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CAPÍTULO 2: ASAMBLEA

Avanzamos rápidamente a la cabina de Estrella y Marian, abrimos la puerta de golpe y no están ahí...

La preocupación empieza a hacer un agujero oscuro en mi corazón y un nudo se forma en mi garganta.

Priscila y yo corremos por el pasillo hacia la cabina de Ana y Leo, puedo ver los distintos paisajes en las ventanas en el borde de mi vista mientras avanzamos, un bosque nevado, praderas infinitas, el firmamento y algunos lagos.

Llego a la cabina y casi derribo su entrada por la anticipación.

Todos estaban aquí, Leo y Marian estaban vendando la cabeza de Ana quien parecía haberse golpeado bastante feo, Estrella estaba sentada en un rincón abrazada a sus rodillas, el nudo en mi garganta se hace un poco más llevadero ahora.

Priscila y yo entramos a la cabina, distraídamente noto que en su ventana se muestra lo que parece ser una ciudad que no conozco, aunque se ve algo rara, hay algo en ella que simplemente no cuadra del todo.

— ¿Qué le pasó a Ana? —la voz preocupada de Priscila resuena en la cabina con miedo.

—La sacudida la tiro de la cama bastante feo—Leo es quien le responde—estará bien.

Volteo a ver a Estrella y como parece no aceptar lo que esta pasando.

— ¿Estrellita estas bien? ¿Te duele algo?

Ella niega con la cabeza y se mantiene en silencio antes de hablar.

—No sé lo que esta pasando ¿Viste las ventanas allá afuera? Ese es el tipo de cosas que uno se espera de una puta película, no del mundo real.

Me quedo callado y por segunda vez en menos de una hora me quedo sin respuestas.

—Todos traigan sus cosas, no sé qué es lo que esta pasando pero por cualquier cosas necesitamos saber qué es lo que tenemos a la mano—Leo suelta lo que parece ser la idea más sensata que ha tenido desde que lo conozco.

Priscila y yo regresamos por nuestro equipaje, tomo mi mochila y la maleta de mano que traje y regreso lo más rápido que puedo.

Al abrir mi maleta lo primero que encuentro es una nota de mi madre al rededor de algo envuelto en papel periódico, hablaba de lo mucho que ella y papá me aman y que esperaban que me mantuviera seguro en mi viaje.

Por primera vez desde que todo este desastre empezó pienso en mamá y papá, en mi hermano Ariosto, y el peso de no saber si volveré a verlos se instala sobre mis hombros, siento que mis ojos se humedecen y ese nudo en la garganta se hace más grande con cada segundo pero aun así me lo trago, no puedo desmoronarme ahora, no estoy solo y llorar no va a hacer que las cosas mejoren o se solucionen... puedo llorar después.

Desenvuelvo el papel periódico y veo que es un cuchillo enfundado en cuero, no soy un experto en cuchillos pero se ve de muy buena calidad, parece tener un largo total de unos veinticinco centímetros, el mango es de algo que parece ser el asta de un venado o algún otro cérvido, y estaba rematado con un pomo de metal, lucia bastante afilado.

Después de verlo por un momento vuelvo a enfundarlo y me lo meto entre el pantalón para seguir viendo mis cosas, no había nada verdaderamente excepcional, jeans un poco desgastados, un cinturón de cuero, camisas de franela, algunas playeras, mi encendedor y un libro sobre plantas con propósitos medicinales que Ariosto me regaló en mi cumpleaños, lo único verdaderamente útil es una bolsa con mi instrumental esencial para diagnostico, algo que aprendí a llevar encima gracias a unos manifestantes que tomaron la universidad como protesta en mi tercer año.

Estetoscopio, baumanometro, oximetro, glucómetro, termómetro de mercurio, alcohol, abate lenguas, estuche de disección, algunas pastillas variadas y un par de gasas era lo mas útil que tenia, no era mucho, solo lo suficiente para salir de un apuro y lo suficientemente pequeño como para no ocupar un espacio significativo en la maleta.

Los otros cinco parecían estar en mi misma situación, bolsas de instrumental incluido, Estrella incluso había traído agujas e hilo para sutura.

Unos golpes en la puerta nos sobresaltaron antes de que una voz masculina sonara del otro lado.

—Habrá una reunión de todos los pasajeros en el vagón comedor donde discutiremos lo que pasa, por favor preséntense—la voz apagada del personal del tren llamó desde el otro lado de la puerta.

Mis amigos y yo nos miramos entre nosotros antes de asentir y decidir ir en dirección al vagón comedor, mi mano rozando el pomo de mi nuevo cuchillo cada pocos segundos para intentar calmar mi ansiedad.

Mientras caminábamos no pude evitar ver las ventanas, todas mostraban algo diferente, absolutamente ninguna se repetía, era totalmente confuso para mi el cómo esto podía ser posible.

Mi mente divagó, a través del infinito mar de posibilidades en busca de atrapar alguna idea que explicara lo que estaba pasando... fallo miserablemente

En el vagón del comedor había más gente que sillas disponibles así que algunos simplemente se quedaron parados o se sentaron en las mesas.

Todos estaban comprensiblemente nerviosos y asustados, yo incluido, había desde niños hasta ancianos todos buscando respuestas en el personal del tren quienes parecían igual de confundidos que nosotros.

Al final resulto que nadie sabia lo que estaba pasando, el personal dijo que no había nadie en la cabina del conductor y no tenían idea de qué había sucedido o por qué, revelaron que el tren contaba con una pequeña reserva de insumos médicos para emergencias menores y que en los vagones de carga había una cantidad de grano y otras cosas que deberían bastarnos por unos días si lo aprovechábamos bien... no era lo más alentador para decir.

Finalmente Leo nos ofreció para ayudar a aquellas personas que tuvieron lesiones mas complicadas debido a la sacudida del tren, quienes sorprendentemente no eran tantas ni tan difíciles.

Un hombre de la mediana edad también reveló que el era maquinista o como se le diga a aquellos que manejan los trenes y se ofreció a ir a la cabina para ayudar en lo que pueda.

Tras unas horas hubo otro problema, el tren se detuvo, el que el tren se detuviera no fue el problema en si, sino que nadie sabia en donde diablos o el por qué nos habíamos detenido.

Leo quería ir a ver al maquinista y quería que lo acompañara así que fui con el.

A medio camino nos topamos con otro sujeto, dijo que se llamaba Raúl y era un ingeniero aunque no se de que tipo, y que lo habían llamado a la cabina.

Una vez en la cabina ni siquiera tuvimos que preguntar, el maquinista habló en cuanto se abrió la puerta.

—No tenemos combustible y no tengo idea de donde demonios estamos.

Fue con esa respuesta que una sola palabra dejo mi boca antes de que siquiera me diera cuenta.

—Mierda...

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