Arturo.
Llegué a mi departamento frustrado por la actitud de Rebecca. Esa mujer me estaba sacando de mis casillas. Me retaba con su altanería y me despreciaba como si tuviera lepra ¿Es que acaso no le parezco atractivo? Nunca había tenido que suplicar por la atención de una mujer, todas quisieran estar en su lugar.
Ante mis frustrantes intentos por seducirla, la muy digna se da el lujo de llegar en el carro de su amante. Tenía deseos de reclamarle, pero Bruno no me dejó. Me detuvo diciendo que haría el ridículo y era verdad, no tenía motivos para hacerlo, ahora me siento frustrado y con unas ganas de tenerla, llamaré a una de mis chicas para que me quite este problema.
—Hola preciosa ¿Por qué tardaste tanto? Te esperaba desde hace rato— le pregunté a Megan, una de mis amiguitas.
—No fue nada importante, un pequeño contratiempo con mi auto— me respondió besándome con lujuria, la deje hacer. Sabía que estaba con otro. Eso era lo que ellas hacían. Te juraban amor eterno mientras se metían en los pantalones de otros. Ella no sería la excepción. Así había sido con Danna, Danna Musspegui.
Ella fue mi novia hace 3 años. Solo duramos dos años de novios. Ella era la hija de mi padrino Otto Musspegui. Con ella fue amor a primera vista. Me enamoré como un desquiciado. Le juré amor eterno y le entregué cada segundo de mi tiempo y hasta le hubiese dado cada parte de mi si me lo hubiera pedido. Pero como toda novela cliché la muy maldita me engañó. Se fugó con mi mejor amigo Antonio D’ Lucca. Sí, así como lo oyen. Antonio es hijo del socio de mi padre en la empresa.
Antonio y yo éramos amigos de niños y compañeros de estudio en la colegiatura, junto con Bruno y Danielle. Danielle es la hermana mayor de Danna así fue como la conocí y nos hicimos muy buenos amigos. Fuimos muy unidos tanto que ya siendo adultos y después de haber terminado mi carrera le pedí ser mi novia, ella dudó y por un tiempo no aceptó, pero al final me dijo que sí.
Con el tiempo le había dicho a Bruno y Antonio que me quería casar con ella Bruno me felicitó por la decisión, pero Antonio decía que ella era poca cosa para mí, siempre trataba de alejarme de Danna y yo en esos momentos no entendía sus palabras. Le pedí a mis dos amigos que me acompañaran a comprar el anillo para proponerle matrimonio, Bruno me secundó, pero Antonio se disculpó diciendo que tenía cosas que hacer. No vi el engaño o nunca lo quise ver.
Llegué a casa de Danna y como su familia me conocía no hubo problemas para entrar sin avisar. Error o quizás fue lo mejor porque los encontré a los dos besándose y a ella llorando a mares, diciéndole que no iba a aceptar la propuesta porque lo amaba. Eso fue suficiente. Los encaré a los dos. Él lo quería negar, pero ella lo confirmó. Dijo que nunca me amó. Que solo estaba conmigo porque se sintió acorralada y no sabía decirme que no.
El mismo Antonio me explicó que después de dejarme con Bruno se dirigió a casa de Danna a comentarle mi propuesta, pero no pensó que todo sería rápido y que yo llegaría antes de ellos decidir qué hacer. Así que sin más explicaciones salí de esa casa y juré nunca más volver. Antes de que su padre se enterara y la mandara lejos o hiciera algo peor ellos dos decidieron irse lejos.
Miré a la mujer seducirme y me dejé tocar a su antojo llevándome por el deseo y el coraje que traía cargando todo el día por culpa de la asistente de papá. Esa mujercita ya me tenía las pelotas azules desde hace dos días, así que sentí las ganas de sacarme el clavo con una de las chicas.
—Vamos a la habitación— la miré serio por su atrevimiento y negué con la cabeza. Ninguna de esas putas tocará mi cama.
—No preciosa, aquí estamos bien— respondí llevándola al sofá de la gran sala.
La besé nuevamente con hambre y descontrol, amasando sus pechos y llevando mi mano izquierda hacia su trasero. Subí su vestido hasta la cintura y le hice a un lado su tanga tocando su intimidad, ya no podía esperar más tenía una erección desde hace horas que la tonta de Rebecca me había provocado y que ya no podía disimular. No podía creer que esa insípida, cómo yo la llamaba, me fuese a colocar de esta manera.
Sin más la coloqué de espaldas a mi frente al sofá ella entendió rápidamente inclinándose hacia delante y dándome la mejor vista de su trasero y su vagina. Me coloque un preservativo y sin más preámbulo saqué mi miembro que ya estaba más que preparado para la acción. Ella se sostuvo del espaldar y yo la sostenía por la cintura. Se lo introduje sin esperar si estaba lo suficientemente húmeda o no. Lanzó un grito de sorpresa por la intromisión, pero a mí no me importó. Me moví con ansias y descontrol ya no aguantaba más. A mi mente solo llegaba el rostro de Rebecca y sus bellas piernas, esas piernas que me habían provocado.
Estaba desesperado, así que le di duro y rápido, el salón se llenó con nuestros gemidos, pero yo solo pensaba en ella, tanto que la llamé por su nombre. —¡Oh... Siiii! Así Rebecca. Muévete así, quiero darte más, ¡Aaahhh!... — al ella escucharme se detuvo y guardó silencio, quería encararme, pero no la dejé la sostuve fuerte de sus caderas y seguí embistiéndola hasta que me derramé dentro gritando el nombre de mi tormento. —¡Oh sí! Rebeccaaaa, grrr— Un sonido gutural salió de mi garganta. «Pero qué ha sido eso, cómo he tenido sexo con Megan pensando en ella... No puede ser».
—¿Cómo así que Rebecca?, ¿Quién es esa con la que me has confundido? — me gritó acomodando su ropa y tratando de hacerse la digna. Cómo si no supiera que yo no soy el único con el que tiene sexo.
–No te hagas la digna conmigo y termina de vestirte. No te quiero aquí en lo que me doy una ducha– la miré serio, dándole la espalda para dirigirme a mi recámara.
Cuando bajé a la cocina pasé por la sala y me di cuenta de que se había ido. «No puede ser que se lo hice pensando en Rebecca. Pero cómo. Por qué ella. Será como dice Bruno que me estoy enamorando. ¡No! Eso no puede ser. Yo jamás me fijaría en una tonta insípida como ella». Con ese pensamiento me tomé el último trago de mi copa de vino y me fui a mi habitación. Debía prepararme para el festejo de mañana.
Desperté temprano, como de costumbre. Anoche me había quedado en mi departamento, no quería ver a papá y mucho menos a mi madre con su parloteo de siempre, de cuando es que me voy a conseguir una novia para que me case, que ya es hora de darle nietos... En fin, ya listo voy hacia la cocina por un café encontrándome con Lucy, la señora encargada de mantener limpio mi departamento desde hace ya 10 años.
–Hola Lucy, ¿cómo estás qué tal tu mañana? — la saludé dándole un beso en la frente.
—Buenos días mi niño. Bien, aquí llevándole desayuno a tu fiel escudero— respondió con una sonrisa, haciéndome reír por su ocurrencia.
—¿Cómo que mi fiel escudero? — cuestioné dirigiéndome a zancadas hacia el comedor, encontrándome con Bruno sentado cómodamente en la mesa del comedor tomando café y con un buen desayudo que Lucy ya le había dejado.
—Hasta que por fin llegas dormilón, date prisa que se nos hará tarde— me contesta con descaro dejando la taza en la mesa para untar mantequilla a una de las tostadas del desayuno, y llevarla a su boca. —mmm... ven siéntate que esto está bueno— lo miré seriamente y coloqué mis puños en mis caderas esperando una explicación de lo que estaba pasando.
—Pero si eres un descarado con todo, ropa y zapatos— le recriminé. —Échate para allá que ese es mi lugar— le pedí que se corriera pues estaba en mi lugar. Él no lo dudó mucho y se hizo al lado derecho llevándose consigo el plato con el desayuno y de paso el café.
—Bueno ya que estás de mejor humor, cuéntame cómo seguiste después del bofetón que te dio tu “pequeña fiera”— preguntó en un tono de burla, haciéndome mirarlo con el ceño fruncido.
—Serás imbécil. Tuve que llamar a Megan, para resolver el asunto— a mi confesión me miró con los ojos como plato y tratando de no atorarse con el desayuno.
—¿Qué hiciste qué? ¿Llamaste a la víbora esa? Estás loco hermano— asentí a sus preguntas. Megan podía llegar a ser como una patada en el trasero si se lo proponía.
—Que más podía hacer, si me dejó mal. No sé porque me está afectando tanto— confesé llevando la taza de café a mi boca y mirándolo con preocupación.
—Hay amigo. Si te está afectando es porque estás sintiendo algo por ella—.
—Sí, molestia. Esa mujer me es molesta—.
—Yo no me refiero a eso. Ella te gusta y no lo quieres aceptar. Si sigues así hasta podrías cometer una locura. No quiero verte otra vez mal amigo— ante su confesión me sentí abrumado.
Él tenía razón, lo de Danna casi acaba con mi vida. Me sumí en el licor y por poco casi me lleva a las drogas. Me metía en peleas con tipos rudos y más fuertes que yo. Fue difícil para mi amigo ayudarme con esa situación sin que mi padre se enterara.
—Sí, tienes razón dejaré el asunto quieto, pero si esa pequeña fiera se mete conmigo me va a encontrar, eso no lo dudes— le revelé antes de ponerme de pie y pedirle que nos marcháramos cuanto antes.
—Por favor, Martha déjame aquí no quiero entrar al estacionamiento, ese lugar me da miedo— le pidió Rebecca bajando del coche de su amiga. —¿Quieres que te espere? — su amiga le sonrió y negó con la cabeza. —Arturo, me puedes explicar que fue lo que pasó allá abajo— todavía estaba desconcertado por lo sucedido en el ascensor, que no sabía que responderle a Bruno.—Ni yo mismo lo sé— dijo con cara de desconcierto y caminando y mirando a todos lados como si buscara en su mente algo que lo hiciera salir de su ensoñación.—Cómo que no lo sabes, crees que soy idiota... hasta Martha se dio cuenta de la tensión sexual que hay entre ustedes— dijo con un poco de enojo en su voz, por qué. —Te dije que te gustaba y me lo negaste, ten mucho cuidado, recuerda lo que pasó con Da...— Bruno no pudoterminar de hablar por mi confesión.—La besé—dije casi en un susurro. Bruno seguía parloteando, pero mi mente estaba en otra parte.—Maldita sea Bruno¡¡LA BESÉ!!—grit&eaCapítulo 7.
1/3Me dirigía hacia la oficina de presidencia cuando la vi. Se dio la vuelta para no mirarme. «cómo que la dejé nerviosa, jajaja, suelo causar ese efecto», fui acercándome, tomándome mi tiempo, recorriendo su cuerpo con la mirada, ansiaba volverla a sentir, mi cuerpo anhelaba estar junto a ella. Estando a tan solo unos pasos pude sentir su aroma, y el deseo se presentó inminente, hasta que lo vi. Noté la tela negra de encaje quesobresalíadel bolsillo de su chaqueta. La curiosidad me mató.
Rebecca caminó media cuadra hasta que subió al auto de su amiga. Se dirigieron a su departamento con el fin de tomarse el resto de la mañana y la tarde para arreglarse para la gala. Prepararon el almuerzo entre risas y explicaciones que Martha le pedía con relación a lo sucedido esa misma mañana en la recepción.La mujer le contó todo a su amiga, desde los desafortunados encuentros con Arturo y Bruno hasta lo sucedido en el ascensor. Martha la miraba expectante y
Arturo hizo una señal para que la música siguiera mientras la pareja de mayores bajaba del escenario. Mientras él y Rebecca buscaban el lugar más apartado para charlar.—Pero no me empujes. Yo no tengo la culpa ya te lo dije—.
Rebecca despertó cerca de las 6 de la mañana, en su mente trató de ubicar el lugar donde estaba, algunos recuerdos le llegaron de golpe.Se sintió desnuda, —No puede ser, será que lo hice con él, no, no, no, no— pensaba mientras intentaba recordar lo que hizo después de quitarse el vestido.—Recuerdo que nos besamos... y que beso— se dijo mientras giraba su cabeza hacia el lado izquierdo de la cama viendo al hombre en cuestión dormido a su lado. Estaba casi desnudo, solo llevaba los bóxers y la sábana enredada entre las piernas.—Este hombre está como mandado a hacer, parece que lo hubieran tallado los mismos dioses en el Olimpo— pensó mientras bajaba su vista por sus ojos cerrados y apreciaba sus largas pestañas, su nariz y sus labios, mmm... esos deliciosos y hambrientos labios que la hicieron sentir nuevamente en calor.—
Los dos amantes despertaron abrazados. Rebecca alzó los brazos y se estiró, cosa que Arturo aprovechó y la abrazó.—Buenos días dormilona— sonrió la fierecilla ante el saludo.—Buenos días ogro durmiente— él la miró asombrado por el apodo recibido.—Con que ogro eh, pues este ogro... ¡te va a volver a comer.... grrrr! — se giró rápido encima de ella y empezó a morderla y hacerle cosquillas.—¡Aaaaaa...! No Arturo, cosquillas no... jajajaja... ¡No, no me muerdas así...! — gritaba la fierecilla entre risas y manoteos, retorciéndose debajo de él.—¿Entonces cómo te como? ¿Enséñame? — preguntó Arturo alzando una ceja de forma sugerente y con voz ronca excitado nuevamente.Rebecca lo miraba cautivada como niña ena
Arturo. Salimos de la ducha y llegamos a la habitación a vestirnos, pero no dejo de pensar en todo lo que hasta hace unas horas atrás ha sucedido «Por Dios esta mujer me encanta, es tan dulce y a la vez es como el fuego del mismo infierno, arrasadora, con ella me quemaría hasta los huesos». —¿Qué tanto piensas?— pregunta mi deliciosa fierecilla. —Pienso en ti— respondí mirándola embelesado. —Y qué piensas de mí, si se puede saber ¿o es secreteo?— preguntó con coquetería. —No es secreto, pienso que eres todo lo que realmente necesitaba mi vida— suspiré mirándola a los ojos. —Bueno en ese caso... ahora pienso que eres totalmente diferente a lo que me hiciste creer— se escuchaba sincera. —¿Y qué te hice creer? — ya me sembró la duda. —Que eres un hombre arrogante, orgulloso, caprichoso y petulante— pero vaya que la señorita tiene un mal concepto de mí. —Creo que todo lo dicho es un poco negativo hacia mi persona—