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HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 32. Límites

HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 32. Límites

Mikhail se quedó allí, justo al lado de aquel interruptor que acababa de presionar, y Mera dio un paso atrás, mirándolo con ojos abiertos, como si acabara de recibir una mala noticia.

—¿Qué pasa? —preguntó él, viendo el gesto de tensión en su rostro.

—Yo… creo que prefiero… sin la luz, Mikha —dijo Mera, vacilante.

Mikhail frunció el ceño, tratando de encontrarle algún buen sentido a su comentario.

—¿Por qué? —preguntó, dándose cuenta de que lo que había hecho lo había molestado más de lo que esperaba.

Ella bajó la vista, abrazándose el torso, visiblemente incómoda.

—Es solo que… bueno, me siento apenada, ¿de acuerdo? —dijo con tono defensivo.

—¿Apenada? ¿Y como por qué? No hay vergüenza entre marido y mujer, Mera. Estamos casados y no es como si tú no tuvieras un cuerpo de infarto.

—¡Pues soy tímida, punto! ¿¡No puedes respetar eso?!

Mikhail la miró fijamente, sintiendo que algo se rompía en él.

—Ciertamente lo habría respetado, Mera —dijo, sin
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