Angélica dejó que todos salieran delante y se encerró en el baño mientras Martín le mostraba algo de ropa a Daniel.
Se miró en el espejo. Sus ojos estaban enrojecidos, se veía claramente que estaba a punto de echarse a llorar y no quería que los demás la vieran así. Siempre la había dado vergüenza mostrar debilidad. No quería ser como una niña o una princesa indefensa a la que mirasen como si fuese necesario cuidar. Sin embargo, a veces la apetecía rendirse, cuando se daba cuenta de que jamás se daban cuenta de sus sentimientos. Era muy frustrante sentirse ignorada solo por no ser capaz de mostrarse desvalida.
Martín abrió la puerta del baño.
—Perdona —se disculpó cohibido, al verla—, no me di cuenta de que te habías quedado, pensé que habías salido con los otros.
—No importa, nadie se da cuenta nunca.
Martín se quedó un segundo agarrado a la puerta, sin saber si salir o entrar. Al final, optó por lo último. Angélica se sentó en la taza del vá
Camino al colegio, Daniel no le quitaba ojo de encima a Angélica y ella no podía concentrase en la última frase que Martín la había dirigido en el baño.No entendía nada. Aquel chico, que no dejaba de mirarla, acababa de tener un encuentro apoteósico con Milita. Era evidente que el deseo había recorrido a los dos muchachos al punto de conseguir transmitírselo al resto ¿por qué la miraba entonces a ella así?Entraron en el pasillo que llevaba a la sala y Angélica vio que Raúl y Milita hablaban junto a la puerta de entrada. Él parecía tenso y ella mantenía la mirada baja.Milita aprovechó a entrar apenas pasó Daniel, y entonces Raúl sujetó a Angélica, que iba la última, justo antes de que entrara ella también a la sala de reuniones.—Ten cuidado con ese tipo.Ang&eac
Pablo había comenzado a hablar.—Bien, esto es casi como una señal del destino. Al fin estáis juntos los siete cachorros híbridos y creo que todos sabéis que esta noche vuelve a ser noche de luna llena. Quien más quien menos de vosotros, seguramente lo notará de una u otra forma, imagino. Quizá esta noche pasada habéis tenido pesadillas o sueños agitados, ha aumentado vuestro nerviosismo, vuestras ansias de pelea.Martín se levantó de su asiento y se golpeó el pecho imitando a un gorila.—¡Doctor, doctor! ¿Qué me pasa?—Payaaaso —gritó Efrén.Martín le miró y le dedicó una peineta mientras le tiraba un beso.—Vamos, vamos, es importante, chicos.Pablo se giró hacia el encerado. Tenía algo que contar y temía la reacción de los chicos,
—¿Cómo estás?Angélica apoyó su mano sobre el hombro de Raúl. Todos habían abandonado el aula, pero ella había captado la mirada tensa del muchacho mientras seguía con la vista a Milita, Martín y Pablo saliendo hacia el laboratorio. Se había mantenido en su sitio hasta que todos salieron y luego se había acercado al muchacho.—¿Ya no estás enfadada? —preguntó él.—¿Enfadada? No es así como me siento.Los dos guardaron silencio unos segundos. Angélica se sentó en la silla libre que quedaba a la derecha del muchacho y se llevó una mano a la boca mientras mordisqueaba una uña. Aquel sitio lo habían preparado para ellos, para cuando hubieran llegado a la edad escolar, cosa que no sucedió por el ataque a la colonia.—¿Has pensado en lo diferente que se
—¿Es necesario? —preguntó Efrén.—Creo que es importante —contestó el doctor—. Quiero que tengáis claro cómo es a lo que tendréis que enfrentaros durante el resto de vuestras vidas una noche al mes. Quiero que toméis conciencia de lo importante que es que no os dejéis llevar por vuestros instintos, y creo que verlo antes de que os toque a vosotros, puede resultaros de mucha ayuda.Efrén asintió. El resto estaba apoyado en el cristal blindado que les separaba de la habitación contigua, en la que Jandro hacía unos minutos que había comenzado a sudar en frío.Yarina, su novia, no estaba presente, ella ya había tenido el “privilegio” de contemplar una de aquellas transformaciones sin ningún cristal de por medio.La habitación estaba vacía y Jandro se había acuclillado. Él t
Pablo sujetaba a Angélica de los hombros, con su rostro muy cerca al de la muchacha, como si quisiera evitar que pudiera irse antes de que él la pudiese contar todo lo que necesitaba contar.—Escucha Angélica, he sido muy injusto durante todos estos años después del ataque aquella noche. Sobretodo he sido muy injusto con Raúl, porque le he hecho creer que era quien no es y ahora no me queda otro remedio que contar la verdad y temo sobre cómo va a reaccionar.Angélica movía la cabeza confundida.—No te entiendo, ¿qué quiere decir que le has hecho creer que era quien no es?Sin saber nada aún, Angélica sospechaba que aquello también tenía que ver con ella, con quién era ella.Pablo desvió la mirada a un lado y tomó aire con fuerza, llenando los pulmones. Luego, volvió a mirarla.—Aquella noche,
El pequeño de Nadín se revolvió un poco y luego se acomodó de forma inmediata junto a la niña de la pareja.—¿Cómo se llama?—Daniel.La mujer sonrió un poco mientras le miraba.—El hijo de Ezequiel.—¿Lo sabes?Nadín cerró los ojos. La imagen de Santos acudió a su cabeza. ¿Qué pasaría con él?—Digamos que Santos es familiar mío —dijo la mujer dando a entender que no quería hablar de más—. Es un lobo extraño, siempre al servicio de Ezequiel, pero, al mismo tiempo, integrado y piadoso con los humanos.Nadín observó cómo la mujer recogía su pelo en una cola dejando sus orejas a la vista. A una de ellas le faltaba un trozo de lóbulo.—¿Eres una transformada?Ella negó con la cabeza.
Así que Estela recorrió de forma precipitada el camino desde su cabaña hasta el colegio, donde yo me había reunido con unos cuantos hombres más para hablar acerca de aquel gen que necesitábamos conseguir de forma desesperada. Cada año analizaba a los seis niños de la colonia, en espera de que alguno de ellos hubiera comenzado a desarrollar el gen, pero de momento no era así.Investigaba a todas horas tratando de fabricarlo de forma sintética en mi pequeño laboratorio, pero no era capaz de conseguirlo y muchos de los transformados comenzaban a cansarse de vivir aislados en aquella colonia y a desesperarse pensando en el futuro que les esperaba.Estela abrió la puerta del aula y Angélica inmediatamente rompió a llorar. El lugar estaba atestado de humo de tabaco y los hombres voceaban acalorados. El llanto de la niña se perdió entre sus voces r
Apenas tardé unos segundos en reaccionar. Cargué contigo y salí a la calle. Había movimiento, pero aún no era demasiado evidente, el ataque se centraba en la entrada. Seguramente, trataban de retener allí a los atacantes, pero, si eran muchos, no tardarían en conseguir adentrarse en la colonia. Mi cabeza comenzó a funcionar con rapidez. Avancé hacia la avenida central y golpeé en la puerta de la segunda casa. Una mujer apareció cargando a un pequeño.—Tengo que sacarlos de aquí —dije mientras miraba al niño.La mujer empujó al pequeño hacia mí. Éste se resistió y lo cogí del cuello del pijama y tiré de él sin miramientos. La mujer nos observó marchar desde la puerta.Era Efrén.Repentinamente, vi a un grupo de los transformados avanzando hacia nosotros. Tiré d