El aura pesada que emanaba Diego era lo menos que ella necesitaba para superar este matrimonio por contrato. La fuerza de las emociones de Diego sobre ella la obligaron a bajar la mirada.
— ¿Desde cuándo conoces a Ace? —, preguntó, queriendo utilizar un tono de voz común.
Los ojos de Cameron se abrieron de sorpresa. — ¿A Ace?
— Sí, ese hombre con el que solías bailar.
Hasta ese momento Cameron se dio cuenta de lo perdida que había estado en ese hombre que ni siquiera su marido había entrado en su cabeza.
—Te lo advierto, mi querida amada—, se rió al decirlo, —no se te permite ir y venir con tantos hombres como desees. Eso está estipulado en el contrato, me debes respeto por el simple hecho de haber dicho esos votos delante de todos. Al fin y al cabo, somos la pareja del año, ¿no crees? —. Volvió a reírse.
—Sólo estaba bailando con él. No me tomes por quien no soy.
—Yo no he dicho nada, sólo te advierto de lo que puede pasar si no sabes comportarte como es debido.
—Ya te lo he dicho, sólo estaba bailando con él.
—Eso espero, de verdad que lo espero. No vengas con escenas de esposa afectada cuando no te corresponde porque, sencillamente, no puedes enamorarte en un día de un hombre al que sólo has visto tres veces en toda tu vida. Te lo he dicho y no me cansaré de hacerlo hasta que lo entiendas y te entre en la cabeza. Esto es un contrato, Cameron, los dos ganamos haciendo esto, no lo olvides nunca. Nunca -dijo Diego dejando escapar un suspiro mientras plantaba un dulce beso en la frente de Cameron.
Un dulce beso que le hizo pensar en aquellos días en los que estuvo con su primer amor. Era una niña tonta que se enamoró de un hombre que ya no estaba. Pero si pensó un poco más en lo que había dicho Ace. Según sus palabras, Diego era más de lo que todos podían pensar de él.
Imaginando lo que podría haber pasado con Diego al encontrar una conexión con la foto sobre la cama y las palabras que ahora le estaba diciendo, se sintió mal, mal por él, mal por las cosas que tuvo que haber pasado para convertirse en la persona que ella estaba viendo.
—Es hora de que nos vayamos.
— ¿Qué? Pero, Diego, acabamos de llegar.
—Exacto, sólo tenía que hablar un par de cosas y presentarte como mi mujer, ya está, no tenemos nada que hacer aquí.
Y en cuanto terminó la canción, Diego volvió a ser la persona que era. Había pasado por mucho, y ahora no era más que una niña tonta que no sabía lo que iba a pasar al final.
En cuanto se despidieron de las personas que allí se encontraban y consiguieron salir de aquella sala donde había tenido lugar la celebración y donde Diego y su mujer habían ido a arreglar unos asuntos, aunque no lo pareciera, Diego cambió completamente de actitud en el exterior. Justo donde ya nadie podía verlos.
No siendo menos caballeroso, la ayudó a subir a su coche sin decir una palabra. Aquello sólo fue el principio y lo único que pudo hacer fue aprender de él y de todo lo que la rodeaba hasta que pudo enterrar en su mente las imágenes del hombre generoso que recordaba como su primer amor mientras estaba con su ahora marido.
Diego ahora no era más que un hombre que velaba por sus intereses, no era más que un hombre que haría lo que fuera por saciar la ambición que ardía en su alma y que respondía a haber firmado aquel documento.
En cuanto Diego arrancó el coche, Cameron se volvió hacia la ventanilla para no tener que lidiar con el que ahora era su marido. Esa sola mirada fue todo lo que necesitó para encontrar a la persona que menos se hubiera esperado. El tal Ace salía del salón de celebraciones con una mujer. Ambos sonreían, sonreían más que nunca. Y al final de todo, aquella escena sólo podía tener una explicación. Aquel hombre no era más que eso, un hombre más que la había salvado de la vergüenza. Aquel hombre no podía ser otro que lo que el mundo llamaría un playboy. Aquel hombre no era más que una farsa, como el hombre que tenía al lado y como toda su vida.
AL DÍA SIGUIENTE
Y de repente, su delicado cuerpo saltó como si fuera un movimiento involuntario. Poco a poco, segundo a segundo, sintiéndose despertar en el nuevo día, sintiendo que aquel no era su lugar aunque sí su nuevo hogar, sus pequeños y grandes ojos se fueron abriendo segundo a segundo.
Momentos de la noche anterior comenzaron a venir a su mente. Ni siquiera ella podía reconocer el lugar a primera vista porque aquel techo, aquellos adornos en las paredes, aquellos cuadros y todo lo que hacía ser aquella habitación, no tenía cabida en su mente para ser comparado. La verdad es que se sentía como una invitada, una mujer que había dormido en casa ajena sólo por una noche.
Sin sentir el paso del tiempo, tras frotarse los ojos durante un breve instante, Cameron se sentó en la cama mientras se recostaba contra el cabecero. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su vestido, el mismo que se había puesto la noche anterior, estaba en el suelo. Así, por fin consiguió recordarlo todo de aquella noche. Había dormido tan profundamente que ni siquiera recordaba quién había sido la noche anterior.
Aún bostezando, se levantó de la cama queriendo encontrar sus zapatillas pero más pronto que tarde se daría cuenta de que ese no era su lugar, ese no era su hogar y ya era hora de verlo así.
Descalza en aquella habitación se dirigió entonces al baño. Necesitaba lavarse la cara para poder despertarse del sueño más profundo que jamás había disfrutado.
La noche anterior había sido realmente caótica. Había bailado con un hombre extraño y nunca con su marido porque, aunque ella no quisiera, el hombre que estaba ahí fuera, seguramente lejos de ella, era su marido.
La vida de Cameron había cambiado en un solo minuto. No podía aceptar sin más este nuevo ritmo en ella. A su mente vinieron aquellos pocos recuerdos que compartió con él, la conversación en el coche y en el evento. Pero más que todos esos momentos, a su mente vino uno más especial. Aquel en el que bailar con un desconocido la dejó con más preguntas que respuestas. Sabía más de lo que ella podía descubrir estando allí, viviendo con él, viéndole las veinticuatro horas del día.
— ¿Has visto ese cuadro en tu habitación?
El corazón de Cameron se detuvo mientras sus pasos se volvían torpes. Aquel hombre sabía más de lo que ella creía.
— ¿Qué tiene de malo ese cuadro? —Preguntó Cameron, queriendo saber contra qué estaba luchando.
Mientras terminaba de lavarse los dientes sólo se fijó en una cosa. El reflejo en el espejo frente a ella había cambiado. Ahora sólo veía aquel curioso gesto, el mismo con el que se había ido a la cama.
Con una idea en la cabeza, Cameron salió del baño secándose la cara con la toalla blanca del cuarto de baño. No tenía derecho a averiguar más pero, al final, la curiosidad iba a acabar matándola antes de descubrir nada así que, mirando fijamente a la puerta, queriendo asegurarse de que no entrara nadie y pensando que su marido debía de haberse ido a trabajar como todos los hombres de su posición, Cameron comenzó a pasear por la habitación.
Primero observando todo a su alrededor, luego siendo sus dedos los que se posaban sobre los diferentes objetos de la habitación. La habitación no era la más bonita, era como si necesitara un toque femenino pero no tan femenino como aquel cuadro sobre el buró a lado de la cama.
¿Quién era esa mujer? Necesitaba averiguarlo, no era su intención hacer otra cosa. Sólo quería conocer a la persona con la que iba a dormir todas las noches bajo el mismo techo, pero nunca en la misma cama.
Entonces, como si tuviera prisa, como si supiera lo que buscaba, de un momento a otro, empezó a abrir los cajones de todos los muebles de alrededor.
Hasta que al abrir el quinto cajón, los ojos de Cameron parecieron iluminarse de nuevo. Una pequeña sonrisa se dibujó de inmediato en su rostro.
Y entre sus manos, un clásico portarretratos con un lujoso Cameron que guardaba la foto de aquella hermosa mujer encerrada en su propio mundo sin que nadie tuviera la capacidad de hacerle daño o incluso, tocarla.
— ¿Quién eres para Diego? —dijo, mirando la foto.
Y de repente, unos pasos por detrás.
— Oye, ¿qué demonios estás haciendo? —llamó una voz masculina.
Y de un movimiento, siendo esas palabras y ese tono de voz la causa de todo, Cameron dejó caer el portarretratos haciendo que se rompiera en mil pedazos.— ¡Eres una tonta! —expresó Diego dirigiéndose al desastre al mismo tiempo que agarraba el brazo de Cameron de forma brusca y la hacía retroceder.—Diego, yo, yo... Lo siento mucho, no era mi intención—, dijo Cameron.— ¡Mira lo que has hecho!La furia en los ojos de Diego era evidente. Si Cameron pensaba que el Diego con el que se había casado algún día podría cambiar su temperamento cuando se trataba de ella, estaba muy equivocada.—Lo siento, no era mi intención.—Ya te lo he dicho antes, Cameron Milán. No eres nadie en esta casa, ni siquiera eres como un invitado para mí. Que de un momento a otro te quedaras con mi apellido no significa nada, que de un momento a otro odiara verte durmiendo en mi cama no significa nada. No te quiero en mi casa. Tengo que aguantarte. No me hagas la vida más difícil de lo que ya es sólo por pensar q
Un par de minutos más y Diego estaría llegando a la empresa. La llamada con uno de los inversores había terminado. Era hora de concentrarse en todo lo que tenía que hacer.— ¿A qué hora es la reunión con los inversores? —Preguntó Diego a su secretaria, la misma que viajaba a su lado.— Dentro de dos horas. Señor, ¿ha traído los documentos que probar u matrimonio con su mujer?A Diego se le cortó la respiración casi al instante. La vida de soltero seguía en él. No iba a ser fácil adaptarse a ese cambio.— No recuerdo haberlas traído—. Dijo Diego con disimulo.— ¡Señor, esos documentos son imprescindibles ahora mismo!— Encontraré una salida al problema.— Señor, esa era la condición. Sin esos documentos la reunión no tendrá lugar.— ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!—Diego alzó la voz desesperado tratando de encontrar a los culpables—. Gira a la izquierda, ¡volvemos a casa! —Ordenó a su chófer.Tras un suspiro de fastidio, Diego miró por la ventanilla. Tenía que meterse en la cabeza qu
Secándose las lágrimas con brusquedad, cansada de que en sólo dos días hubiera pasado de ella como de cualquiera de las alfombras de aquella casa llena de lujos, fue tras él. Tenía que escucharle, tenía que dejarle las cosas claras porque ella también era un ser humano, una persona que necesitaba ser tratada como tal. Había reglas en esa casa, ella no iba a luchar contra eso porque al final, Diego tenía razón, su matrimonio no era más que un maldito contrato que ella firmó sin que le diera tiempo a hacer preguntas porque para su abuelo, ella no había sido más que un maldito objeto, una maldita herramienta que él podía manejar a su antojo y obviamente, a su conveniencia.—Diego, Diego—, lo llamó Cameron.Y él, sin detenerse, continuó hacia la habitación que habían para compartir si quería o no.—Diego—, continuó llamando Cameron.Y sin prestarle la menor atención, Diego se detuvo más a pensar dónde había dejado los papeles del matrimonio que por ella.— ¿Qué quieres, Cameron? —Preguntó
En ese momento se abrió la puerta. Guardó la foto de su prometida y se puso a sonreír.—¡Hola, hola! ¿Cómo estás, mi amor? —Una joven rubia de personalidad chispeante entró en el despacho.—Te he dicho innumerables veces que no soy tu amor.Susan se sentó en la silla frente a su escritorio, cruzando las piernas y no dejando tanto a la imaginación debido al corto vestido rojo que llevaba. —¡Ash! Siempre eres así pero has olvidado que tu madre me quiere como tu esposa. Dime ¿cuándo vas a estar listo para eso?—Mi madre está loca. Que seas la hija de su mejor amiga no significa que me case contigo.—Da igual. Al final nos hemos comido la tarta, ¿no? —Preguntó sonriéndole.Diego solo sonrió y luego fijo sus ojos en los documentos que tenía en sus manos.Cuando Eliza murió Diego perdió el control de sí mismo. Era tanto el dolor que sentía que intentó olvidar a su prometida con otras mujeres, bebió hasta olvidar su nombre, casi renunció a su propio negocio como si alguien le hubiera ped
En la pequeña olla de gente sin clase social, lo más bajo de lo más bajo ella siempre fue como un diamante entre las piedras. Con su rizado y largo pelo negro, la figura esbelta, aquella sonrisa traviesa y la mirada seductora en sus ojos verdes, Camila movía las caderas aquí y allá, comportándose como la madre que era de día pero no de noche.Las fuertes voces masculinas que ofrecían sus productos en aquel mercado eran escuchadas por la bella dama que caminaba aquí y allá, oliendo el suave aroma de las frutas todas juntas. Bastaba una sonrisa de su parte a aquellos asquerosos hombres para que pusieran todo lo que tenían a sus pies. Ella era así. Seductora, coqueta... alguien a quien le encantaba que la quisieran, alguien a quien le encantaba llamar la atención. Algo que nunca iba a cambiar por mucho que intentara ser diferente por las noches.—Si tan solo pudiera ser esa dulce manzana que muerdes para probar esos gruesos labios, mi reina—. Le dijo el asqueroso hombre, y Camila, pareci
Dos horas después, los ojos de Cameron estaban cansados de bailar aquí y allá, de ver a la gente sonreír y hablar entre sí, pero nadie que se acercara a Cameron para preguntarle si necesitaba algo, o al menos para saber cómo se encontraba en ese momento.Por su parte, Ace no había dejado de observarla desde lejos. El deseo de hablar con ella, o de bailar con ella ardiendo en su interior le hizo volverse incontrolable por un instante. Necesitaba sentir a esa mujer cerca de él como aquella noche en que la salvó de un momento embarazoso y bailaron juntos. Claro que un playboy como él no podía sentarse a hablar de amor. Pero ver la situación entre su amigo Diego y Cameron le daba derecho a irrumpir en su paz y jugar, jugar un poco como siempre hacía con las mujeres.Si tan solo Cameron hubiera sabido lo que Ace estaba pensando de ella seguramente le hubiera dado un empujón a su confianza por primera vez. Cameron, siempre había sido el patito feo, la frágil, la empollona de la que todos s
CABARET HASTA EL AMANECER —¡Wuooo! Wuooo! —El sonido de miles de hombres se escuchaba en el club.Las tenues luces rojas, el fuerte olor a sudor de los que miraban con deseo a la mujer que bailaba, la música a todo volumen y el sonido de las botellas de cristal golpeándose entre sí era la imagen que Camila veía cada fin de semana.Sonriendo con seducción, caminó sobre el escenario con sus tacones negros desabrochándose el sujetador y cubriéndose el pecho con el antebrazo mientras los hombres seguían gritando su nombre. Bueno, el nombre que ella usaba allí, en aquel club nocturno.—¡Candy! ¡Candy! ¡Candy! A diferencia de las otras mujeres que también trabajaban allí, Camila siempre acaparaba la atención de todos los hombres. Su esbelta figura, su rostro suave, el largo cabello castaño y suavemente ondulado, todo en su cuerpo era suficiente, ni mucho ni poco, lo justo para enloquecer a los hombres y hacerles hacer lo que ella quisiera cuando quisiera.Caminando sobre las mesas donde
Silenciosa como siempre había sido, Cameron esperó pacientemente sentada frente a la mesa de su ginecólogo. Cameron siempre había sido el tipo de mujer que se sentía bien haciendo todo a tiempo, cuidando su cuerpo, su mente y su espiritualidad. A diferencia de otras mujeres, Cameron disfrutaba de las cosas que ayudaban a su mente y a su alma a crecer en lugar de perder el tiempo en el salón de belleza, el spa y en los clubes chismeando sobre otras mujeres. Por fin se abrió la puerta del despacho.—¿Estás lista, cariño? —preguntó la doctora con una sonrisa en la cara. Tenía el informe de su paciente en las manos.Cameron se levantó. —Sí, sí, estoy lista.—Recuerda, es sólo un chequeo. Todas las mujeres deberían ser como tú, cuidar su cuerpo en lugar de lamentarse. Por favor, quítate la ropa y ponte la bata del hospital—. Le dijo el médico.Pero lo que ella no sabía era que el ginecólogo estaba preparando un sedante para hacerla dormir en cuanto se tumbara en la cama.Fuera de la ofici