Angelina y Vittoria se bajan en nada más que en el patio de Il Ranch.Un fuerte vacío en el estómago azota a Angelina de pies a cabeza, con un ligero malestar que ya tensa sus hombros e incluso le hace difícil la tarea de no pensar en algo más que la rabia. Odia éste lugar. Vittoria se acerca por lo que también comienza a caminar junto a ella.¿Dónde está Giancarlo? —¿Quién más estará aquí? —pregunta Angelina, sosteniendo una cartera de mano. Usa un pantalón de vestir tiro alto y una blusa satinada que acompaña con stilettos negros. Ha notado un par de autos más, dando alusión de que quizás habrá más gente de la que creyó. —Considerando que es un almuerzo de caridad de los empresarios de la ciudad, puede ser que varios de ellos—Vittoria hace tiempo que dejó de vivir aquí. Tomasso es quién vive en Il Ranch.—Mm, peor entonces —Angelina agradece al mayordomo que abre las puertas para que las dos mujeres entren—, quiero salir de esto rápido. —Los fantasmas vuelven. Miren a quien ten
Y aún así sus ojos no se apartan del pequeño frente a él, como si su mente le estuvies jugando una mala broma a la cual se aferra con todas sus fuerzas. El niño está tan tranquilo que no se remueve entre sus brazos, y la mirada tierna que posee el pequeño le genera lo mismo que le genera ver los hermosos ojos de su esposa. En completo silencio, anonadado, Giancarlo observa con delicadeza al pequeño. Sólo ha durado una fracción de segundo tenerlo en sus manos cuando oye un llamado que le quita la total atención del niño. Se trata de Angelina. —¿Giancarlo? ¿Por qué tardas tanto? Tenemos que ir a la reunión con el oficial de la guardia costera- Angelina está buscando algo en su cartera pero al alzar la mirada hacia Giancarlo, se calla de golpe, y más ahora que divisa a nada más ni nada menos que al pequeño niño en brazos de su esposo. Sorprendida y con una pequeña sonrisa, divisa al nene que reconoce de una vez, acercándose con una sonrisa. —Paolo —expresa Angelina llegando hac
—Has cambiado demasiado, querida. Bastante —Damiana le toca sonreír, dejando su cartera en su regazo. Se mantiene con la espalda recta, observando con los ojos de cazador a su nieta, quien no se inmuta por su reacción inevitable—, no eres la misma Angelina que conozco.—Cierra la boca. ¿Qué es lo que quieres? —Angelina la interrumpe, irritada por tener aquí y ahora a ésta mujer que no hace sino aumentarle las ganas de venganza, las ganas de incluso destruirla sin una pizca de piedad—, habla.Damiana se pasa la mano por su cabello rubio con suavidad, y aunque no deja su sonrisa, suspira. —Debido a tus decisiones del pasado nuestra familia ha tenido que lidiar con las habladurías, con los chismes. No escucho sino barbaridades de ti, querida. Nuestra familia ha caído muy bajo en su reputación. Una mujer que se mete con el tío de su ex, que se casa por interés, que le es infiel, y aparte una mala madre…no te imaginarás lo famosa que eres en ésta ciudad. Pero no…por una buena causa —Damia
Las manos de Angelina siguen aferradas al pequeño Paolo quien descansa su cabeza en su pecho. Mirando a Giuseppa siente algo extraño dentro de ella, como si…aquel día en el que estuvo al borde de la muerte fuese algún presagio de lo que vendrá. Por esa razón siente una pequeña sospecha de verla luego de tanto tiempo buscándola, creyendo que podía encontrarla con la ayuda de Eron.—He estado buscándola por mucho tiempo, Giuseppa. Por mucho tiempo —Angelina traga saliva, colocando su mano con delicadeza en el cabello negro de Paolo. En estos momentos no lleva gorro—, y Dios, perdóneme. Creí que se trataba de alguien más. Es que Fabrizia, su mamá, trabaja para mí y justo hoy lo vi, ésta mañana. Nunca creí que usted fuese la…amiga que la ayudaba con sus pequeños. Giuseppa parece sonreír con pesar, mirando al pequeño Paolo sosteniéndose de aquella mujer…Es algo que la deja sin decir una palabra. Pero suspirando, Giuseppa le dedica otra sonrisa.—¿Buscarme, señorita? —Giuseppa pregunta—,
En el copiloto, Angelina seguía cargando con la delicadeza que no se había ido de sus manos al sostener al pequeño Paolo.Giancarlo era quien manejaba concentrado en la autopista hacia su casa. El pequeño Paolo no tenía su chupete así que tenía un puchero sobresalido en el pecho de Angelina. No lo dejaba de mirar, tan pequeño y con esas mejillas sonrojadas que le daban ese toque de ángel, de un precioso muñeco de porcelana. —No me gustó lo que dijiste sobre Giuseppa —finalmente Angelina miró a Giancarlo con seriedad—, te guste o no iré hablar con ella. Yo confío en ella así que no vuelvas a decir algo así de ella. Me salvó. Salvó a tu esposa.Giancarlo tenía sus ojos entrecerrados. Giró el rostro para verla, y luego bajó hacia Paolo, pacifico en su lugar. Volvió la mirada hacia la calle.—No confío en nadie en estos momentos —respondió Giancarlo.—Pero eso no te da el derecho de haberla tratado así —Angelina no estuvo convencida de lo que Giancarlo dijo y mucho menos su extraña acti
Giuseppa agarra su mantel con fuerza, aguantando la respiración que no sube hacia su mente.—Señor Mancini, primero debe oír cada cosa que ya le diga. A usted y a su esposa. —No quiero oír nada. ¿Desde cuándo lo sabía? —Giancarlo se queda en su sitio, destilando la gran rabia apoderándose de él y explotando luego de ocultarle lo que su corazonada le decía a su esposa—, ¿¡Desde cuándo?!Giuseppa no se mueve de dónde está. Tan sólo traga saliva con su quijada a lo alto, manteniendo en todo momento la calma. —Sólo diré lo que tendré que decir si su esposa está también presente —Giuseppa se quita el mantel dejándolo en la mesa conjunta a ella—, no antes…Giancarlo toma todo el aire que necesita para evadir cualquier pensamiento que cruce más allá de sus barreras. Agarra con fuerza la manga de su bastón afincandose en ella. Existe cierto dolor en la parte baja de la columna cada vez que dura más tiempo de pie de lo previsto pero ni siquiera eso logra que evite la pesadez mezclándose con
Lo que despoja a Angelina de mantenerse totalmente tranquila es que sigue corriendo hacia la mansión siendo llamada por Fabrizia una vez la observa desaparecer. Pese a sentir que está en la cuerda floja donde un sólo paso la tamborilea y le evita que dé un paso más sigue corriendo. Al observar que el cuarto donde Fabrizia había dejado a los niños está abierto y Paolo no está ahí. Se apoya del umbral de la puerta sintiéndose despojada del aire y de la calma. ¿Acaso se está imaginando las cosas? ¿Es un sueño o es una pesadilla? Jadeante, Angelina retrocede temblorosa fijándose en el camino hacia el jardín. —¿Dónde está…? ¿Qué…?—¡Señora! —Issie arremete su voz en el pasillo llamando la atención de muchos en éste lugar incluidos a los trabajadores que ya no están en su hora laboral—, el señor Mancini acaba de llegar. ¡No ha venido solo!Angelina une las palabras de Issie con su mente abollada en el desaliento. Exasperada observa a Issie con los ojos abiertos. Luego, mirando hacia el
—27 años atrás —“—¿Por qué le hiciste eso a tu hija? ¡Era tu nieto! La voz llena de rabia repercutió en la oficina sin ruido. Sólo se escuchó aquellas desgarradoras palabras que exigían una enorme explicación. No sólo se trataba de rabia, sino de resignarse a saber que el mismo día que se enteró que la mujer que amaba estaba embarazada, también ella había perdido al bebé.Creía que éste hombre aparte de hacer la vida de la mujer que quería un infierno, prohibió rotundamente que su hija se casara con un hombre como él. No sólo sin un apellido de renombre y sin títulos, sino un malhechor pobre de Florencia con rumor de ser un sicario. —¿Acaso tengo que darle explicación a un insolente cómo tú? Sé quién eres y sé a quién le trabajas. Jamás dejaría que mi hija estuviera con un asesino como tú —Stefano De Santis logró terminar la frase mientras caía al piso con la herida de bala en su vientre—, no iba a manchar nuestro nombre con un bastardo.—¿¡En dónde está?! —gritó lleno de furia el