Ese día que se marchó, dejando el hospital, el daño colateral lo mantuvo por un momento también en la inconsciencia. Mientras salía a tambaleos del hospital, sin tratar de conectar con el mundo terrenal Giancarlo se sintió en un agujero frívolo donde no existía alguna emoción.La había perdido. El miedo hizo lo que tenía que hacer. Una vez más, pero peor. Ambos…Le habían arrebatado a ambos. Fue tanto la condición de consternación de mirar a su esposa desangrarse y por un momento sin verla moverse que lo dejó sin habla, como si hubiese renunciado enteramente a seguir vivo.Sin Angelina, no era nadie…Pero saber lo de su hijo…la propia penuria lo llevó al borde. Lo lanzó al precipicio.Ese día, sus hombres estaban afuera del hospital a cualquier órden que diera, y uno de ellos le entregó su bastón, lo cual tomó con fiereza, montándose en el auto, conduciendo de vuelta al hotel. Mirada vacía, sentimiento frívolo, desolado, sin nada, desierto. Por alguna extraña razón sentía que debí
La recuperación de su herida duró por lo menos dos semanas más, donde a Angelina se le prohibió salir o hacer esfuerzos mínimos, por lo que resultó imposible que Giancarlo la dejara salir como tanto ella pedía, y en realidad no podía averiguar si realmente estaba devuelta en su mente.Angelina estaba sin vida. Genoveva iba cada mañana a ver a su hija postrada en la cama. Siempre con el rastro de lágrimas en su rostro pero en silencio.—Angelina —Genoveva una vez dejó la bandeja de desayuno junto a Issie, con esa mirada pesarosa por ver a la señora de esa forma—, hija, tienes qué comer. Te preparé tu comida favorita.—No quiero comer. Por primera vez la oían hablar. Era una voz grave y profunda, haciendo eco en la habitación y enviando escalofríos a las dos mujeres presentes.—Hija, pero-—Quiero estar sola —Angelina cerró los ojos. Sostenía en su mano un marco de fotos donde sólo aparecía su bebé. Luego se hizo un ovillo en la cama y no volvió a decir algo más. Issie y Genoveva se
Angelina está en la oficina de Giancarlo. Luego de cuatro meses de búsqueda siguen en lo mismo, apenas teniendo un vistazo de una de las cámaras en un pueblo cercano a Nápoles donde se le vio a Marcelo.Lograron confirmar su estadía en el hotel pero perdieron su rastro. El malnacido sigue afuera jugando con su paz mental y con la poco de estabilidad que le queda. Su mente está lejos de calmarse. Sólo estrés, preocupación. Como si nadar tanto no funcionara porque el mar es infinito y sin horizonte.Ya es miedo lo que su cuerpo toma como una emoción principal. Desde que dejó de sentir la cálidez de su pequeño entre sus brazos ya nada volvió a ser lo mismo. Frustrada se toma de la cabeza, moviendo la pierna y haciendo resonar su tacón.Se levanta, toma su bolsa y sale tanto de la oficina como de la mansión en un coche privado. Giancarlo se molestará pero tiene que seguir. Cada segundo, cada hora, cada día lejos de su hijo pérdido desgarra la paz de ambos. Giancarlo tampoco ha dejado de
Lo que ahora siente Angelina va más allá de la sorpresa. Es incredulidad. Casi de forma instantánea su cuerpo intenta procesar lo que acaba de escuchar dando un paso hacia atrás y mirando a Arabella fuera de sus cabales. —¿Qué acabas de decir? Eso no puede ser posible… —Sé que no me crees, Angelina. Pero es la verdad. Marcelo es hijo de Carlo Sorventi y tengo pruebas, pero no están aquí sino en Florencia. Lo que te he traído hoy es una grabación, que ya se la entregué a tu esposo —Arabella se coloca su bolso en su hombro—, también aparecen Vicente y Gabriel Mancini. Arabella se acerca a una Angelina anonadada. —Carlo Sorventi fue mi amante, y logré escuchar muchas cosas cuando estaba con él. Así fue que conocí a Marcelo y esa verdad la escuché a sus espaldas. —¿Mi padre es el padre de ese…imbécil? —sus ojos vuelan hasta Giancarlo—, ¿Era mi hermano…todo este tiempo? La oscuridad en la mirada de Giancarlo se hace presente. —Ese hombre no es tu hermano —replica Giancarlo. —A
—¿Y la pequeña bebé también es su hija? Desde el momento en que Angelina le pregunta el nombre a la mujer, le ofrece sentarse en su mesa, aún cargando al niño. Para sorpresa de Angelina el bebé se queda tranquilo, con la atención en su pelota roja. —También, señora —responde Fabrizia con una sonrisa tímida—, una enorme disculpa por Paolo, él realmente es muy inquieto, no se queda en un solo sitio. Y llegó a parar a usted. Angelina muestra una sonrisa bajando la mirada hacia el pequeño en su regazo. Lo admira un poco más notando pequeños detalles como su nariz respingada y largas pestañas negras. —Está todo bien. ¿Estaba muy lejos de aquí? —No, señora. Estaba justo en ésta cafetería —Fabrizia señala la tienda donde Vittoria desapareció. Cuando Fabrizia se queda viendo un poco más mientras Angelina no deja su sonrisa hacía Paolo,comienza igual de tímida—, señora Mancini. Angelina alza sus ojos. —¿Sí? ¿Cómo conoce…? —Usted no me recordará, señora. Pero yo trabajé e
Angelina y Vittoria se bajan en nada más que en el patio de Il Ranch.Un fuerte vacío en el estómago azota a Angelina de pies a cabeza, con un ligero malestar que ya tensa sus hombros e incluso le hace difícil la tarea de no pensar en algo más que la rabia. Odia éste lugar. Vittoria se acerca por lo que también comienza a caminar junto a ella.¿Dónde está Giancarlo? —¿Quién más estará aquí? —pregunta Angelina, sosteniendo una cartera de mano. Usa un pantalón de vestir tiro alto y una blusa satinada que acompaña con stilettos negros. Ha notado un par de autos más, dando alusión de que quizás habrá más gente de la que creyó. —Considerando que es un almuerzo de caridad de los empresarios de la ciudad, puede ser que varios de ellos—Vittoria hace tiempo que dejó de vivir aquí. Tomasso es quién vive en Il Ranch.—Mm, peor entonces —Angelina agradece al mayordomo que abre las puertas para que las dos mujeres entren—, quiero salir de esto rápido. —Los fantasmas vuelven. Miren a quien ten
Y aún así sus ojos no se apartan del pequeño frente a él, como si su mente le estuvies jugando una mala broma a la cual se aferra con todas sus fuerzas. El niño está tan tranquilo que no se remueve entre sus brazos, y la mirada tierna que posee el pequeño le genera lo mismo que le genera ver los hermosos ojos de su esposa. En completo silencio, anonadado, Giancarlo observa con delicadeza al pequeño. Sólo ha durado una fracción de segundo tenerlo en sus manos cuando oye un llamado que le quita la total atención del niño. Se trata de Angelina. —¿Giancarlo? ¿Por qué tardas tanto? Tenemos que ir a la reunión con el oficial de la guardia costera- Angelina está buscando algo en su cartera pero al alzar la mirada hacia Giancarlo, se calla de golpe, y más ahora que divisa a nada más ni nada menos que al pequeño niño en brazos de su esposo. Sorprendida y con una pequeña sonrisa, divisa al nene que reconoce de una vez, acercándose con una sonrisa. —Paolo —expresa Angelina llegando hac
—Has cambiado demasiado, querida. Bastante —Damiana le toca sonreír, dejando su cartera en su regazo. Se mantiene con la espalda recta, observando con los ojos de cazador a su nieta, quien no se inmuta por su reacción inevitable—, no eres la misma Angelina que conozco.—Cierra la boca. ¿Qué es lo que quieres? —Angelina la interrumpe, irritada por tener aquí y ahora a ésta mujer que no hace sino aumentarle las ganas de venganza, las ganas de incluso destruirla sin una pizca de piedad—, habla.Damiana se pasa la mano por su cabello rubio con suavidad, y aunque no deja su sonrisa, suspira. —Debido a tus decisiones del pasado nuestra familia ha tenido que lidiar con las habladurías, con los chismes. No escucho sino barbaridades de ti, querida. Nuestra familia ha caído muy bajo en su reputación. Una mujer que se mete con el tío de su ex, que se casa por interés, que le es infiel, y aparte una mala madre…no te imaginarás lo famosa que eres en ésta ciudad. Pero no…por una buena causa —Damia