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LA CIUDAD DE LA ILUSIÓN
LA CIUDAD DE LA ILUSIÓN
Por: Escritora soñadora
UNA DULCE Y ESPECIAL PIRÁMIDE

La Ciudad de la Ilusión era conocida en todo el mundo por la simpatía y el talante alegre de sus habitantes.

Era muy acogedora y todos eran bienvenidos, y sus habitantes hacían su estancia lo más agradable posible.

Uno de sus signos de identidad era que organizaban eventos especiales en fechas señaladas, como por ejemplo el día de todos los santos, y ese año le había tocado prepararlo a la pastelería: “El cariño”.

Esta era una pastelería muy especial, pues era el corazón de la ciudad, ya que guardaba en su interior el secreto que durante siglos había hecho que la Ciudad de la Ilusión fuera tan feliz e incluso envidiada por alguno.

Toda persona que pasaba por allí, aunque fuera de paso, compraban algo en ella.

No era un día cualquiera, y los hornos y freidoras de la pastelería trabajaban a pleno rendimiento.

El pastelero mayor apenas había dormido, pero no le importaba, ya que amaba su trabajo y sabía que sin él algo dentro de la ciudad moriría.

Los clientes entraban y salían constantemente e incluso hacían cola durante horas para poder comprar.

Ese día trabajaba toda la familia, pero estaban muy contentos, porque veían a la gente felices, y más a los niños, ya que les regalaban piruletas de chocolate.

Habían comprado toneladas de ingredientes para los dulces de ese día, pero no fueron suficientes, ya que habían tenido más ventas de las que habían previsto y a parte habían preparado una sorpresa para el atardecer.

El pastelero estaba a punto de rendirse y salir a decir que no podían vender más, pero su hija, Esperanza, le dijo que confiara en ella y sus amigos, que le traerían los ingredientes.

Esperanza llamó a todos los niños del pueblo y les contó lo que pasaba. Estos, en enseguida, le dijeron que le ayudaban, ya que adoraban a su padre.

Fueron casa por casa, negocio por negocio e incluso a los pueblos limítrofes, en bicicleta. Gracias al esfuerzo, y a que Esperanza nunca se dio por vencida y mantuvo la fe, pudieron reunir todos los ingredientes.

Cuando los niños entraron en la pastelería todos les aplaudieron, y el pastelero les regaló a cada uno un cupcake de chocolate y a su hija le propició un fuerte abrazo.

Se pusieron todos a hacer dulces y según se terminaban se iban vendiendo, todo el mundo pudo tener el suyo ese día.

Ahí se demostró porqué la pastelería se llamaba «El Cariño», cuyo nombre venía dado por el amor que le ponían a todo lo que hacían, lo cual se transmitía a los clientes.

Faltaba la sorpresa que habían pensado para el atardecer, era realmente espectacular y no iba a dejar a nadie indiferente. Llegó al centro del pueblo un gran remolque con algo que tapaba una lona.

Se apagaron todas las luces y un foco alumbró el remolque. Los niños cogieron la tela de uno de los lados y empezaron a tirar de ella, saliendo a la luz una inmensa pirámide de buñuelos sobre una base de huesos de santo y una cúpula con panallets, que formaban el escudo de la ciudad. En el centro de la pirámide, con profiteroles rojos, había un corazón flechado.

De repente, también se apagó el foco, quedando todo a oscuras, empezando a sonar una melodía interpretada por una orquesta, y los más pequeños comenzaron a cantar. Sobre la pirámide, con láser, se proyectaban imágenes. Como final del espectáculo de las cuatro esquinas, se dispararon cuatro cañones que llenaron de dulce la cúspide. Cuando se encendieron todas las luces, esta apareció recubierta de chocolate y la gente empezó a aplaudir.

Después de todas las complicaciones, el día salió perfecto para el pastelero y la función había sido un éxito, así que había sido redondo, pues todo había salido bien. Eso indicaba el inicio de las celebraciones previas a la Navidad, pero no sabían que algo había cambiado con ese espectáculo, pero eso es otra historia.

El pastelero y su equipo empezaron a distribuir trozos de la pirámide entre todos los asistentes y para los niños repartieron unos rellenos de chocolate, que habían hecho especiales para ellos.

Mientras los ciudadanos degustaban la cúspide, hubo un festival de fuegos artificiales y así acabó el día en la Ciudad de la Ilusión.

Eso hará que toda la magia de la ciudad despertara y cada vez será más fuerte según se vaya acercando la Navidad.

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