Arturo hizo una señal para que la música siguiera mientras la pareja de mayores bajaba del escenario. Mientras él y Rebecca buscaban el lugar más apartado para charlar.
—Pero no me empujes. Yo no tengo la culpa ya te lo dije—.
Rebecca despertó cerca de las 6 de la mañana, en su mente trató de ubicar el lugar donde estaba, algunos recuerdos le llegaron de golpe.Se sintió desnuda, —No puede ser, será que lo hice con él, no, no, no, no— pensaba mientras intentaba recordar lo que hizo después de quitarse el vestido.—Recuerdo que nos besamos... y que beso— se dijo mientras giraba su cabeza hacia el lado izquierdo de la cama viendo al hombre en cuestión dormido a su lado. Estaba casi desnudo, solo llevaba los bóxers y la sábana enredada entre las piernas.—Este hombre está como mandado a hacer, parece que lo hubieran tallado los mismos dioses en el Olimpo— pensó mientras bajaba su vista por sus ojos cerrados y apreciaba sus largas pestañas, su nariz y sus labios, mmm... esos deliciosos y hambrientos labios que la hicieron sentir nuevamente en calor.—
Los dos amantes despertaron abrazados. Rebecca alzó los brazos y se estiró, cosa que Arturo aprovechó y la abrazó.—Buenos días dormilona— sonrió la fierecilla ante el saludo.—Buenos días ogro durmiente— él la miró asombrado por el apodo recibido.—Con que ogro eh, pues este ogro... ¡te va a volver a comer.... grrrr! — se giró rápido encima de ella y empezó a morderla y hacerle cosquillas.—¡Aaaaaa...! No Arturo, cosquillas no... jajajaja... ¡No, no me muerdas así...! — gritaba la fierecilla entre risas y manoteos, retorciéndose debajo de él.—¿Entonces cómo te como? ¿Enséñame? — preguntó Arturo alzando una ceja de forma sugerente y con voz ronca excitado nuevamente.Rebecca lo miraba cautivada como niña ena
Arturo. Salimos de la ducha y llegamos a la habitación a vestirnos, pero no dejo de pensar en todo lo que hasta hace unas horas atrás ha sucedido «Por Dios esta mujer me encanta, es tan dulce y a la vez es como el fuego del mismo infierno, arrasadora, con ella me quemaría hasta los huesos». —¿Qué tanto piensas?— pregunta mi deliciosa fierecilla. —Pienso en ti— respondí mirándola embelesado. —Y qué piensas de mí, si se puede saber ¿o es secreteo?— preguntó con coquetería. —No es secreto, pienso que eres todo lo que realmente necesitaba mi vida— suspiré mirándola a los ojos. —Bueno en ese caso... ahora pienso que eres totalmente diferente a lo que me hiciste creer— se escuchaba sincera. —¿Y qué te hice creer? — ya me sembró la duda. —Que eres un hombre arrogante, orgulloso, caprichoso y petulante— pero vaya que la señorita tiene un mal concepto de mí. —Creo que todo lo dicho es un poco negativo hacia mi persona—
Rebecca. —Hola Martha, cómo estás— le pregunté a mi amiga apenas ingresé al departamento. —Tú y yo debemos hablar largo y tendido... ¿cómo es eso de que estás casada con Arturo Franco el imbécil más grande y para colmo te pierdes toda la noche con él? ¡Ah! y como si no fuese suficiente la señorita llama a.… a.… ¡a pedir ropa! Es enserio Rebecca, ¿Qué pasa contigo?— por Dios sí que estaba hecha una furia, pero no creo que no sea para tanto ¿O sí? —Hay Martha, cálmate por Dios, que intensa eres, pareces una mamá— Mientras iba a mi habitación por una maleta y por mis cosas, aproveché y le conté a mi amiga todo lo que había sucedido desde el viernes en la noche y de cómo había sucumbido a los encantos de Arturo Franco «cómo si hubieses puesto mucha resistencia» me reprende mi conciencia. —Martha... él... él quiere que viva con él— le confesé —¿Y le creíste... un buen polvo y caíste como quinceañera?... Rebecca eres una mujer adulta no está
Rebecca. Abrí un poco mis ojos y la luz de la mañana entraba por entre las cortinas de la habitación. Me removí un poco en la cama, sentía un peso en mi cintura y mis piernas y su respiración en mi cuello. Era agradable despertar en sus brazos, me sentía amada, deseada y protegida a la vez. Era un sentimiento de paz, de calma. Sentí como su mano se deslizaba suavemente de mi cintura a mi cadera y fue bajando hasta el interior de mis muslos y subiendo poco a poco hasta mis glúteos, su mano se deslizaba entre ellos haciéndome vibrar y humedecer. Me tocó con todos sus dedos y se frotó, metió dos dedos en mi entrada y jadeó conmigo. Se fue subiendo encima y me hizo dar la vuelta boca abajo. Con húmedos besos fue bajando por toda mi espalda hasta llegar a mis caderas y me hizo levantarlas un poco. Arturo besó y mordisqueó cada uno de mis cachetes, mientras me manoseaba a su antojo, repasó mi hendidura con su lengua y jugó con mi clítoris. Me sentía llena de
Arturo y Rebecca llegaron a la constructora, ella le pidió que la dejara en la entrada para no bajar en el estacionamiento, ese lugar le daba miedo, le dijo.—Tus deseos son órdenes mi pequeña— y le tiró un beso volado.—Gracias mi señor— dijo dándole un guiño.Rebecca caminó desde la acera hacia el edificio sintiendo la mirada de todos sus compañeros encima de ella. Respiró hondo, enderezó la espalda, levantó la cabeza y con paso de gran señora se dirigió a la entrada.—¿Buenos días Jeremy, cómo estás?— saludó con cordialidad al conserje.—Señora Franco, muy buenos días— respondió el hombre haciendo una inclinación de cabeza.—Por favor, Jeremy, llámame Rebecca, como siempre lo haces, nada de señora Franco— le
En algún lugar de Estados Unidos. —Sí perra tócate para nosotros— gruñó el hombre mientras embestía con fuerza a la mujer. —¡Ah... Ah...! Más... así... más duro... ah... sí...— gritaba la mujer a los dos hombres que la penetraban sin piedad. La habitación era amplia y muy elegante, una cama Kingsize de sábanas blancas y azul marino que le daban un hermoso contraste, sobre ella estaba el trio desfogándose de placer, al cada lado una mesa de noche con lámparas que permitían una tenue luz en el lugar, una amplia ventana con cortinas blancas en tul y unas más pesadas en azul marino que caían del techo como cascada. —Oh perra así... ¿Quieres que terminemos dentro putita?— decía el hombre mientras miraba a su compañero. —Sí... sí... ¡Ah... ah... sí!— gritaba la mujer cuando los dos hombres empujaban su hombría dentro de ella y eyaculaban en su interior. Los tres amantes terminaron su faena tendidos en la cama calmando sus re
Rebecca.Me removí en la cama y desperté abriendo poco a poco mis ojos, sentí en mi torso los fuertes brazos de Arturo, su respiración en mi cuello y sus piernas aprisionándome a su cuerpo. Sonreí un poco al recordar sus besos y caricias por todo mi cuerpo, me sentía amada y deseada.Con mucho cuidado traté de levantarme para no interrumpir su sueño, pero fue en vano, su mano en mi cintura apretó más su agarre.—Mmm nena aún es temprano. Quedémonos un rato más en la cama— pidió mordiendo el lóbulo de mi oreja, haciéndome erizar por completo mi piel.—No podemos... debe... debemos, Oh Arturo, mmm— dije entre gemidos ahogados por las caricias y besos húmedos que Arturo infligía sobre mi piel. —la empresa, señor presidente—Un remolino de sensaciones me estaba h