95. Destrucción

Se sintió tan apoteósico sentirlo justo en sus labios, sintiendo como succionaba y hacía de ella nada y a la vez todo. El tiempo sin probarlo se volvió una agonía, pero ya no más. Desesperados, devoraban sus labios y succionaban a profundidad como si nunca antes lo hubiese hecho. El beso fue espléndido, lleno de ansiedad. Angelina soltó el primer gemido en sus labios y con su boca hinchada Giancarlo se separó de ella para bajar hacia su cuello otra vez, buscando el camino hacia sus pechos, comenzando a tocar piel tras la ropa, incitandola a continuar sin parar.

—Voy a castigarte yo a ti —Angelina volvió a besarlo desesperada.

—Habías dado a luz, estabas débil. No aguantarías, te lastimaría —Giancarlo sabía a lo que se refería, porque Angelina lo quería tanto como él. Pero quería tener a su esposa completamente sana.

Él se encargaría de destruirla.

—Te deseo, Giancarlo. Con todas mis fuerzas —Angelina le quitó su chaqueta del traje, y comenzó a desabotonarlo—, si supieras todo lo que h
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