Ibrahim se apeó del coche y pegó un portazo. Otro de los hombres, apostado a la entrada de la cueva le miró con curiosidad e hizo un gesto burlón cuando pasó a su lado y le vio las magulladuras en el rostro.
Daniel descendió del vehículo y abrió la puerta de atrás. El transformado tardó en ponerse en posición sentada y antes de poder salir, Ibrahim volvió a aparecer enfurecido y tiró de él arrastrándolo fuera del coche y haciéndole caer al suelo.
Daniel se interpuso, el gesto duro de Ibrahim le imponía pero hizo acopio de valor y le enfrentó la mirada. Ibrahim golpeó el techo del automóvil con rabia justo cuando Ezequiel salía a ver lo que sucedía.
—Ibrahim, basta.
El hombre se giró hacia Ezequiel tratando de contener la rabia que acumulaba.
—Era un puto Alfa.
Una sala de la cabaña, que habían usado como colegio en su día, era el lugar en el que habían tenido lugar las reuniones antes de que Ezequiel atacara La Colonia. Allí se encontraban reunidos el día que había sucedido todo, el día que Pablo había perdido a su mujer y había huido con los niños.Los chicos ya no parecían recordar nada. Excepto Milita, que reaccionaba olfateando, o con un ligero temblor ante estímulos que parecían traer recuerdos a su mente, el resto no percibía nada que le resultara familiar.Pablo, en cambio, les observaba ahora mientras iban tomando asiento y un remolino de emociones casi le hacía marear. Raúl no se separaba de Milita, pero Pablo veía las miradas que le dirigía a Angélica, mientras la muchacha no miraba, y se preguntaba cómo era posible que ni ella ni Milita parecieran darse cuenta de
Angélica salió la primera de la reunión y se dirigió a paso rápido hacia la cabaña que compartiría con el resto de híbridos. Miraba a su alrededor y trataba de buscar algún recuerdo en su cabeza, pero nada. Nada la llamaba la atención, nada le hacía sentir una angustia o alegría en especial, como parecía pasarle a Milita. Escuchó la voz de Raúl tras ella.—Angélica.Se volvió y vio al muchacho con el semblante serio.—No quería ofenderte ahí dentro, mi comentario fue solo una broma.Ella se encogió de hombros y siguió caminando sin detenerse a ver si él la seguía. Al llegar a la cabaña metió la llave en la cerradura y forcejeó con ella incapaz de abrirla. Raúl se puso tras ella, su cuerpo demasiado cerca. Angélica se puso tensa y luego comenz&oa
Pablo estaba trabajando en el laboratorio, como casi todas las horas del día que no usaba en dormir, cuando recibió la noticia que esperaba a través del intercomunicador.Era noche de luna llena y ya se estaba desesperando al pensar que no llegaría, pero la voz del guardia a través del comunicador le hizo sonreír.—Déjale pasar, voy para allá.Estaba resultando un día muy fructífero. Tenía una gran noticia que darle a Martín y al resto de los muchachos, pero también sabía que esa noche Jandro se transfomaría y había algo que quería hacer antes de contarles las nuevas noticias a los chicos.Iba pensando en ello cuando vio el cuerpo alto y flaco de Efrén caminando hacia él de aquel modo desgarbado. Llevaba una mochila colgando de un hombro y se echó el flequillo rubio hacia atrás en aquel gesto tan ca
Martín le presentó a los otros chicos. Yarina también estaba, pero le explicó que ella era la novia de Jandro y no era un híbrido. Al llegar a Milita y darle la mano, Efrén sintió una extraña conmoción. Su mano se aferró con fuerza a la de la chica y no parecía quererla soltar. Angélica volvió a sentir que sobraba en el grupo. —Vamos, suéltala —dijo Raúl, un poco mosqueado, pero Milita le hizo un gesto para que no increpara al muchacho. Efrén había palidecido. Finalmente se soltó de la mano de Milita. Hacía unos minutos el doctor había puesto una de sus manos en su nuca, y esa misma imagen, pero de hacía quince años atrás, había acudido a su mente, cuando Pablo había golpeado en la puerta de su casa y su madre le había empujado hacia él. No importaba que hubiese llorado, el doctor le había sujetado por la nuca y se lo había llevado. El rostro de su madre acudió claro a su mente y Efrén se llevó las manos a la cara y se la tapó mientras c
Segunda parte de La fábrica, la leyenda del hombre sin dedos.Los cachorros híbridos, de Laura Pérez CaballeroAhora que los siete cachorros híbridos se han reunido comienza una nueva etapa en la que lo más importante es conseguir el gen que revierta su inmortalidad para librarles de un agonizante futuro repleto de dolores.Pero el Hombre sin dedos no está dispuesto a ponérselo fácil.Si has llegado hasta aquí te agradezco muchísimo el que hayas elegido mi novela para leerla. Espero que te esté gustando y así me lo dejes saber a través de tu valoración y algún comentario. Es muy importante para quienes escribrimos saber lo que el lector piensa sobre nuestra obra. Además de que siempre es un incentivo más para seguir escribiendo.Muchas gracias y disfruta a continuación de la segunda parte de La fábrica.
El silencio volvió a hacerse en la cabaña y todos observaron a Pablo, acompañado por aquel muchacho que, quien más quien menos, ya se había hecho una idea de quién era.El chico tenía una herida que partía del inicio de su cabello castaño y le llegaba hasta una de sus cejas. También lucía otra herida en uno de sus pómulos hinchado y traía la ropa sucia y destrozada. Sus ojos marrones se detuvieron un segundo en los de Angélica, que le miraba fijamente.—Creo que aunque no le hayáis visto nunca, todos imagináis quién es ¿no?Efrén pasó una mano sobre el flequillo largo y rubio y le dirigió una mirada a Raúl, a quien había asimilado, un poco, como el líder de los cachorros, a pesar de que al parecer el Alfa era aquel otro chico que se llamaba Jandro.—Me hago una ligera idea por l
Daniel estaba sorprendido de lo fácil que había resultado. Se lo había planteado a Ezequiel: se infiltraría y le contaría a aquel muchacho que tenían a su padre en la cueva. Se haría pasar por uno de ellos y le torturaría contándole lo mal que se encontraba su padre y que la única forma de que le inyectaran aquel maldito gen era que él se entregase. Tendría que ser sutil, pero sabía que el sentimiento de culpa haría el resto.La idea de golpearle para hacerlo más real fue de Ezequiel, claro, pero ni siquiera tuvo las agallas de hacerlo él mismo. También en eso les había mentido a los demás, había sido Ibrahim el que se había dado el gusto, sobre todo después de acumular rabia tras la paliza que había recibido de Jandro.Ahora, frente a todos aquellos chicos, pero más que nada, ante el recibimiento y acog
Angélica dejó que todos salieran delante y se encerró en el baño mientras Martín le mostraba algo de ropa a Daniel. Se miró en el espejo. Sus ojos estaban enrojecidos, se veía claramente que estaba a punto de echarse a llorar y no quería que los demás la vieran así. Siempre la había dado vergüenza mostrar debilidad. No quería ser como una niña o una princesa indefensa a la que mirasen como si fuese necesario cuidar. Sin embargo, a veces la apetecía rendirse, cuando se daba cuenta de que jamás se daban cuenta de sus sentimientos. Era muy frustrante sentirse ignorada solo por no ser capaz de mostrarse desvalida. Martín abrió la puerta del baño. —Perdona —se disculpó cohibido, al verla—, no me di cuenta de que te habías quedado, pensé que habías salido con los otros. —No importa, nadie se da cuenta nunca. Martín se quedó un segundo agarrado a la puerta, sin saber si salir o entrar. Al final, optó por lo último. Angélica se sentó en la taza del vá