Capítulo 13
Aradne, al pensar que tendría a ese hombre de casi dos metros de altura, de cabello castaño y mirada frígida dándole la comida, se ruborizó, pero no protestó. Lo siguió con sus ojos brillosos hasta la puerta, viéndolo abrirla y desaparecer.

Ella se acomodó en la cama y cerró los ojos, intentando encontrar alguna lógica en lo que él estaba haciendo por ella. No comprendía por qué quería cuidarla si antes la había tratado mal.

Una hora después, Gedeón abrió la puerta con una bandeja en las manos. Aradne lo observaba con los ojos muy abiertos, siguiendo cada uno de sus movimientos mientras él se acercaba y se sentaba junto a su cama. Cuando vio que colocaba la bandeja en su regazo, ella estiró las manos para tomarla, pero una voz áspera la detuvo.

—¡No! Tienes que dejar que yo te lo dé. —Levantó la cuchara y se la acercó a la boca.

—Puedo comer sola, el medicamento ha calmado mi malestar. Me niego a que me den la comida —expresó haciendo puchero y cruzando los brazos.

—Última oportunidad,
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