Daniel bajaba los escalones que conducían a los sótanos en los que su padre había acondicionado los calabozos. El olor a humedad y podredumbre le hizo arrugar la nariz asqueado. Las escaleras eran de cemento sin pulir y las paredes parecían sudar.
Al llegar a la mansión, Ibrahim había entrado directo a sentarse en uno de los sillones del amplio salón. Daniel le había mirado incrédulo.—Tienes la foto en tu móvil.Daniel había sonreído un poco. Imaginaba a su padre hablando con Ibrahim, diciéndole que fuera él quien se encargara de ir a los calabozos a buscar a aquel hombre. Sí, su padre buscaba la forma de humillarle constantemente. Podía leer en su mente cada situación a la que él temía y le instaba a enfrentarse a ellas.Daniel levantó las manos mostrando las palmas.—Está bien —dijo, tratandoEl viejo de la cafetería vio pasar el coche de ventanillas tintadas que pertenecía al hombre sin dedos y movió la cabeza a uno y otro lado.Hacía unos minutos que habían salido Jandro y Yarina de la misma, en dirección a la Colonia.Iban caminando bajo el sol abrasador cuando Jandro se fijó en el elegante coche negro, con ventanillas tintadas, que circulaba lento por la carretera paralela al sendero que ellos habían tomado. Al momento de adelantarlos se detuvo y vio salir de él a un hombre con aspecto agresivo.Sin apenas darse cuenta, Jandro dejó caer la mochila que llevaba desde sus hombros al suelo.Ibrahim conducía el coche despacio por la carreta mientras observaba a dos muchachos por el sendero. Él llevaba una enorme mochila a la espalda y se le veía bastante afectado por el calor. De golpe, detuvo el coche y abrió la puerta sin darle tiempo a Dan
Al descender del Land Rover, en la Colonia, a Martín fue a la primera persona que vieron.Raúl le tendió una mano y el muchacho se la estrechó mientras sonreía hacia las muchachas.—Aquí está vuestro salvador, nenas —dijo con sorna.Angélica hizo un gesto de asco que no se le escapó a Martín. El muchacho alargó una mano hacia ella.—Era una broma, me llamo Martín.Angélica le estrechó la mano sin demasiada gana. Luego se volvió hacia Pablo.—¿Dónde nos vamos a instalar?El médico estaba cogiendo la maleta de la muchacha. Era la única que tenía equipaje, Martín y Milita habían llegado con lo puesto.—Vuestra cabaña está justo en el centro de la Colonia.Angélica hizo un gesto de sorpresa.—¿Nuestra ca
Al llegar a la entrada de la Colonia, Yarina se agarró del brazo de Jandro como si temiera enfrentarse a más transformados como el que acababan de dejar atrás.Dos hombres armados con fusiles salieron de una especie de cabina. Jandro levantó los brazos.—Soy uno de los híbridos —aclaró.Uno de los hombres bajó el arma cuando llegó a su altura. Vio los signos de violencia en el muchacho, los rasguños que Ibrahim había causado en el rostro y cuello de Jandro.—¿Qué te ha pasado, muchacho?—Hemos tenido un encuentro desagradable por el camino.El otro hombre aún les apuntaba con su fusil.—Dime tu nombre para avisar al doctor.—Mi nombre es Jandro.El hombre bajó el fusil y se alejó un poco de ellos mientras sacaba un interfono.—¿Cómo era? ¿Has podido
Ibrahim se apeó del coche y pegó un portazo. Otro de los hombres, apostado a la entrada de la cueva le miró con curiosidad e hizo un gesto burlón cuando pasó a su lado y le vio las magulladuras en el rostro.Daniel descendió del vehículo y abrió la puerta de atrás. El transformado tardó en ponerse en posición sentada y antes de poder salir, Ibrahim volvió a aparecer enfurecido y tiró de él arrastrándolo fuera del coche y haciéndole caer al suelo.Daniel se interpuso, el gesto duro de Ibrahim le imponía pero hizo acopio de valor y le enfrentó la mirada. Ibrahim golpeó el techo del automóvil con rabia justo cuando Ezequiel salía a ver lo que sucedía.—Ibrahim, basta.El hombre se giró hacia Ezequiel tratando de contener la rabia que acumulaba.—Era un puto Alfa.
Una sala de la cabaña, que habían usado como colegio en su día, era el lugar en el que habían tenido lugar las reuniones antes de que Ezequiel atacara La Colonia. Allí se encontraban reunidos el día que había sucedido todo, el día que Pablo había perdido a su mujer y había huido con los niños.Los chicos ya no parecían recordar nada. Excepto Milita, que reaccionaba olfateando, o con un ligero temblor ante estímulos que parecían traer recuerdos a su mente, el resto no percibía nada que le resultara familiar.Pablo, en cambio, les observaba ahora mientras iban tomando asiento y un remolino de emociones casi le hacía marear. Raúl no se separaba de Milita, pero Pablo veía las miradas que le dirigía a Angélica, mientras la muchacha no miraba, y se preguntaba cómo era posible que ni ella ni Milita parecieran darse cuenta de
Angélica salió la primera de la reunión y se dirigió a paso rápido hacia la cabaña que compartiría con el resto de híbridos. Miraba a su alrededor y trataba de buscar algún recuerdo en su cabeza, pero nada. Nada la llamaba la atención, nada le hacía sentir una angustia o alegría en especial, como parecía pasarle a Milita. Escuchó la voz de Raúl tras ella.—Angélica.Se volvió y vio al muchacho con el semblante serio.—No quería ofenderte ahí dentro, mi comentario fue solo una broma.Ella se encogió de hombros y siguió caminando sin detenerse a ver si él la seguía. Al llegar a la cabaña metió la llave en la cerradura y forcejeó con ella incapaz de abrirla. Raúl se puso tras ella, su cuerpo demasiado cerca. Angélica se puso tensa y luego comenz&oa
Pablo estaba trabajando en el laboratorio, como casi todas las horas del día que no usaba en dormir, cuando recibió la noticia que esperaba a través del intercomunicador.Era noche de luna llena y ya se estaba desesperando al pensar que no llegaría, pero la voz del guardia a través del comunicador le hizo sonreír.—Déjale pasar, voy para allá.Estaba resultando un día muy fructífero. Tenía una gran noticia que darle a Martín y al resto de los muchachos, pero también sabía que esa noche Jandro se transfomaría y había algo que quería hacer antes de contarles las nuevas noticias a los chicos.Iba pensando en ello cuando vio el cuerpo alto y flaco de Efrén caminando hacia él de aquel modo desgarbado. Llevaba una mochila colgando de un hombro y se echó el flequillo rubio hacia atrás en aquel gesto tan ca
Martín le presentó a los otros chicos. Yarina también estaba, pero le explicó que ella era la novia de Jandro y no era un híbrido. Al llegar a Milita y darle la mano, Efrén sintió una extraña conmoción. Su mano se aferró con fuerza a la de la chica y no parecía quererla soltar. Angélica volvió a sentir que sobraba en el grupo. —Vamos, suéltala —dijo Raúl, un poco mosqueado, pero Milita le hizo un gesto para que no increpara al muchacho. Efrén había palidecido. Finalmente se soltó de la mano de Milita. Hacía unos minutos el doctor había puesto una de sus manos en su nuca, y esa misma imagen, pero de hacía quince años atrás, había acudido a su mente, cuando Pablo había golpeado en la puerta de su casa y su madre le había empujado hacia él. No importaba que hubiese llorado, el doctor le había sujetado por la nuca y se lo había llevado. El rostro de su madre acudió claro a su mente y Efrén se llevó las manos a la cara y se la tapó mientras c