la ocupaba a cada segundo y Swels había desarrollado una marcada afición por observar la interacción que los tigres tenían con ella. Estaban cansados del encierro y la falta de ejercicio ya empezaba a hacer mella en su ánimo, de modo que Khan y Silver Moon habían salido solos de la mansión y nadie se lo había impedido, porque ni sus padres ni Evan se atrevían a cortarles el paso cuando se tropezaban con ellos.Lara, por su parte, se había reservado el derecho de decirle a su madre que tenía dos horas libres cada día de esa semana, y hab&ia
Villa de las Mercedes— Entra, Siena, querida, — la invitó Evan con una exclamación de estudiada cortesía — que no te dé reparo. Las veces que he escuchado hablar sobre Siena Vancroft no ha sido precisamente sobre su timidez. Además, eres muy bienvenida en mi casa. ¡Me encanta que estés aquí!La mujer frente a él atravesó la puerta con más urgencia que preocupación dibujada en el rostro. Eligió un sofá cómodo y se sentó cruzando las piernas con ademán elegante aunque era obvio que tenía prisa y además estaba incómoda con aquella misión.— Ojalá yo pudiera decir lo mismo, — expresó sin intentar disimular su desprecio — pero sabes que vengo sólo por encargos oficiales y que, además, no me agradas.
Villa de las MercedesHobin se ajustó los gruesos lentes de elegante armazón y acercó los papeles a su cara para intentar ver mejor. La carga de sus sesenta años pesaba ya sobre su vista y cada vez le costaba más seguirle el paso a Evan en sus aventuras.El ejercicio de la abogacía era tradición en su familia y durante las tres últimas generaciones sus antecesores habían tenido que lidiar con las extrañas preferencias de los Swels, que a pesar de todo habían resultado ser los mejores clientes que pudieran desear. Durante años Desmont había seguido la estrategia que usara su padre: había hecho ojos ciegos y oídos sordos a cada una de las poco comunes prácticas de sus clientes y había preguntado poco o nada que no fuera realmente necesario para llevar a cabo un trabajo eficiente.Al principio se había contentado con a
El abogado lo miró con sobresalto, la idea de Evan no solo parecía arriesgada, sino descabellada en todos los sentidos.— ¿Y crees que estos fragmentos que has logrado sacar en limpio serán suficientes como para ayudarte a hacer eso? ¿No tienes miedo de que las cosas no salgan como piensas?Evan trilló un pequeño camino delante del señor Hobin. A aquellas alturas no había posibilidades ni consecuencias que no hubiera valorado.— Le mentí a Siena cuando le dije que no sabía de qué raza era el proceso de transformación que describían esas instrucciones, pero sí que lo sé: son los preceptos para la transformación de los stark. — tuvo un segundo de duda, y luego prosiguió — Como bien sabes, cuando mis padres murieron me dejaron como herencia numerosos bienes, incluyendo varias cajas de seguridad en diversos bancos del
Emma lanzó un pequeño codazo a Hatch para que cerrara la boca antes de que algún insecto tuviera tiempo de anidar allí. Por más que lo intentara ella tampoco podía creer del todo las intenciones del señor Swels, pero al menos no tenía la desfachatez de poner la misma cara de aturdimiento de su marido.— Lo lamento, señor, — dijo con voz suave y comedida — pero comprenda que estamos sorprendidos por su petición.Evan los había mandado a llamar con mucho sigilo a la biblioteca cuando Lara se había ido al colegio y la pequeña Evelett se entretenía viendo una película en la sala de cine. El resto de los participantes de la reunión, además de los señores Sanders, eran solo él y su abogado.— Lo entiendo perfectamente, señora — aseguró el joven — pero para mí no es una idea descabe
Sierra de AitanaHatch apenas había visto la sombra de Lara cuando pasaba frente a la puerta de la sala de estar, y se había llevado un dedo a los labios para indicarle a Evelett que no dijera nada. Lara y los tigres llevaban demasiados días encerrados y él sabía que cuando la chica atravesaba el corredor con tanto sigilo era porque pretendía salir antes de que su madre se diera cuenta.Si a eso le sumaba el hecho de que Emma pretendía tener con ella la fatídica conversación sobre la propuesta del señor Swels apenas regresara del colegio; era preferible entonces que su hija saliera y descargara suficiente energía con los animales antes de enfrentarse a la noticia.Lara aumentó su precaución mientras subía las escaleras, no quería tropezarse con nadie de la casa para que no hubiera quien pusiera en peligro sus intenciones de salir. Los t
Dominic se tomó demasiado tiempo en girarse y enfrentarla, de modo que Max recogió las palabras que no salían de su boca y se dispuso a darle la aclaración precisa. No estaba en su ánimo ni en su capacidad comprender que su amigo estuviera poniendo en peligro no sólo su cargo en el Concejo sino también su vida y su amistad, rompiendo reglas instituidas desde hacía siglos. Porque algo era seguro: si Dominic persistía en mantener con la muchacha aquel tipo de lazo, sería condenado por eso y a nadie más que a Max, como su Segundo, le encomendarían la tarea de cazarlo y castigarlo.— ¿De veras quieres saber lo que está pasando? — la retó rodeando el cuerpo de Comandante para acercarse a ella — Muy bien, yo te voy a poner los pies en la tierra. Ya sabes que somos cazadores, eso está bien para empezar, pero somos más que cazadores: somos asesinos.