CAPÍTULO 4: EL NEGOCIANTE

El camino fue cansado, no estaba en mala condición física pero tampoco era un superdeportista, intente racionar el agua lo mejor posible ya que no sabia que tan viable seria comprarla dentro de la ciudad en desarrollo, pero aun así el cansancio de la caminata me hizo tomar un sorbo mas de agua, algo que parecía un momento que Leo había estado esperando desde hace un buen rato. 

—Amigo, si no tiene pelo para que te la quieras acabar toda de un jalón. 

"Este idiota me agarro con la guardia baja" 

—Te odio. 

Aunque no era el desierto árido que mi mente se imaginaba cuando la gente hablaba de Texas ciertamente si hacia calor, aun así perseveramos hasta llegar de la apartada estación del tren hasta nuestro destino, el mercado local. 

Nuestra primera parada no fue una casa de empeño como sugirió Priscila, primero visitamos una tienda de víveres común, no tendría sentido vender las cosas de mis amigas por un precio de miseria solo porque no se me ocurrió revisar antes el estado del poder adquisitivo regular. 

Aunque no era mi moneda nativa, tras una inspección minuciosa de los artículos, varias miradas sospechosas del tendero y un par de decenas de cálculos mentales, llegue a la conclusión de que un dólar de esta época equivalía a aproximadamente a treinta dólares de mi tiempo. 

Con la información recopilada como arma ahora si me dirigí a la casa de empeños mas cercana con la intención de exprimirle tanto dinero como sea posible al locatario. 

Me adentre en la tienda y me presente como Clint Eastwood (claramente un nombre falso) y le mostré lo que tenia. 

En total Priscila y las muchachas lograron recolectar la nada despreciable cantidad de trescientos gramos en oro lo cual según mis cálculos deberían ser poco mas de quinientos antiguos dólares. 

"Quizás no me equivoque tanto al asumir que Priscila en realidad si se robo esto" Fueron mis pensamientos al escuchar el peso. 

Era hora de la parte difícil de esto, regatear, claramente no esperaba que este tipo me comprara esto al precio completo pero aun le sacaría tanto dinero como pudiese. 

Empecé pidiéndole que me diera los quinientos dólares a lo cual se negó, me ofreció trescientos cincuenta, le pedí cuatrocientos ochenta y el subió a cuatrocientos, solo para cerrar en cuatrocientos veinticinco dólares, ese maldito tendero era duro. 

Tras mi ardua jornada de regateo extremo volví con Leo al mercado, su puesto de venta improvisado ya estaba en funcionamiento pero el simplemente se quedo sentado esperando a que la gente llegara por si sola. 

"Este tipo no podría venderle agua a un sediento ni en el desierto" 

Habíamos deliberado mucho en compañía de las chicas sobre con que negociar, debatimos el dar consultas medicas a bajo precio, ofrecer servicios de trabajo, entre otras cosas pero siempre encontrábamos obstáculos, desde la falta de importancia por la salud de la época, la poca experiencia en aspectos mas comunes de esta época o la incapacidad de Leo para comunicarse del todo bien, todo eso nos condujo a nuestro mas nuevo emprendimiento. 

Era hora de poner en practica las horas de mi vida gastadas en ver a mi abuela trabajar dentro de su mercería en el mercado de mi pueblo natal. 

— ¡Playeras! ¡Lleve sus playeras de alta calidad del viejo continente a bajo precio! ¡Lleve para su marido, su hijo o su amante! ¡Cómprese una playera de alta calidad para enamorar a esa bella dama suya con su elegancia y estilo! 

Si hubiese sabido que mi primer trabajo tras terminar la universidad sería vender playeras me hubiera dado de baja inmediatamente, pero por lo menos mi humillación y vergüenza fueron útiles a mi misión ya que al poco tiempo los primeros clientes arribaron. 

La calidad de la manufactura del siglo XXI claramente cautivo a mis posibles compradores, lo que para mi eran simples playeras de algodón de colores blancos y negros lisos para ellos eran prendas muy finas, pulcras y de diseño simple pero elegante...son unos tontos sin remedio. 

Mientras Leo y yo estafábamos a estos tipos con ropa que en el mejor de los casos eran prendas de lo mas básico una mujer joven y rubia se nos acerco con mucha confianza. 

La mujer fue cortes y con un lenguaje apropiado para una dama de estatus nos ofreció comprarnos todas las existencias que aun tuviéramos disponibles, hasta ahí todo era perfecto, los problemas llegaron cuando quiso pagarnos una miseria por nuestra mercancía. 

Genuinamente no pude evitar explotar en risas ante la propuesta de esta mujer y eso que intente contenerme. 

—Ja, Leo, esta perra es una idiota, en serio cree que puede comprarnos todo por menos de un cuarto del precio—Me aseguré de decir en español para evitar conflictos. 

Leo me miró un poco sorprendido por lo que le comenté y la dama aunque claramente no hablaba español parecía entender que nos reíamos de su oferta. 

Lo que siguió fue una serie de palabras explicitas que se resumían en ella llamando a Leo un estúpido ignorante inferior a ella y una buena cantidad de insultos basados en el tono de su piel. 

—Oye Leo, esta tipa esta diciendo bastantes cosas malas sobre ti, no puedo decir que este en desacuerdo con ella pero aun así no creo que deba llamarte así sin tu consentimiento. 

—En realidad—Leo comenzó su oración con una sonrisa—Creo que se refiere a ti, te esta mirando mientras habla. 

Mis ojos se abren ante tal revelación, eso era cierto. 

" ¡Esa rubia estúpida, blanca e insípida! ¡¿Como se atreve esta sucia campesina a hablar mal de mi glorioso tono color canela tentación?! " aunque lo pensé me trague mis ganas de decirlo, había que ser civilizados 

—Mire señorita...—Articulé en ingles para darme a entender. 

—Loreal—Habló con tono altivo, orgulloso y enojado a la vez. 

-Mire señorita Loreal-Comencé mi replica-No me interesa si usted apellida Loreal, Pantene o Sedal, bien podría apellidarse Head and Shoulders para lo que me importa, el precio que le di es el precio final y para usted ahora es cincuenta por ciento mas caro, así que cómpreme algo o si es demasiado pobretona y no tiene lo suficiente para pagarme el precio que le di entonces lárguese. 

La rubia tonta me vio con rabia en sus ojos antes de darse vuelta y retirarse del puesto. 

— ¿Qué le dijiste? —Preguntó Leo. 

—Que compre o se vaya. 

—Sonó a que le dijiste mas que eso. 

—No, le dije exactamente eso. 

A lo largo del día logramos terminar nuestro suministro de productos y ahora con una suma algo considerable en nuestro poder decidimos dirigirnos en dirección al distribuidor de carbón mas cercano. 

Luego de pedir indicaciones un par de veces y unos cuantos intentos de Leonardo de practicar su ingles nos instruyeron que la distribuidora de carbón mas cercana estaba a unos diez kilómetros fuera del pueblo siguiendo el camino que sale de la ciudad. 

¿Por qué estaba la distribuidora en una ubicación tan poco practica y aislada de la ciudad? No tengo ni la mas mínima idea. 

¿Había estado la distribuidora de mi realidad en la misma ubicación? Solo dios lo sabe, jamás había estado en el San Antonio de mi línea de tiempo y mucho menos durante esta época. 

Tras aproximadamente siete de los diez kilómetros recorridos y con el sol empezando a descender toda el agua que había bebido antes decidió que era hora de salir y reincorporarse a su ciclo natural. 

Avanzando unos cuantos metros dentro de la densa arboleda para orinar sin la presión de ojos que me juzguen procedí a vaciar mi cuerpo en un momento de calma y satisfacción donde me hice uno con la naturaleza. 

Mientras regresaba en un silencio velado y desde una dirección diferente con la intención de asustar a mi amigo la escena que me recibió hizo que me pusiera pálido de miedo. 

Esa mujer Loreal estaba frente a Leo, un hombre a su lado apuntaba a mi compañero con un rifle largo y mortal mientras lo amenazaba y ridiculizaba por intentar vender en su pueblo sin permiso de su familia y encima humillar a su mujer. 

La sangre en mis venas se congelo sin remedio ante las palabras de ese sujeto, la adrenalina me hacia sentir el corazón en la garganta y quería llorar por lo que veía, una parte de mi pensó en irse inmediatamente pero mi corazón no podía dejar que mataran a mi mejor amigo, así que tome una decisión ilógica y con poca posibilidad de supervivencia. 

Con pasos silenciosos avance sobre las puntas de mis pies hacia la espalda del hombre, con solo unos pasos de distancia entre mi objetivo y yo desenvaino mi cuchillo lentamente. 

Mi respiración se detiene para hacer el menor ruido posible, en mi mente veo la posición anatómica en la que debería estar su corazón, visualizo el ángulo de elevación necesario para mi tarea, los ojos de Leo se agrandan. 

"Leo debe de haberme visto detrás del hombre" 

La mujer se voltea lentamente al observar la expresión de Leonardo, me ve e intenta advertir a su marido pero es tarde. 

En un movimiento violento y sin gracia sostengo al hombre por el hombro y apuñalo el cuchillo en su cuerpo, con el ángulo correcto su corazón es perforado por una hoja de frio acero. 

La sensación del metal navegando dentro de su cuerpo mientras lo empujo se quema para siempre en mi mente como marcada por un hierro incandescente mientras un gemido húmedo sale de la boca de mi victima causado por el aire que esta siendo expulsado violentamente de su cuerpo. 

Un disparo resuena en el aire desde el rifle del sujeto y Leo cae al suelo con un gemido de dolor. 

Loreal al ver a su marido en el suelo, entra en pánico y deja atrás su caballo e intenta correr mientras se levanta el vestido. 

Corro a ver a Leo quien esta en el suelo y le pregunto en pánico si esta bien. 

—Mi brazo...mi brazo me duele mucho—Responde con lagrimas de dolor en los ojos. 

Reviso su brazo y noto que el proyectil solo lo ha rozado, pero aun así sangra, uso la pañoleta que lleva en la bolsa de su camisa para vendarlo. 

Mis ojos notan la lenta figura de Loreal que intenta correr lo mas rápido que puede, mi mente corre a través de cientos de escenarios sobre lo que pasaría si ella llega a algún lugar y cuenta lo que pasó aquí. 

" ¡No importa en que realidad estemos, estoy seguro de que matar sigue siendo un delito, si abre la boca bien podríamos habernos dejado matar! " 

Con mi mente enfocada por la adrenalina tomo el rifle del cuerpo que yace a mi lado y apunto. 

Aquella no era la primera vez que disparaba un arma, en una visita al rancho de mi tío mi padre insistió en que disparara su pistola para que experimentara el sentimiento. 

Aunque no estaba familiarizado con esta arma había visto películas de vaqueros antes y sabia que para recarga debía bajar y subir la palanca, y así lo hice. 

El retroceso se sintió como ser pateado en el hombro por un borracho y el sonido golpeo mis oídos como un martillo que destroza el cristal, no era para nada como la pistola de mi tío. 

Mi disparo fallo y Loreal grito de terror pero igual repetí mi acción. 

Un segundo estallido y otro grito...solo que esta vez fue un aullido de dolor. 

Un solo impacto a la caja torácica la mando al suelo inmóvil. 

Una niebla rojiza baño el aire y tiño el camino con su esencia de vida. 

Olor a hierro, humo y pólvora quemada invadieron mis sentidos como nunca antes. 

Loreal estaba muerta, puede que sus funciones cerebrales no hubieran cesado todavía pero una bala de este calibre no solo perforaría su pulmón sino que la energía cinética transferida a su cuerpo por el proyectil haría puré a los órganos y el tejido cercanos, eso sin contar la hemorragia causada o que se debería estar ahogando en su propia sangre, o que habría astillas de hueso perforándola por todo su torso. 

Si, con esta distancia entre ella y el pueblo, con la medicina de esta época, con una herida como esa, Loral estaba muerta...y yo la maté. 

Una sensación brotó en mi pecho, mis manos temblorosas aun así no dejaron caer el arma mientras vomitaba junto a un árbol, lagrimas salieron de mis ojos y un agudo zumbido golpeaba mis oídos. 

Las manos de Leo me voltearon para que lo viera. 

Sus palabras sonaban como si estuviera bajo el agua. 

— ¿Estas bien? —Fue todo lo que alcancé a escuchar. 

—Mate a dos personas...creo que acabo de asesinar a dos personas... 

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