Un par de minutos más y Diego estaría llegando a la empresa. La llamada con uno de los inversores había terminado. Era hora de concentrarse en todo lo que tenía que hacer.— ¿A qué hora es la reunión con los inversores? —Preguntó Diego a su secretaria, la misma que viajaba a su lado.— Dentro de dos horas. Señor, ¿ha traído los documentos que probar u matrimonio con su mujer?A Diego se le cortó la respiración casi al instante. La vida de soltero seguía en él. No iba a ser fácil adaptarse a ese cambio.— No recuerdo haberlas traído—. Dijo Diego con disimulo.— ¡Señor, esos documentos son imprescindibles ahora mismo!— Encontraré una salida al problema.— Señor, esa era la condición. Sin esos documentos la reunión no tendrá lugar.— ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!—Diego alzó la voz desesperado tratando de encontrar a los culpables—. Gira a la izquierda, ¡volvemos a casa! —Ordenó a su chófer.Tras un suspiro de fastidio, Diego miró por la ventanilla. Tenía que meterse en la cabeza qu
Secándose las lágrimas con brusquedad, cansada de que en sólo dos días hubiera pasado de ella como de cualquiera de las alfombras de aquella casa llena de lujos, fue tras él. Tenía que escucharle, tenía que dejarle las cosas claras porque ella también era un ser humano, una persona que necesitaba ser tratada como tal. Había reglas en esa casa, ella no iba a luchar contra eso porque al final, Diego tenía razón, su matrimonio no era más que un maldito contrato que ella firmó sin que le diera tiempo a hacer preguntas porque para su abuelo, ella no había sido más que un maldito objeto, una maldita herramienta que él podía manejar a su antojo y obviamente, a su conveniencia.—Diego, Diego—, lo llamó Cameron.Y él, sin detenerse, continuó hacia la habitación que habían para compartir si quería o no.—Diego—, continuó llamando Cameron.Y sin prestarle la menor atención, Diego se detuvo más a pensar dónde había dejado los papeles del matrimonio que por ella.— ¿Qué quieres, Cameron? —Preguntó
En ese momento se abrió la puerta. Guardó la foto de su prometida y se puso a sonreír.—¡Hola, hola! ¿Cómo estás, mi amor? —Una joven rubia de personalidad chispeante entró en el despacho.—Te he dicho innumerables veces que no soy tu amor.Susan se sentó en la silla frente a su escritorio, cruzando las piernas y no dejando tanto a la imaginación debido al corto vestido rojo que llevaba. —¡Ash! Siempre eres así pero has olvidado que tu madre me quiere como tu esposa. Dime ¿cuándo vas a estar listo para eso?—Mi madre está loca. Que seas la hija de su mejor amiga no significa que me case contigo.—Da igual. Al final nos hemos comido la tarta, ¿no? —Preguntó sonriéndole.Diego solo sonrió y luego fijo sus ojos en los documentos que tenía en sus manos.Cuando Eliza murió Diego perdió el control de sí mismo. Era tanto el dolor que sentía que intentó olvidar a su prometida con otras mujeres, bebió hasta olvidar su nombre, casi renunció a su propio negocio como si alguien le hubiera ped
En la pequeña olla de gente sin clase social, lo más bajo de lo más bajo ella siempre fue como un diamante entre las piedras. Con su rizado y largo pelo negro, la figura esbelta, aquella sonrisa traviesa y la mirada seductora en sus ojos verdes, Camila movía las caderas aquí y allá, comportándose como la madre que era de día pero no de noche.Las fuertes voces masculinas que ofrecían sus productos en aquel mercado eran escuchadas por la bella dama que caminaba aquí y allá, oliendo el suave aroma de las frutas todas juntas. Bastaba una sonrisa de su parte a aquellos asquerosos hombres para que pusieran todo lo que tenían a sus pies. Ella era así. Seductora, coqueta... alguien a quien le encantaba que la quisieran, alguien a quien le encantaba llamar la atención. Algo que nunca iba a cambiar por mucho que intentara ser diferente por las noches.—Si tan solo pudiera ser esa dulce manzana que muerdes para probar esos gruesos labios, mi reina—. Le dijo el asqueroso hombre, y Camila, pareci
Dos horas después, los ojos de Cameron estaban cansados de bailar aquí y allá, de ver a la gente sonreír y hablar entre sí, pero nadie que se acercara a Cameron para preguntarle si necesitaba algo, o al menos para saber cómo se encontraba en ese momento.Por su parte, Ace no había dejado de observarla desde lejos. El deseo de hablar con ella, o de bailar con ella ardiendo en su interior le hizo volverse incontrolable por un instante. Necesitaba sentir a esa mujer cerca de él como aquella noche en que la salvó de un momento embarazoso y bailaron juntos. Claro que un playboy como él no podía sentarse a hablar de amor. Pero ver la situación entre su amigo Diego y Cameron le daba derecho a irrumpir en su paz y jugar, jugar un poco como siempre hacía con las mujeres.Si tan solo Cameron hubiera sabido lo que Ace estaba pensando de ella seguramente le hubiera dado un empujón a su confianza por primera vez. Cameron, siempre había sido el patito feo, la frágil, la empollona de la que todos s
CABARET HASTA EL AMANECER —¡Wuooo! Wuooo! —El sonido de miles de hombres se escuchaba en el club.Las tenues luces rojas, el fuerte olor a sudor de los que miraban con deseo a la mujer que bailaba, la música a todo volumen y el sonido de las botellas de cristal golpeándose entre sí era la imagen que Camila veía cada fin de semana.Sonriendo con seducción, caminó sobre el escenario con sus tacones negros desabrochándose el sujetador y cubriéndose el pecho con el antebrazo mientras los hombres seguían gritando su nombre. Bueno, el nombre que ella usaba allí, en aquel club nocturno.—¡Candy! ¡Candy! ¡Candy! A diferencia de las otras mujeres que también trabajaban allí, Camila siempre acaparaba la atención de todos los hombres. Su esbelta figura, su rostro suave, el largo cabello castaño y suavemente ondulado, todo en su cuerpo era suficiente, ni mucho ni poco, lo justo para enloquecer a los hombres y hacerles hacer lo que ella quisiera cuando quisiera.Caminando sobre las mesas donde
Silenciosa como siempre había sido, Cameron esperó pacientemente sentada frente a la mesa de su ginecólogo. Cameron siempre había sido el tipo de mujer que se sentía bien haciendo todo a tiempo, cuidando su cuerpo, su mente y su espiritualidad. A diferencia de otras mujeres, Cameron disfrutaba de las cosas que ayudaban a su mente y a su alma a crecer en lugar de perder el tiempo en el salón de belleza, el spa y en los clubes chismeando sobre otras mujeres. Por fin se abrió la puerta del despacho.—¿Estás lista, cariño? —preguntó la doctora con una sonrisa en la cara. Tenía el informe de su paciente en las manos.Cameron se levantó. —Sí, sí, estoy lista.—Recuerda, es sólo un chequeo. Todas las mujeres deberían ser como tú, cuidar su cuerpo en lugar de lamentarse. Por favor, quítate la ropa y ponte la bata del hospital—. Le dijo el médico.Pero lo que ella no sabía era que el ginecólogo estaba preparando un sedante para hacerla dormir en cuanto se tumbara en la cama.Fuera de la ofici
TRES DÍAS DESPUÉSSentada en su cama, Cameron no podía dejar de llorar. Habían pasado tres días desde aquel día. Habían pasado tres días desde que Diego pisó su corazón e hizo lo que quiso con él.Ahora, ella se sentía como un pedazo de basura. Algo que sólo servía para hacer bebés. Algo que sólo servía para que otros la usaran, pero nunca le preguntaron qué quería. Aunque ellos no lo supieran ella tenía sentimientos, tenía sueños, tenía... un corazón.¿Tenía Diego idea de cuánto le dolía? ¿Sabía Diego cómo se sentía su ser desplazado cuando esos médicos le hicieron lo que le hicieron?No tenía a nadie con quien contar. Estaba sola. Estaba harta de eso. Y en su corazón sólo tenía una luz clara que Cameron sabía que había que seguir pasara lo que pasara. Diego iba a pagar con lágrimas de sangre lo que le había hecho.Cansada de desear más estar muerta que viva para vengarse de su marido, Cameron cogió su móvil. Una idea cruzó su mente.Buscando el número de esa persona, por fin lo enco