La toma por sorpresa. Ésta actitud de Giancarlo dice algo entrelíneas que solo se sabrá una vez se lo diga. La calma de su bebé apacigua cualquier pensamiento estresante pero es difícil mantener una expresión neutra luego de esto. —¿De qué se trata? ¿Qué es lo que sabes? Giancarlo se ha mostrado frívolo e indiferente en muchas ocasiones. A cualquiera mira con desdén y apatía si algo no se lleva a cabo como lo pidió. Pero cuando mira a su esposa todo es distinto. Todo cambia y esa manera de verla se transforma al más grande afecto que pueda existir en ésta tierra. Han aprendido que con la mirada también pueden hablarse. Giancarlo, mientras su esposa tiene su total atención, y suspira su aliento cálido, no pasa otro segundo sin hablar. —Damiana De Santis exporta droga desde los tiempos que Stefano vivía, tu abuelo. Angelina cierra los ojos al oírlo. Decide girar el rostro hacia un lado. —Te contaré algo, nena. Tú Familia ha intentado venderte una historia que nunca sucedi
Contempla a su bebé con amor. Una ternura inexplicable nació desde el momento en que lo tuvo entre sus brazos. Éste sentimiento no tiene nombre, es algo que la envuelve por completo, haciéndola la mujer más feliz del mundo. Su bebé se había quedado dormido un par de horas, pero en estos momentos ya está despierto, observando el alrededor con esos hermosos ojos. Su pequeña mano toma su dedo, y Angelina acaricia su mejilla y sus pequeños pies. ¿Cómo puede ser tan hermoso? Tiene mejillas gordas, igual a un muñeco. Su precioso muñeco. Heredó su cabello negro y lo más probable es que él y Aurora compartan ese mismo parecido con su padre.Su bebé hace esos pequeños sonidos que se han vuelto su melodía favorita. Durmió un poco pero al momento en que oyó a su bebé se levantó, y no había pasado una hora. Se levanta de la cama con el niño entre sus brazos, sin dejar de admirarlo.—Mi hermoso bebé, cómo te amo. Te has vuelto al instante mi razón de vida…—se lleva su puñito hacia sus labios—, m
—Gracias por contarmelo, Aurora —Angelina se mantiene calmada. En el fondo sabe perfectamente que la situación de Damiana es algo que la sigue a dónde quiera que vaya—, conozco muy bien la clase de mujer que es Damiana.Aurora se limpia sus lágrimas.—¿No estás…molesta…?Angelina busca su mano, y con un ligero apretón le expresa, con calma.—Yo no soy quién para juzgarte o para no perdonarte, Aurora…—Angelina le comparte una de sus miradas más sinceras—, siempre te dejé en claro que quería ser cercana a ti, buscaba la forma, aún cuando me odiabas. Eres hija de mi esposo, y como nada quiero que sean cercanos. Pero también deseaba eso conmigo. Supe que…a lo mejor creías que iba a ser un reemplazo de tu madre. Pero no es así. Lo que quería era que me vieras como una amiga, como alguien con quien te sintieras segura de opinar algo, o salir de compras. Una amiga —se toma un momento—, no pedía nada más. Y que me digas esto me demuestras que no eres una joven egoísta como la gente debe creer
Su terror la deja sin decir ni una palabra. La serenidad de Damiana es tétrica y absorbe la tranquilidad que había obtenido todos estos meses, y más con el nacimiento de su bebé. Mantener la calma ahora se le va de la mano y busca por todas partes mantenerse serena. Arropa más a su bebé con las mantas y le oculta su rostro de ella. —Te advierto una cosa —Angelina muestra su dedo. Lentamente su gesto está lejos de la sensatez. Existe sólo discordia—, aléjate lo más que puedas de mí y de mi hijo.—Oh —Damiana pronuncia como si estuviera dolida—, no sabes lo triste que me pone escucharte decir eso, Angelina —Damiana acaricia la cuerda de su cartera, sin dejar de verla—, de todos mis nietos tú eres mi favorita, a quien yo más quiero. ¿Y me tratas de ésta forma?—Quítate de mi camino —Angelina se olvida del dolor de su vientre y de la pesadez que estaba siendo uno dentro de su cabeza. Al dar un paso al frente, Damiana se interpone y se detiene—, quítate de mi camino.—Eres una niña muy ma
Una vez Angelina volvió a ver a su madre ésta simplemente le dijo que habló con Damiana, exigiendole que la dejara en paz y que olvidara cualquier trato que Angelina había hecho con ella, pero lo único que Damiana respondió fue que:“Ese hijo es sangre de mi sangre y como todos los De Santis, soy la única que debe criarlo.” La impotencia que había sentido Angelina no se comparó con nada que ya hubiera sentido. Se volvió estricta con quien tocaba a su hijo o entraba a la alcoba, observando cada movimiento para ver cualquier sospecha. No era vida. Vivir así no era vida. Giancarlo había aumentado la seguridad y había despedido a los escoltas que la habían acompañado a la clínica. Se sabía ya que Damiana estaba vetada totalmente de aquella mansión y que no se la dejaría acercar un centímetro a su esposa. Los días pasaron en vela, siempre al pendiente de su bebé. También se estaba recuperando de la herida del parto, y comenzaba la rutina de oír a Annalisa por el teléfono dándole un resu
Se sintió tan apoteósico sentirlo justo en sus labios, sintiendo como succionaba y hacía de ella nada y a la vez todo. El tiempo sin probarlo se volvió una agonía, pero ya no más. Desesperados, devoraban sus labios y succionaban a profundidad como si nunca antes lo hubiese hecho. El beso fue espléndido, lleno de ansiedad. Angelina soltó el primer gemido en sus labios y con su boca hinchada Giancarlo se separó de ella para bajar hacia su cuello otra vez, buscando el camino hacia sus pechos, comenzando a tocar piel tras la ropa, incitandola a continuar sin parar.—Voy a castigarte yo a ti —Angelina volvió a besarlo desesperada.—Habías dado a luz, estabas débil. No aguantarías, te lastimaría —Giancarlo sabía a lo que se refería, porque Angelina lo quería tanto como él. Pero quería tener a su esposa completamente sana.Él se encargaría de destruirla.—Te deseo, Giancarlo. Con todas mis fuerzas —Angelina le quitó su chaqueta del traje, y comenzó a desabotonarlo—, si supieras todo lo que h
—¿Y qué se supone que yo haga? Si se trata de mí pondré a ese hombre tres metros bajo tierra.Giancarlo no es paciente. Tiene más de diez minutos con Isabella en un salón de oficina de éste hotel, y apenas saludándose considerando que no se han visto en un par de semanas, el tema de Gabriel aumentando la ira que es incapaz de controlar.Isabella se toma un momento antes de continuar diciendo:—Sigue siendo tu sobrino.—Dejó de serlo hace mucho tiempo —Giancarlo veía un rincón de aquel salón. Pero al decir éstas palabras decidió observarla—, no es un hombre de honor. Y no sólo se trata de mí, se trata de la compañía que casi pierde credibilidad. No quiero que menciones más a ese tipo. Me vale un carajo si está afuera. Si se llega a acercar, lo despedazó. ¿Es todo lo que me quieres decir? ¿A eso has venido?Isabella se cruza de piernas y también de brazos. A diferencia de Magdalena, es más ambiciosa, pero una ambición silenciosa: es decir, más peligrosa.—Se rumorea dentro de la ciudad
Isabella observa, detenidamente, cómo colocan a Angelina ya inconsciente en la camilla, alejándose de los dos bañados en sangre.—No puedes ir, detente —Isabella detiene a su hermano cuando lo ve dar un paso tambaleante hacia al frente, tomándolo entre sus brazos—, no estás estable, necesitas sentarte.—Quítate de mi camino —gruñe Giancarlo zafándose de su agarre, logrando dar otros pasos, cegado por la oscuridad.—¡Giancarlo! —exclama Isabella al sostenerlo una vez más—, ¡No puedes ir! No nos dejan, no van a permitir que pases.—Mi esposa, mi mujer, está allá adentro muriéndose —Giancarlo señala con los labios pálidos pero con ojos sombríos. Está hecho un desastre, moribundo, lleno de sangre, ojos rojos y mirada oscura—, y tú exiges que me quede aquí…—¡Está en emergencias! —Isabella vuelve a tomarlo por el brazo—, ¡Tenemos que esperar a que nos digan algo!—Quítate, no me toques —Giancarlo se zafa otra vez de sus brazos con fuerza, tratando de dar otro paso pero es casi imposible. T