— Yo creo que eso fue una mentira, lo del casamiento, para quitarse de encima a tantas mosconas… — Oye, si estás hablando de mí… — Mi hermano decidió posponer su decisión – si Carlotta tenía duda, al escuchar la voz en su espalda, estuvo segura de quién era la Valentina presente y del Duque que hablaban. — Nadie le gustó para Duquesa, ese es un puesto que no cualquiera puede ocupar. Les respondió y aunque algunas se sintieron medio ofendidas, nadie se atrevió a enfrentarla. Su familia pesaba demasiado sobre los millonarios y ricos del país. Carlotta solo hizo su trabajo, bajando la mirada, loca por salir de ahí, pero Valentina ya la había visto y no se la pondría tan fácil. Se inclinó con disimulo y le secreteó algo a la rubia a su lado, que luego miró a Carlotta de reojo con evidente malicia. Pasaba con la sopera llena del caldo caliente cuando la mujer se echó hacia atrás de repente, como si se fuera a levantar de su silla, impactando con la cadera de la Duquesa y haciéndola
La escena se congeló cuando Valentina cayó sentada en el suelo, con los ojos húmedos, llevándose la mano a la mejilla y mirando a Carlotta hasta con temor. La Duquesa no entendía ahora que estaba tramando la “santa” hermanita, cuál era su plan para hacer todo este show, pero de repente… — ¡Valentina! – la voz de Stefano se escuchó desde la puerta cuando entró y vio el momento en el que Carlotta le pegaba con fuerza a Valentina en la cara. Entró como un vendaval empujando a todos y se agachó con evidente preocupación a levantar a su hermana del suelo. — Stefano, yo… yo solo quería ayudarla – comenzó a llorar y agarrarse al pecho del Duque hasta con falta de aire. — ¡¿Qué estás haciendo?! – Stefano se giró hacia Carlotta y la miró con ojos cargados de ira y enojo. — Yo… es obvio que no importa lo que diga, ya decidiste condenarme – Carlotta le respondió también con fuego en su mirada, harta de tantas tramas. Que se quedara con su querida hermana, ella se iba al carajo de este sit
Fabio se movía con agilidad por el ring, bloqueando a su adversario y atacando cuando era el momento correcto.La adrenalina de la pelea hirviendo en sus venas, patada arriba, bloqueo de manos, puñetazo en el hombro, cayeron ambos rodando el suelo, pero Fabio ya tenía al oponente prisionero en una llave estranguladora.¡Tap, tap, tap!Sonaron las palmaditas sobre el suelo del ring, la señal de rendición y solo así soltó al robusto hombre con el que luchaba.Se levantó con el torso desnudo, los tatuajes brillando por el sudor. Tomó agua y una toalla sobre las cuerdas para limpiarse un poco.— Señor, tengo la información que me pidió – uno de sus hombres se acercó a la plataforma de peleas clandestinas, en este enorme y viejo almacén.Fabio tomó la hoja y leyó el reporte.— Solo son unos novatos, desgraciados, persiguiendo a una infeliz mujer, ¡búscalos! — Quiero saber para quién trabajan, les haré el interrogatorio personalmente— agregó en un tono siniestro y ya su ayudante se estaba
— ¡Me dijo que era solo subirlo, pero esto no es tan fácil!, mejor pido ayuda, pero ¿a quién? ¡Aggr Maldici0n! Se rindió con temor de tocar algo incorrecto. Ni modo, dormiría con frío porque a esta hora dudaba de que alguien le hiciera el favor de venir hasta aquí. Iba a cerrar de nuevo el panel, cuando un trasteo en la puerta de entrada la hizo alertarse. — ¡Espera!, ¡Hay alguien aquí! – corrió gritando porque le pareció que estaban cerrando la puerta — ¡Oye, abre, hay una persona aquí adentro! ¡BAM, BAM, BAM! Golpeó la puerta de madera y la haló por la rústica manilla, sin embargo, estaba cerrada, alguien había puesto un candado desde afuera. — ¡Abre, abre, estoy aquí, hay una persona aquí! El ama de llaves escuchaba los gritos desesperados de Carlotta y sonreía de medio lado. Lo único que había encerrado era a un animal salvaje y por eso, la dejaría ahí hasta la mañana, para que mínimo se le congelara la lengua. Dio la espalda y se alejó satisfecha por habérsela desqui
Su vista se dirigió de golpe a la rendija debajo de la puerta de madera, de donde salía una fina estela de humo. ¡Algo se estaba quemando allá dentro y eso era muy peligroso! — ¡Carlotta, Carlotta! – comenzó a llamarla, entrando un poco en pánico, corriendo de nuevo a la puerta e intentando forzarla. ¡BAM, BAM, BAM! Traqueaba la vieja madera, pero la manija oxidada con el candado no cedía. — ¿Quién mierd4 cerró esto con candado?, ¡Maldici0n! Stefano le dio la vuelta a esta casona grande y miró hacia arriba a las tres ventanitas en lo alto de donde salía algo de humo por las rendijas. Una máquina de podar el césped tipo carrito, bien grande y cómoda, estaba cerca, debajo de unos pinos. Stefano corrió hacia ella y la accionó acercándola a la pared de madera. No llegaba a los ventanales y necesitaba algo donde subirse. Trepó por el carrito y se paró en el techo de metal verde para observar por las ventanas. Todo adentro se veía muy mal, sobre todo por el humo en el ambiente.
— ¿Por qué estabas durmiendo en ese cuarto? ¿Quién te puso ahí? – Stefano le preguntó. — Fue ese hombre insufrible del Duque, es tan arrogante, pero está tan bueno, ¿será bipolar? – le respondió y Stefano bufó, solo que luego se dio cuenta de sus incoherencias. ¿Tendrá algún traumatismo en la cabeza? — Ya te cuento, el mejor orgasmo de mi vida y ni siquiera hicimos el amor, pero al otro día, uf, como lo odio y ¡esa mujer fue quien tiró a propósito la sopa! — ¡Me dijo ramera!, desde que llegué a esta casa todos me humillan, sé que parezco una interesada, pero necesito dinero, necesito mucho dinero para salvar a Luca… ¿Luca? ¿Quién era Luca? ¿Carlotta le pidió el dinero para un hombre? El Duque no sabía si creer en esa retahíla de palabras descoordinadas de Carlotta. Luego volvió a llorar empapándole el cuello y Stefano cada vez se encontraba más preocupado por ella. — ¡Señor, señor, qué sucedió! – el ama de llaves venía corriendo con otros sirvientes. Su cara de pánico y no
— Duque, yo la ubiqué donde usted me dijo, pero esa mujer… — Carlotta, ese es su nombre, así que ahórrese las palabras despectivas – Stefano la interrumpió sin dejarla de mirar fríamente. — Sí, sí, perdón, la Srta. Rinaldi, ella no quiso quedarse en esa habitación, me dijo que prefería estar con la servidumbre – le respondió y el sudor le corría por la espalda, sus manos sujetas delante con fuerza para que no notase su temblor. — Bien, digamos que Carlotta le dijo eso, ¿también te pidió que la pusieras en el trastero de la mansión? – Stefano no le creía ni media palabra. Sabía muy bien del carácter fuerte de su “esposa”. Estaba seguro de que sacó de quicio al ama de llaves y esta se vengó, pero ¿al punto de encerrarla en la cabaña donde casi muere? — No, no, la verdad es que también me asombré al enterarme de que dormía ahí. — Le pedí a una de las doncellas que le diera una habitación y pensé que la había ubicado bien. Puedo llamarle a la doncella… ¡BAM! Un fuerte golpe sonó
Sus ojos pestañearon incómodos por la luz. ¿Qué había sucedido? — ¿Carlotta? ¿Carlotta? – una voz masculina la hizo girar la cabeza con algo de molestias y ver el apuesto rostro de un hombre. — ¿Guarda… guardaespaldas? – le preguntó con la voz ronca y reseca. — No te esfuerces, llamaré al doctor – Fabio enseguida pulsó el botón rojo de emergencias. Carlotta se vio siendo examinada y revisada por todos lados. Respondió lo mejor que pudo a las preguntas que le hacían y poco a poco, los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente. — ¿El Duque está bien? – le preguntó a Fabio cuando se quedaron de nuevo a solas. — Sí, él está bien. Carlotta, ¿qué hacías encerrada en la casona vieja? Ella comenzó a relatarle los hechos y el hombre fruncía más y más el ceño. Era obvio que alguien se la había jugado, si tenía alguna duda, se le despejó. — Espera un momento— le dijo de un momento a otro, viendo como ella se pasaba la lengua por los labios agrietados y resecos. Agarró un pa