92. Maquivelica

—Gracias por contarmelo, Aurora —Angelina se mantiene calmada. En el fondo sabe perfectamente que la situación de Damiana es algo que la sigue a dónde quiera que vaya—, conozco muy bien la clase de mujer que es Damiana.

Aurora se limpia sus lágrimas.

—¿No estás…molesta…?

Angelina busca su mano, y con un ligero apretón le expresa, con calma.

—Yo no soy quién para juzgarte o para no perdonarte, Aurora…—Angelina le comparte una de sus miradas más sinceras—, siempre te dejé en claro que quería ser cercana a ti, buscaba la forma, aún cuando me odiabas. Eres hija de mi esposo, y como nada quiero que sean cercanos. Pero también deseaba eso conmigo. Supe que…a lo mejor creías que iba a ser un reemplazo de tu madre. Pero no es así. Lo que quería era que me vieras como una amiga, como alguien con quien te sintieras segura de opinar algo, o salir de compras. Una amiga —se toma un momento—, no pedía nada más. Y que me digas esto me demuestras que no eres una joven egoísta como la gente debe creer
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