En la pequeña olla de gente sin clase social, lo más bajo de lo más bajo ella siempre fue como un diamante entre las piedras. Con su rizado y largo pelo negro, la figura esbelta, aquella sonrisa traviesa y la mirada seductora en sus ojos verdes, Camila movía las caderas aquí y allá, comportándose como la madre que era de día pero no de noche.Las fuertes voces masculinas que ofrecían sus productos en aquel mercado eran escuchadas por la bella dama que caminaba aquí y allá, oliendo el suave aroma de las frutas todas juntas. Bastaba una sonrisa de su parte a aquellos asquerosos hombres para que pusieran todo lo que tenían a sus pies. Ella era así. Seductora, coqueta... alguien a quien le encantaba que la quisieran, alguien a quien le encantaba llamar la atención. Algo que nunca iba a cambiar por mucho que intentara ser diferente por las noches.—Si tan solo pudiera ser esa dulce manzana que muerdes para probar esos gruesos labios, mi reina—. Le dijo el asqueroso hombre, y Camila, pareci
Dos horas después, los ojos de Cameron estaban cansados de bailar aquí y allá, de ver a la gente sonreír y hablar entre sí, pero nadie que se acercara a Cameron para preguntarle si necesitaba algo, o al menos para saber cómo se encontraba en ese momento.Por su parte, Ace no había dejado de observarla desde lejos. El deseo de hablar con ella, o de bailar con ella ardiendo en su interior le hizo volverse incontrolable por un instante. Necesitaba sentir a esa mujer cerca de él como aquella noche en que la salvó de un momento embarazoso y bailaron juntos. Claro que un playboy como él no podía sentarse a hablar de amor. Pero ver la situación entre su amigo Diego y Cameron le daba derecho a irrumpir en su paz y jugar, jugar un poco como siempre hacía con las mujeres.Si tan solo Cameron hubiera sabido lo que Ace estaba pensando de ella seguramente le hubiera dado un empujón a su confianza por primera vez. Cameron, siempre había sido el patito feo, la frágil, la empollona de la que todos s
CABARET HASTA EL AMANECER —¡Wuooo! Wuooo! —El sonido de miles de hombres se escuchaba en el club.Las tenues luces rojas, el fuerte olor a sudor de los que miraban con deseo a la mujer que bailaba, la música a todo volumen y el sonido de las botellas de cristal golpeándose entre sí era la imagen que Camila veía cada fin de semana.Sonriendo con seducción, caminó sobre el escenario con sus tacones negros desabrochándose el sujetador y cubriéndose el pecho con el antebrazo mientras los hombres seguían gritando su nombre. Bueno, el nombre que ella usaba allí, en aquel club nocturno.—¡Candy! ¡Candy! ¡Candy! A diferencia de las otras mujeres que también trabajaban allí, Camila siempre acaparaba la atención de todos los hombres. Su esbelta figura, su rostro suave, el largo cabello castaño y suavemente ondulado, todo en su cuerpo era suficiente, ni mucho ni poco, lo justo para enloquecer a los hombres y hacerles hacer lo que ella quisiera cuando quisiera.Caminando sobre las mesas donde
Silenciosa como siempre había sido, Cameron esperó pacientemente sentada frente a la mesa de su ginecólogo. Cameron siempre había sido el tipo de mujer que se sentía bien haciendo todo a tiempo, cuidando su cuerpo, su mente y su espiritualidad. A diferencia de otras mujeres, Cameron disfrutaba de las cosas que ayudaban a su mente y a su alma a crecer en lugar de perder el tiempo en el salón de belleza, el spa y en los clubes chismeando sobre otras mujeres. Por fin se abrió la puerta del despacho.—¿Estás lista, cariño? —preguntó la doctora con una sonrisa en la cara. Tenía el informe de su paciente en las manos.Cameron se levantó. —Sí, sí, estoy lista.—Recuerda, es sólo un chequeo. Todas las mujeres deberían ser como tú, cuidar su cuerpo en lugar de lamentarse. Por favor, quítate la ropa y ponte la bata del hospital—. Le dijo el médico.Pero lo que ella no sabía era que el ginecólogo estaba preparando un sedante para hacerla dormir en cuanto se tumbara en la cama.Fuera de la ofici
TRES DÍAS DESPUÉSSentada en su cama, Cameron no podía dejar de llorar. Habían pasado tres días desde aquel día. Habían pasado tres días desde que Diego pisó su corazón e hizo lo que quiso con él.Ahora, ella se sentía como un pedazo de basura. Algo que sólo servía para hacer bebés. Algo que sólo servía para que otros la usaran, pero nunca le preguntaron qué quería. Aunque ellos no lo supieran ella tenía sentimientos, tenía sueños, tenía... un corazón.¿Tenía Diego idea de cuánto le dolía? ¿Sabía Diego cómo se sentía su ser desplazado cuando esos médicos le hicieron lo que le hicieron?No tenía a nadie con quien contar. Estaba sola. Estaba harta de eso. Y en su corazón sólo tenía una luz clara que Cameron sabía que había que seguir pasara lo que pasara. Diego iba a pagar con lágrimas de sangre lo que le había hecho.Cansada de desear más estar muerta que viva para vengarse de su marido, Cameron cogió su móvil. Una idea cruzó su mente.Buscando el número de esa persona, por fin lo enco
CABARET HASTA EL AMANECER —¿Qué has dicho? —Camila borró la voz.Bastián se rió en cuanto notó lo enojada que se puso cuando lo dijo.—¡Dímelo, gilipollas! ¿Qué dijiste?—Wooo, relájate, relájate, mi dulce caramelo. Baja la voz si no quieres que la gente me saque de aquí. A ver quién viene con regalos caros para ti después.Ella miró a su alrededor. Había dos o tres hombres mirándolas, así que decidió tranquilizarse y mantener la calma.—¿Qué has dicho? —Volvió a preguntar.Bastián levantó la comisura derecha del labio.—Me estoy cansando, Candy, me estoy cansando de esta mierda. ¿De verdad crees que eres la única mujer aquí? Puedo conseguir cualquier otra y estoy seguro de que va a ser más barata de lo que ya has sido. ¿Sabes qué? Quédate con los regalos, espero que pienses en la oportunidad que desperdiciaste para conseguir esto, cada vez que los veas—, dijo el hombre, mostrándole un montón de billetes.Camila jadeó. Nunca pensó que recibiría esa cantidad de dinero sólo por una noc
Al ver a la multitud caminando por las anchas calles, Diego mantuvo los ojos ocupados observando las jóvenes sonrisas en los rostros de la gente, la energía que impulsaba sus cuerpos para moverse por toda la ciudad. Había hombres abrazados de sus mujeres. Había niños acompañando a sus padres. Y lo más importante, el amor que se veía a través de sus acciones entre ellos. ¿Sería capaz de sentir amor en su corazón algún día? ¿Sería capaz de caminar como esos hombres con sus mujeres de caras felices? No sabía por qué pero en esos dos meses que habían pasado la distancia entre él y Cameron había empezado a acortarse. O al menos, eso era lo que él quería pensar. Cameron tenía que estar embarazada. Necesitaba pensarlo para no pensar demasiado en su futuro.Lentamente, Diego cerró los ojos.—Dime dónde está ese bebé tuyo. El tiempo se acaba y me temo que tenemos que anunciar a ese heredero en dos semanas.Diego bajó la mirada. —Está embarazada, ¿verdad, Diego? —Insistió el anciano. El cue
Conduciendo por las calles, sólo los postes de la luz iluminando la ciudad y el silencio haciendo más ruido que sus pensamientos, Diego intentó pensar con claridad. ¿Dónde podrían estar? Diego ya había visitado unos cuatro o cinco restaurantes y no había señal de ellos.Golpeando el volante, un par de restaurantes vinieron a su mente. A Ace le encantaban esos restaurantes y había ido miles de veces con otras miles de chicas. Ace tenía que estar allí con Cameron. Y Cameron no era como ninguna otra mujer que hubiera conocido.Al llegar al segundo restaurante Diego se dio cuenta de que en este había más gente que en cualquier otro al que hubiera ido esa noche. Buscándolos, caminó entre las mesas elegantes.—Tengo sueño—, dijo Cameron, bostezando por cuarta vez después de haber bebido apenas tres copas de vino.Ace soltó una risita, acariciando su suave piel. —No sabes beber, ¿verdad?Casi cerrando los ojos, Cameron tuvo fuerzas para levantar la vista y encontrarse con la mirada de Ace.—