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LA FALSA ESPOSA DEL CEO
LA FALSA ESPOSA DEL CEO
Por: Jeda Clavo
Capítulo 1. Una trampa

Capítulo 1. Una trampa

Ethan Beckham, sentía la boca seca, su cabeza embotada, tenía la sensación como si estuviese en una burbuja, por más intentos de abrir los ojos estos parecían haber sido pegados con cola. Se giró del otro lado de la cama, y allí se dio cuenta de un cuerpo femenino desnudo debajo de él, la cual tenía el brazo fuertemente aferrado a su cintura, con una de sus manos rodeó su silueta esbozando una leve sonrisa.

Por un momento, frunció el ceño al darse cuenta de que no recordaba cómo llegó allí, una pizca de nervios recorrió su cuerpo, sin embargo, de inmediato logró tranquilizarse, la mujer entre sus brazos no podía ser otra que su esposa, pensó, ya tenían dos meses de casados, por eso no hizo ningún esfuerzo para levantarse, sin embargo, un par de minutos después se dio cuenta de su error, al escuchar el duro golpe de la puerta al abrirse y la voz histérica de su mujer.

—¡Maldi@ sea Ethan Beckham! ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! A mí que te he amado como a nadie… ¡Eres un miserable! No creas que esto se quedará así —expresó indignada.

Al escucharla, Ethan miró sorprendido a su lado y vio a una joven acostada junto a él, la cual no tenía idea de quién era, nunca la había visto en su vida, enseguida giró su vista a su esposa, la cual estaba por completo enfurecida.

—Madelaine amor… por favor déjame explicarte, no sé qué pasó aquí… esto no es lo que parece, yo… —empezó a decir tratando de recordar lo sucedido, pero es como si los recuerdos hubieran sido borrados de su mente de un solo plumazo e incluso sus palabras sonaron absurdas hasta para sus propios oídos.

La mujer lo miró con desagrado, se asomó en la puerta y gritó.

—¡Vengan! Pasen y vean al gran empresario y todopoderoso Ethan Beckham, revolcándose con una zorr@, ¡Poniéndome los cuernos! —vociferó alterada—. Vean y sean testigos de su infamia, mientras frente a la gente pregona que me ama y que soy su gran amor, por detrás se revuelca con otra —espetó con indignación.

Enseguida, animados por Madelaine, entraron a la habitación un gran número de reporteros, todos ocupados en sus manos con cámaras de videos y fotográficas, capturando imágenes y videos de la desnudez de Ethan y compañía.

Cuando Ethan se dio cuenta del circo que estaba montando la mujer a su alrededor, se encolerizó, porque nunca le gustó llamar la atención y le desagradaba las escenas y espectáculos, además, le parecía que se estaba pasando de la raya, además una leve sospecha se empezó a abrir paso en su interior.

Se levantó cubriendo la parte baja de su cuerpo con una sábana y caminó hacia los reporteros.

—¡Entrégame la cámara! —le exigió a uno de ellos, mas el hombre parecía inmune  a su petición—. ¡M@ldita sea! Te dije que me entregarás la cámara —repitió.

Como el hombre lo ignoró, el enojo de Ethan aumentó, con una mano se ajustó la sabana en la cintura y con la otra manoteó la cámara arrebatándosela para segundos después, estrellarla con fuerza contra el piso.

—¡Largo! —exclamó furioso mientras despojaba a dos más de ellos de la cámara partiéndola en pedazos. Sin embargo, no pudo evitar alcanzar a otros dos que lograron escapar.

Cuando quedó solo en la habitación con su esposa, dirigió su atención a ella.

—¿Por qué hiciste esto? ¿Qué necesidad tenías de traer a la prensa? ¿Querías desprestigiarme ante la opinión pública? —interrogó molesto.

—¡Tú te lo buscaste! —declaró desafiante mirándolo con una expresión que no denotaba ningún dolor por la traición, sino más bien satisfacción, frunció el ceño desconcertado.

—¿Qué es todo esto Madelaine?

—Beckham, ¿Eres tú el infiel y ahora pretendes culparme a mí y pedirme explicaciones? Estás equivocado Ethan Beckham rompiste nuestro contrato, ahora debes asumir las consecuencias, te enviaré a mi abogado para que me firmes el divorcio y me transfieras el 40% de tus bienes, yo no te pedí incluir esa cláusula aunque si la haré valer. ¡Hasta pronto esposito! —exclamó saliendo de la habitación.

—¡Maldit@ sea! —exclamó furioso apretando sus puños a un lado de su cuerpo—. Si esto fue una trampa Madelaine, no se va a quedar así… me la vas a pagar y te juro que desearás no haber nacido.

*****

Un par de meses después

Blake, miró la hora en el reloj de la mesa de noche, marcaban las dos de la madrugada, había estado en vela esperando la hora exacta para escapar, según decían esa la hora en que el sueño era más profundo, por lo cual su plan de escape tendría más posibilidades de éxito. Necesitaba salir de una vez por todas del control de Jarold Gates, no soportaba seguir viviendo un minuto más allí, teniendo que pedirle permiso para mover un pie y hasta para tomarse un vaso de agua con toda y su temperatura, se sentía asfixiada y no creía poder soportar más.

Abrió la puerta de su habitación para salir, apretó el bolso en sus manos, pegándolo a si pecho, lamentablemente, su huida se vio frustrada al chocarse con el cuerpo de uno de los dos hombres mal encarados,  parados en su puerta como si fueran dos caninos cuidando a su presa.

—¿Adónde cree que va señorita? —preguntó el hombre y la furia en el rostro de la chica no se hizo esperar, se giró sobre sus talones y regresó a la habitación.

—¡M@ldito Jarold Gates! ¿Cómo puedes ser tan insufrible? —expresó cerrando la puerta con fuerza, sintiéndose frustrada.

Observó a todos lado, se sentía como un animal enjaulado, y eso era lo que tenía, porque vivía en una jaula de oro, no tenía ningún derecho porque todos le fueron coartados por ese ser tan dominante e impulsivo, no sabía cómo podía existir gente que se creyera con poder para humillar y controlar a los demás.

Esperó una hora más, tomó su morral guardando el dinero y algunos objetos de valor y unos bistecs que metió en una bolsa como parte de su plan para sobornar a sus guardianes más severos, un documento de identidad y volvió a hacer el intento de escapar, esta vez lo hizo por el balcón, porque seguramente por allí no se lo esperarían.

Agarró una sabana y la sujetó de unos de los muros de un lado del balcón, la sujetó con fuerza, miró de nuevo a los lados y al no ver a nadie, decidió sujetarse de la sabana y deslizarse, cuando por fin se vio libre de la habitación, empezó a correr sobre la línea de árboles, hasta encontrarse en el lugar donde días antes dejó una bicicleta, aunque todo estaba oscuro se conocía muy bien el camino.

Se subió en ella y empezó a recorrer hasta una de las salidas del lateral derecho, la cual le quedaba más cerca y estaba menos custodiada, cuando transcurrieron unos veinte minutos, que ya estaba viendo de cerca la salida, aparecieron un par de perros oscuros parándose en su camino sin dejar de gruñirla.

—Hermosos perritos —pronunció con un poco de temor, porque estos caninos no eran amigables, los tenía Jarold para evitar la salida o entrada de intrusos, eran bastante fieros—. Les he traído unos ricos regalitos.

Enseguida abrió su bolso y comenzó a tirar los filetes de carne, los perros se debatían entre cumplir con su misión o salir corriendo hacia los deliciosos manjares. Ella alzó uno de los filetes y se bajó de la bicicleta.

—¡Oh que rico! Delicioso filete jugosito con sangre —expresó y allí los pobres animales perdieron contra su ingenio, se los tiró corriendo hacia la salida mientras ellos comían—. Se me olvidó decirles, tiene una pequeña dosis tranquilizadora que no les hará daño, solo dormirán por unos momentos, aunque nada que pueda afectarlos, lo siento, es necesario.   

Subió en el muro de la verja, no sin antes desconectar por un par de segundos la electricidad, utilizando un programa en su tablet, luego extendió su vista hacia los perros que se quedaron dormidos, le dio un poco de pesar, pero estaba segura de que en solo unos pocos minutos despertarían. Se lanzó al otro lado. Cuando se sintió libre empezó a correr como loca con toda la energía y adrenalina que despertaba en su cuerpo haber escapado, caminó hasta subirse en un bus y se bajó cuarenta minutos después en el centro de la ciudad, sintiéndose por completo aliviada.

Caminó un par de cuadras, reconociendo el lugar y buscando un hotel término medio donde pudiera esconderse, sin embargo, no había dado ni dos pasos, cuando un par de hombres tan grandes como los que estuvieron en la puerta de su habitación, aparecieron y con una expresión severa le ordenaron.

—¡¡Señora Beckham!! Ni se le ocurra escaparse, ¡Debe acompañarnos! El señor Ethan, está deseoso por volver a verla.

«Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece». Eurípides.

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