111. La desolada melancolía

Lorenzo “El Don Nadie…”

Alguien que quería ser alguien.

Sus ojos azules son uno con el tono rojo de sus ojos cristalinos. Asegura entre sus brazos a su bebé sin dejar de atisbar a Giussepa quien ya termina el relato con ojos decepcionados, un rostro plagado por los recuerdos dolorosos y un corazón roto por sentir el mismo dolor que un corazón que pertenece a una madre.

El pestañeo en los ojos de Angelina le permiten a las lágrimas deslizarse en las mejillas que ya están bañadas de las mismas.

El aturdimiento vuelve al cuerpo de Angelina de forma vasta, como si tocara con suavidad sus mejillas, pero no es algo por lo que siente enojo o algo parecido. Lo único que profundiza sus ojos abiertos por el relato que suena demasiado irreal para creerlo es la entrega de otro anhelo.

El cariño de un padre.

Angelina coloca los ojos temblando, es decir que pestañean una y otra vez dejándole a la mente que se tome su tiempo para procesar todo lo que escuchó.

¿Su padre?

Aún recuerda las palabr
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