HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 25. Una mirada culpableEl roce, el calor entre ellos, el peso de cada embestida de Mikhail, cada caricia, todo se intensificaba alrededor para ella. Le gustaba, lo deseaba, lo quería. Era trágico y perfecto, a pesar de lo mal que estuviera. Pero en aquel momento Karina solo podía pensar en el sudor que corría sobre cada músculo de Mikhail, en esa curva que hacían sus caderas cuando se retiraba, en ese dolor sordo y delicioso que era sentirlo empujar violentamente contra el fondo de su sexo, topando, golpeando, empujando hasta hacerla gritar.El primer orgasmo la hizo sentir cómo mundo se deshacía a su alrededor. Cada fibra de su cuerpo respondía a él, y el clímax solo era una parte de eso. Supo el momento exacto en el que él la siguió poco después, gruñidos bajos y profundos resonaban en el cuarto, mientras el placer lo consumía también.Un segundo después Mikhail dejaba caer su frente contra la suya, intentando encontrar la fórmula para volver a respirar…
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 26. Una buena persona.Cuando los primeros rayos del sol se filtraron por las ventanas del departamento, Karina seguía con los ojos abiertos. La luz inundó el espacio, llenando el ambiente de una claridad casi cruda, como si desnudara sus emociones mientras se preparaba para la última sesión de maquillaje con Mikhail.Tenía a la mano sus pinceles, las bases y ese maquillaje de alta cobertura que había usado tantas veces para cubrir su cicatriz. Frente a ella estaba esa silla vacía y de alguna forma Karina sabía que le sería difícil por un tiempo volver a maquillar a alguien. En el aire flotaba una calma extraña, densa, cargada de un adiós expectante, y ella aprovechó para cubrir aquellas ojeras y algunas marcas del paso de Mikhail sobre su cuerpo que habían quedado regadas por ahí.Para cuando sintió los toques suaves en la puerta, ya estaba lista, presentable y más enmascarada de lo que él podría estar jamás en su vida.Mikhail entró en la habitación en si
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 27. Una lujosa caravanaLa iglesia estaba repleta de amigos y familiares de Mikhail y Mera, todos sonrientes, emocionados, esperando el “sí, acepto” de los novios. Bueno, casi todos, porque Irina parecía como si le estuvieran clavando un tenedor en el trasero mientras a su lado su novio trataba de calmarla.Karina observaba desde uno de los bancos laterales, con el corazón latiendo tan rápido que apenas lograba escuchar los votos. Sentía cómo el peso de sus emociones se hacía insoportable a medida que avanzaba la ceremonia. La sonrisa de Mikhail la inundaba de sentimientos encontrados: al verlo así, radiante, su felicidad era como una puñalada inesperada y profunda.¡¿Cómo había podido enamorarse de él en tan poco tiempo?! ¿Lograría que se le pasara en poco tiempo también?El sonido de la música llenó el espacio, y todos los invitados observaron expectantes cómo los novios seguían la sacerdote repitiendo aquellos votos. Ver a Mikhail y a Mera intercambiar p
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 28. Algo significativo.La recepción transcurrió entre risas y música, con un ambiente vibrante que envolvía la celebración de Mikhail y Mera. Todos los invitados parecían disfrutar, levantando copas y riendo, mientras los recién casados compartían sonrisas y saludos. Sin embargo, en cierto punto se hizo demasiado evidente que cuando se tambaleaba ligeramente no era solo porque se estaba riendo.Mikhail la miraba preocupado. Sabía que la presión del día podía haberla puesto nerviosa, y aunque Mera era siempre alegre y enérgica, su tono de voz ahora delataba el efecto del alcohol.—Cariño, quizás ya fue suficiente, ¿no crees? —le sugirió suavemente, colocándole una mano en el hombro.Pero ella soltó una risita, como si sus palabras fueran una broma sin importancia.—¡Por favor, Mikha! No seas aguafiestas. ¡Solo es un día! —respondió entre risas, sirviéndose otro trago mientras él suspiraba, observándola—. ¡Nuestro día!La fiesta continuó, y poco a poco, Mera
HERIDAS PERFECTAS. CAPITULO 29. Una notaEl sol apenas comenzaba a iluminar el departamento cuando Mera abrió los ojos. Con una mueca de incomodidad, se llevó una mano a la cabeza, recordando la cantidad de copas que había bebido el día anterior. La cabeza se le estaba rompiendo por la resaca, y encima había dormido toda incomoda con el maldito vestido de novia puesto y el corsé apretado y… hasta los zapatos…Miró alrededor con los ojos entrecerrados porque la claridad le molestaba y bufó al darse cuenta de que seguían en la ciudad.—¿Por qué no estamos en una playa del Caribe? —preguntó, sin molestarse en disimular su molestia.Mikhail, que estaba apoyado contra la ventana con los brazos cruzados, la miró en silencio por unos segundos antes de responder.—Porque estabas tan ebria que no podía subirte a un avión —le contestó con voz tranquila.Mera se levantó con un suspiro de frustración, se quitó las mantas de encima y pateó los zapatos, decidida a meterse en el baño más cercano. Pe
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 30. Un incómodo encuentro con la realidad.El apartamento de Mikhail estaba en completo silencio mientras él miraba aquella nota casi sin parpadear. El pequeño mensaje escrito a mano era simple, pero eso no evitó que le cayera como un balde de agua fría.“¿Qué haces aquí de nuevo, idiota? ¿Por qué me estás rompiendo el corazón?”Karina le había repetido hasta el cansancio que debía aprender a aceptar aquella cicatriz, que el maquillaje no era una solución permanente. Y ahora esa nota, un reproche directo, le decía que Karina lo había visto todo claro incluso antes de irse: si él había vuelto a usar el maquillaje, era porque Mera no podía aceptarlo tal como era.Se dejó caer en una silla, mirando fijamente la nota y sintiendo que el peso de su decisión le caía encima con toda su crudeza. Era imposible no recordar la forma en que ella lo miraba cuando estaban juntos, una mirada en la que nunca había temor ni rechazo. Al contrario, ella había sido la única qu
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 31. Recién casadosLa sorpresa en el rostro de Mikhail era evidente. Frunció el ceño, mirando a Stefan sin comprender del todo lo que le estaba diciendo.—¿Perder todo el dinero? ¿De qué estás hablando? —preguntó con cautela.Stefan exhaló con una mezcla de frustración y resignación.—No esperaba que lo supieras, para ser honesto, ninguno de nosotros lo sabía. Papá decidió invertir en los negocios del señor Blanchar hace algunos meses, cuando él le dijo que sus empresas estaban en problemas.—Eso no es posible… —Mikhail se echó hacia adelante en su silla—. Quiero decir… No ha salido ni un solo céntimo de la empresa que yo no controle, y yo no supe nada sobre esa inversión.—No lo supuesto porque lo hizo con su propia fortuna personal —replicó Stefan—. Papá quería evitar arriesgar el patrimonio familiar, ya sabes que por nada del mundo pondría en peligro la empresa. No le comentó a nadie porque confiaba en él, pero la realidad es que perdió todo el monto de
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 32. LímitesMikhail se quedó allí, justo al lado de aquel interruptor que acababa de presionar, y Mera dio un paso atrás, mirándolo con ojos abiertos, como si acabara de recibir una mala noticia.—¿Qué pasa? —preguntó él, viendo el gesto de tensión en su rostro.—Yo… creo que prefiero… sin la luz, Mikha —dijo Mera, vacilante.Mikhail frunció el ceño, tratando de encontrarle algún buen sentido a su comentario.—¿Por qué? —preguntó, dándose cuenta de que lo que había hecho lo había molestado más de lo que esperaba.Ella bajó la vista, abrazándose el torso, visiblemente incómoda.—Es solo que… bueno, me siento apenada, ¿de acuerdo? —dijo con tono defensivo.—¿Apenada? ¿Y como por qué? No hay vergüenza entre marido y mujer, Mera. Estamos casados y no es como si tú no tuvieras un cuerpo de infarto.—¡Pues soy tímida, punto! ¿¡No puedes respetar eso?!Mikhail la miró fijamente, sintiendo que algo se rompía en él.—Ciertamente lo habría respetado, Mera —dijo, sin