Sentado en su sofá de cuero, frente a él la mesa central de Cameron con una copa de vino sobre ésta, Diego tenía la vista perdida en la oscuridad de su alma.Se suponía que aquel iba a ser el día más feliz de su vida, pero ahora estaba allí, sentado en su sofá favorito, esperando a que la muerte se apiadara de él y se lo llevara consigo.Las mangas de su camisa blanca estaban arriba, las venas de sus manos y cuello se mostraban claramente y su mente estaba llena de recuerdos que no podía dejar pasar.Ahora estaba casado con una mujer que un día envió sus documentos con uno de sus hombres y declaró que estaba sana para gestar a su bebé. Pero nada podía salirle gratis. Ella le daría el bebé que necesitaba y él le daría el dinero que su familia necesitaba para salvar su nombre.Ni a aquella mujer, que ahora era su esposa, ni a su abuelo les importaba el dolor que aún albergaba su corazón. Había perdido al amor de su vida y nadie se preocupaba por él.Cerrando los ojos, Diego reprimió sus
La sonrisa seguía dibujada en su rostro (tenía que fingir) mientras los invitados se acercaban a felicitarla. Fue en ese momento donde, de manera brusca y poco educada, fue hasta su ahora esposa y la tomó de la muñeca fuertemente apartándola del mundo que celebraba ese matrimonio. — ¿Qué te pasa, Diego? —se quejó Cameron tan pronto como él la soltó. — ¿A qué debo esa estúpida sonrisa en tu rosto? Si su increíble físico la había asombrado al llegar al altar, ahora la hacía temer. Las venas en su cuello demostraban lo molesto que estaba. — ¿De qué hablas? —preguntó un poco más segura de ella. —Nunca lo olvides, Cameron. Nunca olvides estas palabras porque te puedes arrepentir. Que tú hayas sido la primera y la que más insistiera para darme un hijo, el hijo que necesito, al llevar los papeles a mi abuelo, no significa que te creas el lugar de esposa. No eres nada, Cameron, no eres más que un instrumento que me va a ayudar a tener lo que quiero. Este es un contrato de matrimonio, nada
La tarde había caído. El momento de actuar había llegado y él ya estaba casado.Con ganas de olvidarlo todo, Diego se levantó y llamó a uno de sus hombres.— ¿Sí, señor? ¿Puedo ayudarle?— Ve a buscarla. Escóltala a la fiesta. La estaré esperando.— Sí, señor. 7: 00 p.m., y Cameron se cambió por el vestido que permanecía sobre la cama. Ella no podía negarlo, el hombre realmente tenía buen gusto. Y un Mercedes Benz en blanco se detuvo.Ocho y media de la tarde. Ella no aparecía. Él estaba perdiendo la seguridad de que ella pudiera asistir a esta gran celebración. Al fin y al cabo eran marido y mujer y como tales tenían que comportarse ante el mundo que ya les veía y sabía que llevaban días casados aunque la verdad era que sólo llevaban unas horas.En su mente la última conversación que había tenido con ella y la forma en que le había dicho que no debía creerse el papel de esposa aunque fueran a vivir bajo el mismo techo. ¿Cómo hacerlo? Ni siquiera sabía cómo ser un buen marido si en e
El aura pesada que emanaba Diego era lo menos que ella necesitaba para superar este matrimonio por contrato. La fuerza de las emociones de Diego sobre ella la obligaron a bajar la mirada.— ¿Desde cuándo conoces a Ace? —, preguntó, queriendo utilizar un tono de voz común.Los ojos de Cameron se abrieron de sorpresa. — ¿A Ace?— Sí, ese hombre con el que solías bailar.Hasta ese momento Cameron se dio cuenta de lo perdida que había estado en ese hombre que ni siquiera su marido había entrado en su cabeza.—Te lo advierto, mi querida amada—, se rió al decirlo, —no se te permite ir y venir con tantos hombres como desees. Eso está estipulado en el contrato, me debes respeto por el simple hecho de haber dicho esos votos delante de todos. Al fin y al cabo, somos la pareja del año, ¿no crees? —. Volvió a reírse.—Sólo estaba bailando con él. No me tomes por quien no soy.—Yo no he dicho nada, sólo te advierto de lo que puede pasar si no sabes comportarte como es debido.—Ya te lo he dicho, s
Y de un movimiento, siendo esas palabras y ese tono de voz la causa de todo, Cameron dejó caer el portarretratos haciendo que se rompiera en mil pedazos.— ¡Eres una tonta! —expresó Diego dirigiéndose al desastre al mismo tiempo que agarraba el brazo de Cameron de forma brusca y la hacía retroceder.—Diego, yo, yo... Lo siento mucho, no era mi intención—, dijo Cameron.— ¡Mira lo que has hecho!La furia en los ojos de Diego era evidente. Si Cameron pensaba que el Diego con el que se había casado algún día podría cambiar su temperamento cuando se trataba de ella, estaba muy equivocada.—Lo siento, no era mi intención.—Ya te lo he dicho antes, Cameron Milán. No eres nadie en esta casa, ni siquiera eres como un invitado para mí. Que de un momento a otro te quedaras con mi apellido no significa nada, que de un momento a otro odiara verte durmiendo en mi cama no significa nada. No te quiero en mi casa. Tengo que aguantarte. No me hagas la vida más difícil de lo que ya es sólo por pensar q
Un par de minutos más y Diego estaría llegando a la empresa. La llamada con uno de los inversores había terminado. Era hora de concentrarse en todo lo que tenía que hacer.— ¿A qué hora es la reunión con los inversores? —Preguntó Diego a su secretaria, la misma que viajaba a su lado.— Dentro de dos horas. Señor, ¿ha traído los documentos que probar u matrimonio con su mujer?A Diego se le cortó la respiración casi al instante. La vida de soltero seguía en él. No iba a ser fácil adaptarse a ese cambio.— No recuerdo haberlas traído—. Dijo Diego con disimulo.— ¡Señor, esos documentos son imprescindibles ahora mismo!— Encontraré una salida al problema.— Señor, esa era la condición. Sin esos documentos la reunión no tendrá lugar.— ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!—Diego alzó la voz desesperado tratando de encontrar a los culpables—. Gira a la izquierda, ¡volvemos a casa! —Ordenó a su chófer.Tras un suspiro de fastidio, Diego miró por la ventanilla. Tenía que meterse en la cabeza qu
Secándose las lágrimas con brusquedad, cansada de que en sólo dos días hubiera pasado de ella como de cualquiera de las alfombras de aquella casa llena de lujos, fue tras él. Tenía que escucharle, tenía que dejarle las cosas claras porque ella también era un ser humano, una persona que necesitaba ser tratada como tal. Había reglas en esa casa, ella no iba a luchar contra eso porque al final, Diego tenía razón, su matrimonio no era más que un maldito contrato que ella firmó sin que le diera tiempo a hacer preguntas porque para su abuelo, ella no había sido más que un maldito objeto, una maldita herramienta que él podía manejar a su antojo y obviamente, a su conveniencia.—Diego, Diego—, lo llamó Cameron.Y él, sin detenerse, continuó hacia la habitación que habían para compartir si quería o no.—Diego—, continuó llamando Cameron.Y sin prestarle la menor atención, Diego se detuvo más a pensar dónde había dejado los papeles del matrimonio que por ella.— ¿Qué quieres, Cameron? —Preguntó
En ese momento se abrió la puerta. Guardó la foto de su prometida y se puso a sonreír.—¡Hola, hola! ¿Cómo estás, mi amor? —Una joven rubia de personalidad chispeante entró en el despacho.—Te he dicho innumerables veces que no soy tu amor.Susan se sentó en la silla frente a su escritorio, cruzando las piernas y no dejando tanto a la imaginación debido al corto vestido rojo que llevaba. —¡Ash! Siempre eres así pero has olvidado que tu madre me quiere como tu esposa. Dime ¿cuándo vas a estar listo para eso?—Mi madre está loca. Que seas la hija de su mejor amiga no significa que me case contigo.—Da igual. Al final nos hemos comido la tarta, ¿no? —Preguntó sonriéndole.Diego solo sonrió y luego fijo sus ojos en los documentos que tenía en sus manos.Cuando Eliza murió Diego perdió el control de sí mismo. Era tanto el dolor que sentía que intentó olvidar a su prometida con otras mujeres, bebió hasta olvidar su nombre, casi renunció a su propio negocio como si alguien le hubiera ped