TRES DÍAS DESPUÉSSentada en su cama, Cameron no podía dejar de llorar. Habían pasado tres días desde aquel día. Habían pasado tres días desde que Diego pisó su corazón e hizo lo que quiso con él.Ahora, ella se sentía como un pedazo de basura. Algo que sólo servía para hacer bebés. Algo que sólo servía para que otros la usaran, pero nunca le preguntaron qué quería. Aunque ellos no lo supieran ella tenía sentimientos, tenía sueños, tenía... un corazón.¿Tenía Diego idea de cuánto le dolía? ¿Sabía Diego cómo se sentía su ser desplazado cuando esos médicos le hicieron lo que le hicieron?No tenía a nadie con quien contar. Estaba sola. Estaba harta de eso. Y en su corazón sólo tenía una luz clara que Cameron sabía que había que seguir pasara lo que pasara. Diego iba a pagar con lágrimas de sangre lo que le había hecho.Cansada de desear más estar muerta que viva para vengarse de su marido, Cameron cogió su móvil. Una idea cruzó su mente.Buscando el número de esa persona, por fin lo enco
CABARET HASTA EL AMANECER —¿Qué has dicho? —Camila borró la voz.Bastián se rió en cuanto notó lo enojada que se puso cuando lo dijo.—¡Dímelo, gilipollas! ¿Qué dijiste?—Wooo, relájate, relájate, mi dulce caramelo. Baja la voz si no quieres que la gente me saque de aquí. A ver quién viene con regalos caros para ti después.Ella miró a su alrededor. Había dos o tres hombres mirándolas, así que decidió tranquilizarse y mantener la calma.—¿Qué has dicho? —Volvió a preguntar.Bastián levantó la comisura derecha del labio.—Me estoy cansando, Candy, me estoy cansando de esta mierda. ¿De verdad crees que eres la única mujer aquí? Puedo conseguir cualquier otra y estoy seguro de que va a ser más barata de lo que ya has sido. ¿Sabes qué? Quédate con los regalos, espero que pienses en la oportunidad que desperdiciaste para conseguir esto, cada vez que los veas—, dijo el hombre, mostrándole un montón de billetes.Camila jadeó. Nunca pensó que recibiría esa cantidad de dinero sólo por una noc
Al ver a la multitud caminando por las anchas calles, Diego mantuvo los ojos ocupados observando las jóvenes sonrisas en los rostros de la gente, la energía que impulsaba sus cuerpos para moverse por toda la ciudad. Había hombres abrazados de sus mujeres. Había niños acompañando a sus padres. Y lo más importante, el amor que se veía a través de sus acciones entre ellos. ¿Sería capaz de sentir amor en su corazón algún día? ¿Sería capaz de caminar como esos hombres con sus mujeres de caras felices? No sabía por qué pero en esos dos meses que habían pasado la distancia entre él y Cameron había empezado a acortarse. O al menos, eso era lo que él quería pensar. Cameron tenía que estar embarazada. Necesitaba pensarlo para no pensar demasiado en su futuro.Lentamente, Diego cerró los ojos.—Dime dónde está ese bebé tuyo. El tiempo se acaba y me temo que tenemos que anunciar a ese heredero en dos semanas.Diego bajó la mirada. —Está embarazada, ¿verdad, Diego? —Insistió el anciano. El cue
Conduciendo por las calles, sólo los postes de la luz iluminando la ciudad y el silencio haciendo más ruido que sus pensamientos, Diego intentó pensar con claridad. ¿Dónde podrían estar? Diego ya había visitado unos cuatro o cinco restaurantes y no había señal de ellos.Golpeando el volante, un par de restaurantes vinieron a su mente. A Ace le encantaban esos restaurantes y había ido miles de veces con otras miles de chicas. Ace tenía que estar allí con Cameron. Y Cameron no era como ninguna otra mujer que hubiera conocido.Al llegar al segundo restaurante Diego se dio cuenta de que en este había más gente que en cualquier otro al que hubiera ido esa noche. Buscándolos, caminó entre las mesas elegantes.—Tengo sueño—, dijo Cameron, bostezando por cuarta vez después de haber bebido apenas tres copas de vino.Ace soltó una risita, acariciando su suave piel. —No sabes beber, ¿verdad?Casi cerrando los ojos, Cameron tuvo fuerzas para levantar la vista y encontrarse con la mirada de Ace.—
Abriendo la puerta de su despacho tras llegar un poco tarde, haciendo saber a todos que algo tenía que estar pasando ya que Diego no era de los que les gustaba aprovecharse cuando era el CEO de la empresa, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver la imagen de su amigo sentado en la silla frente a su escritorio con una taza de café en las manos.—¡Edmund! —le saludó Diego.El hombre que se llamaba Edmund se levantó.—Dios escuchó mis plegarias. Pensé que no vendrías—. Edmund abrazó a su amigo, dándole un par de palmadas en la espalda.—Por favor, toma asiento, Edmund. ¿En qué puedo ayudarte ahora?—¡Eh, hombre! ¿Crees que estoy aquí por algo? ¡Venga ya! Ya no soy esa clase de hombre.Diego se rió. —Si tú lo dices.—En fin, sólo vengo a despedirme, Diego.Diego le miró sorprendido. —¿Cómo? ¿De dónde? Quiero decir, ¿por qué? ¿Adónde vas?Edmund sonrió. —Mi labor ha terminado aquí. Ya sabes, nuevas competencias cada día que siento que ya no me necesitan.Aquellas palabras sonaron como la
Teniendo el maravilloso cuerpo de su mujer en el regazo -como él la llamaba cada vez que estaban solos-, Ace no podía dejar de pensar en aquella mañana. Su aspecto tan distante no podía pasar desapercibido para Susan.Caprichosamente, Susan se levantó del regazo de Ace. Para cualquiera era fácil notar que Ace estaba fuera de su mundo, como si algo le molestara, como si se hubiera dado cuenta de algo que en realidad no le parecía bien.—¡Ace! —Lo llamó.—¿Qué? ¿Qué quieres ahora, Susan?Susan cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Qué te pasa? De repente me llamaste y me pediste que fuera a tu apartamento. Pensé que venía a pasar un buen momento, pero veo que me equivoqué.—Por favor, Susan, no tengo tiempo para discutir esto contigo—, dijo Ace levantándose de su silla de cuero y yendo a por una copa.—¡No me lo puedo creer! Eres tan idiota, pero es mi culpa cuando realmente puedo estar pasándola bien con un hombre digno —Continuó diciendo mientras Ace seguía ocupado en su bebida.Esas pal
Tercer trago de la noche y los últimos recuerdos de Cameron se repetían en su mente. Era un idiota. ¿Cómo la dejó ir con ese mujeriego que sólo quería una cosa? Debería haber dicho algo, haber hecho algo, pero no. Solo prefirió ver como le arrebataban a su mujer y no hacer nada.Finalmente, la espera llegó a su fin cuando en su espalda sintió un par de bofetadas. Diego se giró y esbozó una sonrisa.—¡Oh! Tomás, pensé que no vendrías.—¿Cómo que iba a dejar que mi amigo se tomara todas las copas para él solo?—, sonrió Tomás, sentándose a su lado, —por favor, otra ronda por aquí—, le pidió al camarero. —Y, ¿a qué debo esta llamada, ah? Creía que estabas tan ocupado que...—La verdad es que no quería verte—. Le cortó Diego.—¡Ah! ¿Te digo 'gracias por la sinceridad'?Diego sonrió. —Querías oír la verdad y te estoy diciendo la verdad. No quería verte porque cada vez que te llamaba o incluso tu cara pasaba por mi mente, recordaba lo que le hice a Cameron. No debí hacerlo y por eso no te ll
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Ace a Cameron, dándole una taza de té.Ella le sonrió. —Estoy bien.—Bueno, lo menos que quiero es ser duro contigo. Cameron, puedes quedarte con la cama. Yo dormiré en el sofá.—No, no es necesario.—¡Oh! ¿Quieres dormir conmigo? —dijo Ace con un tono juguetón en la voz.Cameron se limitó a mirarle. Ella no quería seguir su juego. Tenía tantas cosas en la cabeza que lo menos que quería era lidiar con el juego de algún Ace famoso. Sabía que, mejor que nadie, a Ace le encantaba añadir nombres a su larga lista de conquistas.—Por cierto—, Ace volvió a llamar su atención.La verdad era que ella no sabía cómo empezar esa conversación que él quería iniciar desde el momento en que salió de la consulta del médico y se subió a su coche, diciéndole que sólo necesitaba ir al cementerio y encender su corazón.—Necesito dormir—. Cameron le cortó.Ace sonrió, dándose cuenta de que no quería hablar de nada.—S-sí, o-por supuesto. Por supuesto, Cameron. Te dejaré dorm