107. El calor de una madre
En el copiloto, Angelina seguía cargando con la delicadeza que no se había ido de sus manos al sostener al pequeño Paolo.

Giancarlo era quien manejaba concentrado en la autopista hacia su casa.

El pequeño Paolo no tenía su chupete así que tenía un puchero sobresalido en el pecho de Angelina. No lo dejaba de mirar, tan pequeño y con esas mejillas sonrojadas que le daban ese toque de ángel, de un precioso muñeco de porcelana.

—No me gustó lo que dijiste sobre Giuseppa —finalmente Angelina miró a Giancarlo con seriedad—, te guste o no iré hablar con ella. Yo confío en ella así que no vuelvas a decir algo así de ella. Me salvó. Salvó a tu esposa.

Giancarlo tenía sus ojos entrecerrados. Giró el rostro para verla, y luego bajó hacia Paolo, pacifico en su lugar.

Volvió la mirada hacia la calle.

—No confío en nadie en estos momentos —respondió Giancarlo.

—Pero eso no te da el derecho de haberla tratado así —Angelina no estuvo convencida de lo que Giancarlo dijo y mucho menos su extraña acti
andreyflor

¡Muchas gracias por llegar hasta aquí! He estado pensando que quizás...talvez...¿Podamos tener una historia de la segunda generación...? ¿Tal vez, quizás, puede ser posible? ¡Quién sabe! Quizás sí, quizás no. ¿Quién tendría las riendas de esa historia? Pista: un hermoso muñeco de porcelana. ¡Tal vez, nadie sabe! jaja, No se pierdan los próximos capítulos. ¡Pronto con nuevas noticias! Gracias por llegar hasta aquí otra vez, encantada con su apoyo a ésta historia. No les mentiré, ya me está pegando en mi corazoncito porque ya no falta nada para que se acabe y me pongo muy sentimental cuando tengo que despedirme de mis personajes. Nos vemos en los maratónes siguientes. ¡Muchas gracias! ❤️

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