CAPÍTULO 8

En ese momento se abrió la puerta. Guardó la foto de su prometida y se puso a sonreír.

—¡Hola, hola! ¿Cómo estás, mi amor? —Una joven rubia de personalidad chispeante entró en el despacho.

—Te he dicho innumerables veces que no soy tu amor.

Susan se sentó en la silla frente a su escritorio, cruzando las piernas y no dejando tanto a la imaginación debido al corto vestido rojo que llevaba.

—¡Ash! Siempre eres así pero has olvidado que tu madre me quiere como tu esposa. Dime ¿cuándo vas a estar listo para eso?

—Mi madre está loca. Que seas la hija de su mejor amiga no significa que me case contigo.

—Da igual. Al final nos hemos comido la tarta, ¿no? —Preguntó sonriéndole.

Diego solo sonrió y luego fijo sus ojos en los documentos que tenía en sus manos.

Cuando Eliza murió Diego perdió el control de sí mismo. Era tanto el dolor que sentía que intentó olvidar a su prometida con otras mujeres, bebió hasta olvidar su nombre, casi renunció a su propio negocio como si alguien le hubiera ped
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