Ethan salió de su despacho como alma que lleva el diablo, con unas inmensas ganas de huir, porque no podía quedarse en el mismo sitio donde estaba esa mujer, no quería ni siquiera respirar su mismo aire, no entendía cómo después de haber tenido la capacidad de enloquecerlo de amor e inspirar ternura como nunca antes lo hizo, todo se transformara en ese profundo odio, solo deseaba verla destruida.
Llegó a su despacho ubicado en las instalaciones del edificio de Beckham innovation Genius, de mal humor, bueno… un poco más de lo acostumbrado.
—¡Cancela todas mis citas de hoy y mañana! Necesito que me consigas una reunión con los congresistas de la Cámara de Representantes por el estado de Nueva York, y otra con el senador Andrew —ordenó con sequedad a su secretaria
Cómo vio a la mujer continuar parada frente a él, sin ir a cumplir sus instrucciones, se exasperó.
—¿Me estás escuchando o acaso tienes algún problema en cumplir mis órdenes? —gruñó con una expresión de amargura.
—Señor, con todo respeto… no entiendo la finalidad de la reunión —mencionó la mujer sintiéndose un poco cohibida.
Ethan la miró de forma despectiva, le molestaban dos tipos de personas, las lentas que no tenían capacidad de análisis y las metiches, y al parecer su secretaria estaba dentro de las dos categorías, se apretó el puente de la nariz con frustración, respiró profundo y le contestó con un marcado sarcasmo en su voz.
—Con todo respeto… quién debe conocer la finalidad de la reunión soy yo y te aseguro que lo tengo muy en claro. Ahora por favor, ¡Retírate!
Se echó hacia atrás en un gesto de cansancio, se aflojó la corbata con frustración, no pudo evitar recordar las bofetadas que le metió la mujer «Definitivamente, Madelaine Lawson, se volvió loca», pensó, «Con ese gesto firmó su sentencia de muerte».
Apartó todos esos pensamientos, y se puso a hacer su propuesta para el congreso, relacionada con el proyecto de Ley para regular las actividades espaciales y sobre los estímulos que recibirían las empresas dedicadas a ese rubro por parte del Estado, y cuya discusión se estaba desarrollando en el subcomité del senado Sobre Ciencia y Espacio.
A él le convenía impulsar ese proyecto y convertirlo en ley, porque por algo poseía una de las empresas aeroespaciales más grande del país.
Luego de una hora, mientras seguía concentrado en el trabajo, unos toques en la puerta llamaron su atención.
—¡Pase! —exclamó y enseguida entró la secretaria con una expresión angustiada—. ¿Por qué esa cara? ¡Hable de una vez!
—Señor, no pude conseguirle la cita con el senador porque al parecer tiene unos asuntos importantes que atender, sin embargo, Jericó Jarold, quien le lleva la agenda al senador y también es integrante de la Cámara de Representantes, lo atenderá en el despacho del senador… a las siete de la mañana —concluyó la mujer temerosa de su reacción.
—¡¿A las siete de la mañana?! Yo no tengo citas a esa hora… ¿Acaso se le olvidó que esa es mi hora de dormir? —espetó molesto.
—No señor, pero era a esa hora o simplemente, no podían reunirse con usted, además, los representantes de la cámara, Jason y Andrew, son todos familias —explicó nerviosa.
—¡Qué nepotismo! ¡Políticos sucios! —exclamó indignado.
—En este caso no aplica señor… ellos han sido elegidos por votación universal, libre y secreta… —el rostro de desagrado del hombre hizo encoger a la chica del temor.
—¡Largo! —cuando la mujer salió, lanzó un portapapeles que terminó haciéndose añicos al impactar contra la superficie de la puerta.
Unas horas después, estaba concentrado terminando de ajustar su propuesta cuando recibió una llamada de su casa, la cual atendió en el acto.
—¡¿Qué pasa?! —respondió de mal humor por haber sido interrumpido
—Señor Beckham, debe venir rápido ¡Es urgente! ¡Es su esposa, se volvió loca!—de inmediato la línea se cortó del otro lado, sin dar ninguna otra explicación, lo que causó una mezcla de molestia y temor en el hombre.
—¡¿Ahora qué Diablos hizo esa loca?! —exclamó tomando la llave del auto y caminando al ascensor privado, al mismo tiempo que pegaba gritos llamando a la secretaria.
*****
Blake estaba furibunda, no dejaba de maldecir a Ethan y a todas sus ascendientes y futuros descendientes.
—¡Vas a comer polvo Maldit0 Ethan! Nadie se mete conmigo y sale de rositas, eso no se lo permito ni siquiera a los hombres de mi familia, menos lo haré contigo.
Se sentó en la cama mirando a todos lados, cada segundo la desesperaba más, se levantó pasando la mano por la pared, como buscando algo que pudiera utilizar para escapar de allí, no podía quedarse de manos cruzadas, los Borborigmos en su estómago le hicieron recordar que no había comido nada desde el momento cuando la secuestraron.
—¡Me arde el estómago! —se quejó, mientras llevaba una mano a su abdomen—. Esos idiotas no me han dado ni un solo bocado de alimento ¿Acaso piensan que vivo del aire? —se dijo mientras hacia una mueca al darse cuenta de que otro gruñido salía de su estómago.
De repente, mientras caminaba de un lado a otro, se le ocurrió una idea, aprovechándose del dolor en su estómago, empezó a llorar, lo hacía muy bien, porque tiempo después de eso descubrió que esa era la mejor arma en contra de los hombres, por lo menos así lograba más de los de su familia, caminó a la puerta y se acostó en el piso, asomó su boca y empezó a llorar.
—Por favor… tengan compasión de mí… necesito un poco de agua y pan… por favor, agua… pan… agua —repetía como un mantra, no supo cuánto tiempo lo hizo, solo rogaba, poder llamar a la compasión a quienes estaban allí a fuera.
«Aunque sí son como el tarado de su jefe, seguramente tus esperanzas son pocas», se dijo, sin dejar de lamentarse.
Se quedó callada, cuando escuchó unos pasos acercándose a la puerta, se levantó de prisa y se tiró en la cama, inclinando su rostro sin dejar de sollozar, cuando vio de reojo a un hombre entrando con una bandeja de comida, por un momento lo miró, colocando su rostro sufrido.
El hombre se acercó con una expresión de compasión.
«Definitivamente, esto es infalible ¡Tengo a este idiota rendido!», se dijo mentalmente, mientras su conciencia bailaba al ritmo de la danza del vientre, rebosante de alegría porque por fin estaría libre. «Vamos Blake, déjate llevar por el instinto, recuerda la literatura erótica y ponla en práctica».
Se secó las lágrimas mientras él ponía la bandeja en la cama.
—Muchas gracias, es usted muy amable… me ha salvado —se levantó y besó la mejilla del hombre, haciéndolo sonrojar.
—Espe…ro le guste —habló el hombre tartamudeando porque lo puso nervioso.
—Si es tan rico… como te ves tú —señaló metiéndose varias papas fritas en la boca mordisqueándola, al mismo tiempo batiendo las pestañas de manera seductora.
Luego se levantó, pasó su mano por el cuello, mientras acercaba su rostro al del hombre y con la otra mano descendía desde la pretina del pantalón.
—¡No señora! Por favor, no haga eso… no está bien —susurró el hombre casi sin aliento.
Blake, bordeaba la bragueta del hombre, evitando justo su zona íntima, pues su intención no era intimar con él, sino provocarlo. El hombre palideció, vio a la puerta, nervioso, segundos que aprovechó Blake, tomó la bandeja rápidamente y se la estrelló en la cabeza con fuerza haciéndolo desmayar.
Cuando cayó al suelo, tomó el arma de su cintura y salió corriendo de la habitación mirando a todos lados, cuando bajó las escaleras, vio a dos guardaespaldas que intentaron sacar el arma, pero ella les disparó cercano a los pies.
—Dejen las armas en el suelo y tírenla con el pie hacia mí o juro que el próximo tiro, irá a parar en sus rodillas —. Ante la amenaza de la chica, los hombres cumplieron sus instrucciones.
Colocaron las armas en el suelo y las lanzaron con los pies hacia ella, quien las recogió sin dejar de apuntarles, mientras la metía por la pretina de su pantalón.
Las mujeres de servicio intentaron salir y ella disparó al techo, provocando que un trozo se desprendiera.
—No estoy jugando, si se atreven a seguirme, no les irá bien. Denme la llave de un auto, todos se miraron unos a otros.
—No tenemos llaves, señora, debe pedírselas al chofer si lo encuentra fuera.
Volvió a disparar al suelo y ellos siguieron manteniendo su palabra de no tenerla, no le quedó otra alternativa, sino salir corriendo por la entrada principal, no había un solo auto, sintiéndose frustrada, comenzó a correr por la carretera, porque no tenía idea de las salidas y las entradas de esa propiedad y a pesar de tener más posibilidades de ser encontrada tomando esa vía, no tenía ninguna otra alternativa. Sintiendo la adrenalina corriendo por sus venas siguió corriendo con la pistola en las manos.
No supo cuánto tiempo corrió, mas cuando vio la verja próxima, la alegría surgió de manera renovada en su interior, como un impulso, solo estaba a pocos metros, por un momento su conciencia quiso avisarle que algo extraño estaba sucediendo, sin embargo, su deseo por escapar era tanto que no le hizo caso, cuando llegó a la entrada, justo cuando estaba abriendo la puerta, sintió ser apuntada en la cabeza y una voz que erizó todo su cuerpo.
—¡Quieta! ¡Ni se te ocurra moverte!
«Un guerrero de la luz que confía demasiado en su inteligencia acabará subestimando el poder de su oponente». Paulo Coelho.
Ethan no pudo evitar la corriente de placer recorrerlo al darse cuenta de que el intento de escape de la mujer fue infructuoso.—¡Anda! ¡Muévete! Que solo estoy buscando una excusa para meterte una bala en la cabeza —espetó el hombre sin ocultar el desagrado por la mujer.Sin embargo, ante sus palabras, ella permaneció inmóvil, sintió como el hombre con una mano le quitó el armamento, colocándoselo en la pretina del pantalón, y con la otra seguía apuntándola; luego la revisó exhaustivamente, primero encontró las dos armas en su cintura, se las quitó y las metió en sus propias ropas. Después comenzó a requisarla, pasando su mano desde el nacimiento de los senos, por las costillas hacia su vientre.—O dejas de mover tu m4ldita mano en mi humanidad, o juro que voy a agarrártela y triturártela hasta que no te que
Blake trataba de liberarse, movía su cabeza de un lado a otra como una posesa, el miedo trataba de paralizarla, mas su mente le decía que no se diera por vencida, la obligaba a luchar porque de lo contrario ese hombre terminaría abusando de ella, las lágrimas quemaban sus ojos amenazando por escapar, su pecho se oprimió, pero no era solo físico era como si algo desde el interior la estuviera presionando con fuerza.—¡¡Suéltame imb3ecil!! Juro que si no me sueltas agarraré tus mochilas y te las arrancaré… —caía en la desesperación porque sus amenazas eran en vano, Ethan le rompió la blusa, le bajó un poco los pantalones y pasaba sus manos por sus pechos mientras con su boca lograba cubrir uno—. ¡No! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡¡¡Por favor ayúdenme!!!Gritaba mientras contoneaba su cuerpo tratando de quit&aacu
Blake se quedó sin moverse, rogando para que no se diera cuenta de que estaba despierta, escuchó cada una de sus palabras y le parecieron bastante emotivas, además, haber escuchado a las enfermeras hablar sobre todo lo que le hizo su esposa, causó un poco de sensibilización en ella, por lo menos ya no quería matarlo, siempre y cuando no volviera a atacarla, porque de lo contrario no respondería de sus actos.—Madelaine, debes despertarte y ponerte bien, cuando lo hagas hablaremos… no te obligaré a nada, si quieres permanecer junto a mí lo respetaré, si quieres irte de mi lado también te lo permitiré. ¡No voy a obligarte! —pese a expresar esas palabras, no creía capaz de poder cumplirla, esa mujer provocaba demasiadas sensaciones contradictorias, en un momento quería matarla, otra besarla, al otro momento destruirla y esa fluctuación de emociones no
Ethan salió de la habitación con esa extraña sensación en su pecho, no quería irse y dejarla allí, si por él fuera, se la llevaría consigo. Las palabras de Madelaine, se repetían una y otra vez, como una especie de mantra, en su mente, y eso le hacía surgir múltiples preguntas «¿Por qué se comporta de esa manera? ¿Será que perdió la memoria? ¿Cómo se explica que desde que la encontraron en Los Ángeles, ella siga repitiendo que no es Madelaine, si no otra persona?» Sin embargo, no podía entender por qué razón cuando le preguntaban su supuesto nombre, se negaba a decirlo «¿Y si tuviera razón y no es Madelaine? ¿Por qué se parecerían tanto? ¿Son gemelas o son unas de esas coincidencias con pocas probabilidades en que te consigues con una persona igual a ti?», pens&oacut
El senador Andrew Jarold, se despidió de Ethan y salió a una de las otras salas ubicadas en el mismo piso, se pasó la mano por la cabeza en un gesto de preocupación, no podía dejar de pensar en su hija.—¿Será que he sido muy duro con Blake? Pero es que no podía ser de otra manera, existen demasiados peligros, solo estoy tratando de protegerla. ¿Podrá ser Schimer capaz de controlarla? Es un hombre muy estricto ¿Será que ella sería capaz de amoldarse a él? Y si no lo hace, ¿Será Schimer capaz de golpearla? —expuso en voz alta, mientras pensaba, cuál sería la decisión correcta.Apenas entró a la sala, vio al senador Marlon Schimer, sentado con una expresión fría, era un hombre de aproximadamente cuarenta años, muy inteligente, bastante dominante y su principal ventaja es que contaba con el mayor reconocim
Eso no podía estarle pasando, su papá la había dado en matrimonio «¿Acaso ese viejo tonto, me ofreció a cambio del apoyo en pleno del partido Republicano?»Blake no podía creerlo, se sentía como si un gigante la hubiese agarrado y aplastado con su pie, como si ella fuera una asquerosa e insignificante cucaracha.«¿Me entregó? ¿Mi papá me entregó a ese hombre?» No podía creerlo su padre a pesar de ser estricto, siempre le demostró que la amaba, era un poco retrógrada, sin embargo, era cariñoso, protector, jamás lo hubiese creído capaz de venderla.Caminó sosteniéndose de la pared, sintió arcadas que todo le daba vuelta, al mismo tiempo las lágrimas rodaban por sus mejillas. Ingresó de nuevo al baño, entró en uno de los cubículos y empezó a llorar.—¿Por qué papá? ¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Acaso no te importo? ¿Tan poco soy para ti?Ella siempre era fuerte, dura, no se dejaba intimidar por nadie, incluso cuando la ofendían, muchas veces se hacía la que no le dol
Blake iba en silencio, recostando su cabeza del asiento, se sentía un poco nerviosa haciéndose muchas preguntas.«¿Cómo va a ser la reacción de los guardaespaldas cuando me vean llegar?» Se dijo tratando de calmar su ansiedad.El taxi se paró frente al hospital, ella pagó el importe y caminó hacia el interior de la clínica, nadie le prestó atención, por lo cual sus pasos eran firmes y seguros, cuando llegó al pasillo donde estaba su habitación, los hombres se quedaron viéndola sorprendidos.—Señora Madelaine, ¿Regresó? ¿Dónde estaba? ¿Por qué se fue? La hemos estado buscando por todas partes. El señor Anniston y su esposo están bastante molestos —mencionaban los hombres a su paso, no obstante, ella hizo caso omiso de sus palabras y entró a la habitación, sin responderles.<
Madelaine veía a Boris buscar como loco por toda la habitación, abría el closet sacando y tirando todos los cajones en el suelo, carteras, revisaba debajo del colchón, no dejaba un solo espacio de la pequeña habitación sin buscar.—¡¡¿Dónde tienes el dinero?!! M4ldita sea dime ¡¡¿Qué lo hiciste?!! Si no me dices dónde está voy a golpearte hasta hacerte confesar —vociferó de manera peligrosa.Madelaine respiró profundo, vio al hombre encolerizado y la terrible realidad la arropó, «No está conmigo porque me ama, si no por todo el dinero que puedo conseguirle».—¡Dime! ¿Dónde tienes más dinero?—No tengo, ¡Ya no tengo! —gritó cansada.Fue en ese momento que sintió como la carne de su rostro fue impactada por los puños de