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Una sala de la cabaña, que habían usado como colegio en su día,  era el lugar en el que habían tenido lugar las reuniones antes de que Ezequiel atacara La Colonia. Allí se encontraban reunidos el día que había sucedido todo, el día que Pablo había perdido a su mujer y había huido con los niños.

Los chicos ya no parecían recordar nada. Excepto Milita, que reaccionaba olfateando, o con un ligero temblor ante estímulos que parecían traer recuerdos a su mente, el resto no percibía nada que le resultara familiar.

Pablo, en cambio, les observaba ahora mientras iban tomando asiento y un remolino de emociones casi le hacía marear. Raúl no se separaba de Milita, pero Pablo veía las miradas que le dirigía a Angélica, mientras la muchacha no miraba, y se preguntaba cómo era posible que ni ella ni Milita parecieran darse cuenta de

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