En el copiloto, Angelina seguía cargando con la delicadeza que no se había ido de sus manos al sostener al pequeño Paolo.Giancarlo era quien manejaba concentrado en la autopista hacia su casa. El pequeño Paolo no tenía su chupete así que tenía un puchero sobresalido en el pecho de Angelina. No lo dejaba de mirar, tan pequeño y con esas mejillas sonrojadas que le daban ese toque de ángel, de un precioso muñeco de porcelana. —No me gustó lo que dijiste sobre Giuseppa —finalmente Angelina miró a Giancarlo con seriedad—, te guste o no iré hablar con ella. Yo confío en ella así que no vuelvas a decir algo así de ella. Me salvó. Salvó a tu esposa.Giancarlo tenía sus ojos entrecerrados. Giró el rostro para verla, y luego bajó hacia Paolo, pacifico en su lugar. Volvió la mirada hacia la calle.—No confío en nadie en estos momentos —respondió Giancarlo.—Pero eso no te da el derecho de haberla tratado así —Angelina no estuvo convencida de lo que Giancarlo dijo y mucho menos su extraña acti
Giuseppa agarra su mantel con fuerza, aguantando la respiración que no sube hacia su mente.—Señor Mancini, primero debe oír cada cosa que ya le diga. A usted y a su esposa. —No quiero oír nada. ¿Desde cuándo lo sabía? —Giancarlo se queda en su sitio, destilando la gran rabia apoderándose de él y explotando luego de ocultarle lo que su corazonada le decía a su esposa—, ¿¡Desde cuándo?!Giuseppa no se mueve de dónde está. Tan sólo traga saliva con su quijada a lo alto, manteniendo en todo momento la calma. —Sólo diré lo que tendré que decir si su esposa está también presente —Giuseppa se quita el mantel dejándolo en la mesa conjunta a ella—, no antes…Giancarlo toma todo el aire que necesita para evadir cualquier pensamiento que cruce más allá de sus barreras. Agarra con fuerza la manga de su bastón afincandose en ella. Existe cierto dolor en la parte baja de la columna cada vez que dura más tiempo de pie de lo previsto pero ni siquiera eso logra que evite la pesadez mezclándose con
Lo que despoja a Angelina de mantenerse totalmente tranquila es que sigue corriendo hacia la mansión siendo llamada por Fabrizia una vez la observa desaparecer. Pese a sentir que está en la cuerda floja donde un sólo paso la tamborilea y le evita que dé un paso más sigue corriendo. Al observar que el cuarto donde Fabrizia había dejado a los niños está abierto y Paolo no está ahí. Se apoya del umbral de la puerta sintiéndose despojada del aire y de la calma. ¿Acaso se está imaginando las cosas? ¿Es un sueño o es una pesadilla? Jadeante, Angelina retrocede temblorosa fijándose en el camino hacia el jardín. —¿Dónde está…? ¿Qué…?—¡Señora! —Issie arremete su voz en el pasillo llamando la atención de muchos en éste lugar incluidos a los trabajadores que ya no están en su hora laboral—, el señor Mancini acaba de llegar. ¡No ha venido solo!Angelina une las palabras de Issie con su mente abollada en el desaliento. Exasperada observa a Issie con los ojos abiertos. Luego, mirando hacia el
—27 años atrás —“—¿Por qué le hiciste eso a tu hija? ¡Era tu nieto! La voz llena de rabia repercutió en la oficina sin ruido. Sólo se escuchó aquellas desgarradoras palabras que exigían una enorme explicación. No sólo se trataba de rabia, sino de resignarse a saber que el mismo día que se enteró que la mujer que amaba estaba embarazada, también ella había perdido al bebé.Creía que éste hombre aparte de hacer la vida de la mujer que quería un infierno, prohibió rotundamente que su hija se casara con un hombre como él. No sólo sin un apellido de renombre y sin títulos, sino un malhechor pobre de Florencia con rumor de ser un sicario. —¿Acaso tengo que darle explicación a un insolente cómo tú? Sé quién eres y sé a quién le trabajas. Jamás dejaría que mi hija estuviera con un asesino como tú —Stefano De Santis logró terminar la frase mientras caía al piso con la herida de bala en su vientre—, no iba a manchar nuestro nombre con un bastardo.—¿¡En dónde está?! —gritó lleno de furia el
Lorenzo “El Don Nadie…”Alguien que quería ser alguien. Sus ojos azules son uno con el tono rojo de sus ojos cristalinos. Asegura entre sus brazos a su bebé sin dejar de atisbar a Giussepa quien ya termina el relato con ojos decepcionados, un rostro plagado por los recuerdos dolorosos y un corazón roto por sentir el mismo dolor que un corazón que pertenece a una madre. El pestañeo en los ojos de Angelina le permiten a las lágrimas deslizarse en las mejillas que ya están bañadas de las mismas. El aturdimiento vuelve al cuerpo de Angelina de forma vasta, como si tocara con suavidad sus mejillas, pero no es algo por lo que siente enojo o algo parecido. Lo único que profundiza sus ojos abiertos por el relato que suena demasiado irreal para creerlo es la entrega de otro anhelo. El cariño de un padre.Angelina coloca los ojos temblando, es decir que pestañean una y otra vez dejándole a la mente que se tome su tiempo para procesar todo lo que escuchó. ¿Su padre? Aún recuerda las palabr
—Entiendo perfectamente…—Genoveva responde dando a entender con el tono de su voz que está de acuerdo—, por mí no hay qué preocuparse. Haré lo necesario para que mi hija y mi nieto tengan justicia —Genoveva vuelve a mirar al pequeño Gianluca. Todos sus gestos dejan ver una delicadeza dolorosa que sólo logra llenarlo pidiendo con los ojos mientras sonríe—, ¿Puedo cargarlo…?Angelina mece a su bebé mientras le da otro beso.—Por supuesto que puedes, mamá —Angelina se lo entrega, y una vez más, Genoveva rompe a llorar pero en silencio, completamente absorta en éste niño que ilumina por completo el salón y a los presentes. Angelina siente el abrazo de Giancarlo por su cintura y se acerca a él, descansando su mano en su pecho. Sube la mirada cuando siente el beso en su frente. Por un instante cierra los ojos quizás mucho más embelesada que antes. Tener a Giancarlo aquí y ahora es sentir ese amor que cada día crece aún más. —¿Cómo supiste que Giuseppa?—Cuando sostuve ésta mañana al niño
—Ya está dormido…Angelina expresa. Está de brazos cruzados mientras observa detenidamente a Gianluca boca abajo en los brazos de las nubes soñando ya como un ángel, el ángel que ya ha llegado a su vida para cambiar por completo su rumbo y su destino. Un destino atado al hombre que suavemente deja su mano en su cintura y se acerca a besar su cuello de manera delicada, tanta, que envía ese escalofrío inevitable por todo su cuerpo solo para que se forme una sonrisa pequeña en el rostro de Angelina. —¿Esto es un sueño…? —pregunta Angelina descubriendo su cuello para darle camino a los labios suaves de su esposo. —No lo es, para nada que lo es, mi amor —Giancarlo se dirige hacia su mejilla y dentro de poco decide abrir los ojos para darse el gusto de ver con una sonrisa a Gianluca completamente dormido—, pero es nuestro sueño. Ya nadie nos arrebatará nuestros sueños, nunca más. —Míralo, cariño. Tan sólo míralo.. —Angelina da una hermosa sonrisa de emoción contemplando al bebé de hermos
De por sí cada mención de Damiana De Santis fastidia e irrita de pies a cabeza a Angelina. Es una reacción normal que abrace más a su pequeño y tome aire con fuerza. —Entonces iré de inmediato —Angelina no deja que ese sentimiento de repudio la consuma. La felicidad que siente por tener en sus brazos a su niño es irreal, y nada lo eclipasará—, Fabrizia, cuando termine la reunión te buscaré, ¿De acuerdo? —Como usted diga, señora —Fabrizia no duda en sonreír desviando los ojos hacia Gianluca—, adora estar en sus brazos porque siempre llora cuando no quiere que lo carguen —la melancolía pinta sus rasgos jóvenes—, él lo sabe. Angelina gira a su bebé quedando Gianluca mirando hacia atrás, sumergido en el juguete que ha adoptado ya como suyo. —Ambos lo sabemos, ¿Verdad, mi príncipe azul? —expresa Angelina. No pasa tanto tiempo para que sus ojos caigan en los encantadores de Fabrizia—, regreso en un momento. Angelina se da la vuelta para no perder otro segundo más lejos de Giancarlo.