Eda Se encontraba sentada en el sofá cuando la puerta de la entrada fue abierta nuevamente la figura imponente, pero totalmente empapado Christopher se visualiza, la pequeña mujer frunce el ceño, ella tenía el pensamiento de que su esposo cogería una gripe al encontrarse en aquellas condiciones, pero entonces visualiza una bolsa de la farmacia en las manos de Christopher solo en ese momento ella también recuerda que nuevamente habían tenido sexo sin protección, la preocupación se apodera de Eda, el temor de quedar embarazada de su esposo definitivamente sería tormentoso e ir por una pastilla con esta lluvia es imposible o quizás Christopher ha ido por la pastilla, después de todo él más interesado en que ella no quede embarazada es él.La tormenta rugía con una intensidad que hacía temblar los cristales de las ventanas. Eda estaba en el salón, sentada al borde del sofá con el ceño fruncido, mirando cómo las gotas golpeaban violentamente el vidrio. La casa, aunque cálida, parecía impre
— No estoy enamorado de Patricia y tu eres mi esposa y aquello no va a cambiar Eda, eres mi esposa en papeles y mi mujer en toda la extensión de la palabra — Eda siente como sus manos empiezan a temblar — Mi mujer, aquello tu debes de tenerlo presente siempre — la cercanía de Christopher abruma los pensamientos de Eda — Eres mía Eda, solamente mía — La yema de los dedos del hombre acarician la clavícula de su esposa, ella solo puede mantenerse allí, sin reaccionar, con la respiración caliente y entrecortada, los labios entreabiertos con cara invitación para Christopher a devorarlos, ella traga saliva.Las manos del hombre descienden hasta llegar hasta la tela de la prenda de Eda, segundos después él lo rasga, Eda siente la frescura entrar en contacto con su piel, posteriormente el cuerpo de sí esposo entra encontacto con el suyo y los labios de Christopher demandan atención, tomando posesión de los carnosos labios de su esposa, Eda solo cierra los ojos dejando que su labio se deleite
Eda estaba de pie en la enorme cocina de la mansión Davenport, observando a la abuela Margaret con algo de timidez. La matriarca de los Davenport era una mujer imponente y elegante, pero siempre tenía una chispa de picardía en sus ojos, algo que desconcertaba a Eda en su totalidad, no era para nada experta en leer las personalidades de alguien y mucho menos de alguien como aquella mujer que tenía ante sus ojos.—Querida, ¿podrías llevarle esto a Christopher? —dijo la abuela, colocando una vianda perfectamente empacada sobre la mesa de mármol.—¿A la empresa? —preguntó Eda, sujetando el delantal que había insistido en usar esa mañana para ayudar en la cocina.—Por supuesto. Ese pobre muchacho siempre está trabajando. Si no le llevamos comida casera, probablemente sobreviva a base de café y decisiones apresuradas.Eda asintió, aunque la idea de aparecer de improviso en la intimidante empresa Davenport le hacía sudar las manos. No obstante, no podía negarse a la amable abuela Margaret.—
La pequeña mujer se recostó ligeramente contra el asiento del coche, ajustándose la delicada tela de su vestido mientras observaba cómo el paisaje de Londres comenzaba a cambiar. Desde que Cristopher había enviado al chofer para recogerla, todo parecía moverse a una velocidad distinta, como si cada paso que daba la acercara más al corazón de un mundo que aún le resultaba extraño, pero que, a pesar de su timidez, había aprendido a navegar. Al llegar al imponente salón, una mansión restaurada con elegancia y rodeada de jardines perfectamente cuidados, el chofer la ayudó a salir, ofreciendo una mirada discreta mientras ella ajustaba la falda de su vestido. El maquillaje impecable y el peinado perfectamente elaborado no lograban ocultar la fragilidad que la envolvía, pero, como inesperadamente Lucero había logrado que se sintiera como la mujer más hermosa en una sala llena de poderosas figuras de la alta sociedad inglesa.Mientras avanzaba hacia la entrada, el murmullo en el aire creció.
El salón principal de aquella imponente mansión para esas alturas y ante la llegada de Patricia estaba abarrotado de figuras clave del mundo empresarial. La prensa, ejecutivos influyentes y miembros de la alta sociedad no querían perderse el evento que marcaba el regreso de la familia Granville al panorama empresarial inglés, después de todos los actos ocurridos la separación de la familia Davenport y Granville después de la ruptura de Christopher y Patricia marcaba una pauta sobre una absoluta expectativa acerca de lo que sería el regreso de la mujer que Christopher adoraba con la vida. En el centro del escenario, Patricia Granville se erguía con una presencia que acallaba cualquier murmullo.Con un vestido negro impecable y una mirada calculadora, Patricia tomó el micrófono y dirigió una sonrisa medida a los asistentes. Su voz, firme y melodiosa, resonó con la claridad de quien domina tanto las palabras como el momento.—Damas y caballeros, gracias por estar aquí esta noche para pre
El hombre al percatarse del estado de su esposa informa al anfitrión de que ya es hora de abandonar la fiesta posteriormente el chofer acerca el vehículo del hombre, Christopher ayuda a Eda a subirse para que posteriormente abandonen el lugar. Christopher aceleró el coche mientras las luces de Londres se deslizaban por las ventanas, un borrón de colores que apenas podía captar su atención. Su mente estaba ocupada en la mujer que tenía a su lado. Ella había empezado a reír de manera excesiva en el vehículo, sus ojos brillantes de una chispa desconocida. Ahora, bajo la iluminación tenue del vehículo, sus rasgos se volvían más intensos; su piel resplandecía y su sonrisa, persuasiva.—Eda, ¿cómo te sientes? —preguntó Christopher, con la ronquera en su voz. Ella giró la cabeza hacia él, sus ojos destellando con una mezcla de picardía y vulnerabilidad.—Perfectamente bien, Chris. Solo que... me siento un poco más... viva y claro tengo una sensación de calor que va subiendo y arrasando con
Eda despertó con el peso de una realidad que no deseaba enfrentar. El recuerdo de la noche anterior, tan intenso como perturbador, la invadía con cada segundo que pasaba. Cerró los ojos por un instante, deseando volver a dormir y evadir el remolino de emociones que la embargaba, pero sabía que no podía. A pesar de la intimidad compartida con Christopher, una punzada de inseguridad le atravesó el corazón. Los recuerdos de la intimidad con el hombre hacen que su cuerpo sienta escalofríos al recordar las embestidas profundas y como su pequeño cuerpo soportaba las penetraciones de aquel imponente o más que se apoderaba centímetros a centímetros de su cuerpo.La cama estaba vacía. Christopher ya no estaba allí. Con un suspiro de alivio tembloroso, Eda se levantó y decidió tomar una ducha. El agua fría caía sobre su piel como un intento desesperado de borrar los rastros de lo ocurrido, de enjuagar los remanentes de una conexión que, aunque IV deseada en el momento, ahora la atormentaba. Se
Eda había salido al jardín después del desayuno, como solía hacerlo cada mañana, necesitaba sacar la tensión que había adquirido ante la presencia de Patricia. El aire fresco le ayudaba a despejar la mente mientras cuidaba sus plantas. Se agachó junto a un rosal, con las tijeras de podar en mano la abuela le había mostrado como debía de hacer, cuando un pequeño tropiezo la hizo perder el control. Un ardor intenso recorrió su palma: las tijeras le habían herido.Eda, siseó de dolor, observando cómo la sangre comenzaba a brotar. Sin pensarlo dos veces, dejó las herramientas y caminó apresuradamente hacia la casa en busca del botiquín. Fue entonces cuando se cruzó con Christopher en el pasillo.—¿Qué te pasó? —preguntó él al ver las gotas escarlata marcando el suelo.—Un accidente... —murmuró Eda, evitando su mirada mientras sujetaba la mano herida contra su pecho.Christopher no esperó explicaciones. Tomándola por el brazo, la condujo hacia la cocina, donde sacó una toalla limpia y el b