Muy bien, para que tengan un buen punto de vista, primero debo explicarles algo, puede que ustedes sean personas susceptibles, o puede que sean creyentes, quizá pensarán que todo es un cuento de hadas pero no es así. El Olimpo, lugar donde viven los antiguos dioses griegos, como lo son Zeus, Hera, Poseidón, Dionisio, Hermes, Ares, Hefesto, Deméter, Atenea, Afrodita, y los gemelos Apolo y Artemisa, Dioses que representan los elementos de la naturaleza y los sentimientos humanos, quienes son divinidades todopoderosas, capaces de lograr cosas que los humanos apenas serían capaces de soñar, todo esto, que se considera mitología griega, es una realidad.
Todos ellos son muy reales, sólo que no son exactamente los amistosos y preocupados dioses que se retratan en los libros de historia, son seres malignos que no se preocupan por nadie más que por ellos mismos y por su satisfacción, son capaces de hacer atrocidades impensables solo para su meta diversión, son seres egoístas y orgullosos.
Ahora que entramos en contexto, puedo empezar a contarles mi historia, mi nombre es Eliot, hijo de Apolo, Dios del sol, de la cacería y de la medicina, yo soy un Dios menor, nunca podría enfrentar a mi padre, o a cualquier otro olímpico, sería una muerte segura para mi, pero yo no nunca he apoyado sus ideales, en las historias te hablan de lo malo que fueron Cronos y todos sus titanes, pero la realidad es que los titanes no fueron creados para sembrar el mal, ellos cumplen un equilibrio, para que la vida pueda prosperar y seguir adelante, la profecía que le dieron a Cronos lo asustó, no porque unos de sus hijos fuese a derrocarlo, sino porque él sabía lo que llegarían a ser sus hijos cuando crecieran, seres malignos, con un gran poder. Él hizo todo lo que estuvo en sus manos para detenerlos pero no funcionó, ellos se convirtieron en lo que la profecía predijo, Cronos no pudo evitarlo y todos los titanes creados alguna vez para mantener el equilibrio, ahora eran esclavos de los Dioses, usados únicamente para sembrar el caos en la humanidad.
En fin, mi prima Zoe, hija de Artemisa diosa de la caza, de la luna, de la virginidad y de los animales salvajes, es mi mayor confidente, ella es una de las pocas que comparte mi mentalidad, somos muy unidos, a pesar de que sea mi prima la siento más como una hermana. Y decidimos hablar con nuestros padres y con los demás olímpicos para desafiar su manera de pensar.
Habíamos estado planeando, junto a otros dioses menores, hacer eso por varios años, pero nunca nos habíamos atrevido a hacerlo. Las cosas cambiaron cuando me pareció que los dioses ya habían ido muy lejos, y decidí llevar a cabo el plan con, o sin ellos, todos se echaron para atrás, excepto mi prima, fue la única que me acompañó mientras estaba caminando directo por el pasillo, a punto de cruzar por las puertas del gran salón de los Olímpicos…
-¡Esto es suficiente! ¡Ya no lo soportamos mas! Vosotros sois seres egoístas y malignos, no se merecen el poder que tenéis, y ya no estamos de acuerdo con los que hacen. ¡Padre! ¿Realmente cree que esta es la manera en la que debe hacer las cosas? ¿Cree que así deben comportarse? Mientras los humanos los veneraban, vosotros sólo los mataban por diversión, los dejaban morir de hambre, destruían sus hogares, y se reían de sus desgracias ¿Qué ganan con todo eso? ¿No sois capaces de ver el mal que estáis haciendo?- Cuestionó Eliot con mucha ira en sus palabras.
-¡Madre! ¡Olímpicos! Todos cometemos errores. Pero los suyos han llegado demasiado lejos, debéis detenerse ahora. Vosotros podéis ser las figuras que los hombres tanto veneraron en algún tiempo.- Rogaba Zoe a sus familiares, ella mantenía la esperanza de que aún podían cambiar.
-¡Apolo! ¡Artemisa! ¿Qué significa esto?- Exclamó Zeus con furia sus hijos mientras los truenos retumbaban en el cielo.
-¿Qué clase de Dioses se consideran a ustedes mismos? ¡Ni siquiera son capaces de mantener a sus hijos a raya! No son más que una vergüenza.- Decía Poseidón despectivamente refiriéndose a los gemelos.
-¿Quienes creen que son ustedes para hablarnos de esa manera?- Preguntaba Hera, quien de veía muy alterada por la osadía que tenían los chicos.
-Tan sólo un par de insignificantes dioses menores, no merecen que los escuchemos.- Dijo Hefesto prestándole a muy poca atención, estaba ocupado construyendo una nueva pieza.
-A ninguno de nosotros le interesa en lo más mínimo lo que ustedes, seres inferiores, opinan sobre nuestro métodos.- Expresó Ares con una voz muy grave, restándole importancia a los Dioses menores.
-Esta me parece una falta de respeto imperdonable. ¿Cuestionarnos? ¿A nosotros? Somos Dioses, no cometemos errores.- Dijo Atenea, quien ya estaba pensando en el que sería el castigo más adecuado para su insolencia.
-No merecen ni la muestra más mínima de misericordia.- Dijo Dionisio mientras bebía un poco de vino.
-Vosotros no pueden ser considerados nuestros hijos, no lo merecen. ¡Serán exiliados del Olimpo! ¡Ambos! ¡Y agradezcan que no obtienen un futuro aún peor!- Exclamó Artemisa con mucha decepción.
-¡Y si llegan a hacer otra cosa en contra del Olimpo, su destino no será ningún otro más que la muerte!- Sentenció Apolo.
-No lo pude haber dicho mejor.- En ese momento, Zeus nos lanzó un rayo a mi prima y a mi, el cual nos envió hacia la tierra.
Como castigo, nos hicieron vivir entre los mortales, nos habían dejado allí, sin poder acceder a toda nuestra fuerza, para cuándo nos dimos cuenta, estábamos parados en medio de un tipo de camino negro, rodeado por autómatas que llevaban a las personas rodando por los caminos, no sabíamos donde estábamos, o a donde iríamos, veíamos alrededor y sólo habían edificios y casas, podías notar la contaminación en el aire, el mundo había cambiado mucho.
-¡Por todos los Dioses! ¡Esto es horrible! Los hombres han destruido este planeta de una manera que jamás podría haber imaginado.- Observó Eliot aterrorizado.
-Es cierto, pero eso no justifica el trato de los Dioses hacia ellos, todos comentemos errores, y si los Dioses hubieran estado allí para apoyar a los humanos, nunca habrían llegado a esto. Vamos, no sabemos donde estamos, pero debemos movernos, no queremos que nos maten.- Expresó Zoe mientras comenzaba a caminar. Cuando un carro casi los atropella, y de él salen dos chicas enfurecidas.
-¡Que les sucede! ¡Quieren que los maten idio…! Hola ¿Quienes son? ¿Y qué hacen en medio de la calle?- Preguntó una de las chicas, quien aunque al principio había tenido una actitud bastante prepotente, al detenerse y observarlos de cerca, le interesaron los dos extraños.
-Si, es peligroso estar allí, los pudimos haber atropellado.- Dijo muy preocupada una chica un poco apenada.
-Mi nombre es Eliot, soy hijo de Apolo, Dios del Sol, de la caza y de la medicina.- De presentó el chico mientras sonreía ampliamente.
-Yo soy Zoe, hija de Artemisa, Diosa de la luna, de la caza y de la virginidad.- Dijo ahora presentándose la chica
-Bueno... ¿Esta bien? ¿Hijos de dioses del Olimpo? Podría creerles, si que tienen unas caras que parecen talladas por Dioses.- Dijo una de las chicas de manera pícara.
-Espera. ¿Cómo es posible que seas hija de Artemisa si ella es una doncella?- Preguntó la otra chica con mucha confusión.
-Mi madre no tuvo relaciones con ningún hombre, eso sería asqueroso. Ese es probablemente el único pensamiento que comparto con ella, ella me creó a partir de un pensamiento, al igual que algunos hijos de Atenea, lo llamamos parto cerebral. ¿Y ustedes quienes sois doncellas?- Preguntó Zoe con curiosidad.
-Mi nombre es Stelle Parrington.- Se presentó la chica extendiendo la mano.
-Yo soy Isabella Wingston.- Dijo la otra chica mientras acomodaba su cabello.
-Interesante. ¿Y podrías vosotras mostrarnos estos lugares? Son desconocidos para nosotros, y nos vendría muy bien de su ayuda.- Dije estrechando la mano de Isabella.
Una vez que las cosas estaban más calmadas, comencé a detallar a las chicas que estaban frente a mí, Isabella era una chica que se veía bastante delicada, muy linda, de piel blanca, pelo castaño claro y largo, y de baja estatura, con ojos de color miel. En cambio Stelle era una chica alta, con pelo corto y rapado por un lado, color azul oscuro, ella era incluso más alta que Zoe, con ojos color negro. A diferencia de ellas, mi prima era una chica de piel blanca como la nieve, cabello realmente largo y suelto, de color plateado, con un brillo como si estuvieras observando la mismísima luna, que relucía con el viento, unos ojos colores gris claro y muy brillantes, y era más alta que Isabella pero más pequeña que Stelle.
Yo era el único chico… Tengo el pelo y rizado, color amarillo intenso, ojos de color azul y piel bronceada, yo soy el más alto de todos.
-Pueden montarse en el carro y podemos ir a nuestro departamento, desde allí nos pueden explicar todo lo que pasó.- Ofreció muy amablemente Isabella.
-¡Isabella! ¿Podemos hablar? ¿A solas?- Dijo Stelle llevando a la chica a un lado, en intentando disimular su preocupación.
Ellas se alejaron un poco y vi que Stelle subía la voz, era comprensible que pensara que no era cuerdo llevar a desconocidos a su casa, pero en serio necesitábamos ayuda. Pasado cierto tiempo, ambas se volvieron a acercarse un poco más calmadas.
-Esta bien, pueden venir con nosotras.- Declaró Stelle, quien se veía derrotada.
-Muchas gracias, seréis recompensadas por su humilde hospitalidad.- Dije muy alegre por la decisión que habían tomado.
-¿Qué tal si se suben y comienzan a contarnos la historia completa? ¿Les parece?- Preguntó Isabella dedicándole una pequeña sonrisa a ambos.
-Muy bien, todo comenzó cuando…- Y Zoe les explico toda la historia de cómo habíamos llegado allí, luego de eso fue que se empezaron a salir de control las cosas...
Luego de explicarles todo lo sucedido, ambas chicas quisieron pruebas, les parecía una historia absurda y ridícula, pero eso es normal, desde hace años que a los humanos se les enseño que todo lo referente a nuestra cultura eran solo cuentos de hadas. Así que lo primero que se me ocurrió fue mostrarles nuestra sangre… Me corté un poco la mano con el cuchillo que tenía en mi amarrado a mi cinturón, y comenzó a salir de mi piel el líquido color dorado que es el icor, la sangre de los Dioses. -Verán, a diferencia de los humanos, nosotros los dioses sangramos icor y no sangre.- Dije Eliot mientras mostraba nuevamente mi mano desde un ángulo donde ambas pudieran verla más claramente. -¡Wow! No puedo creer que sea cierto… ¿Qué deberíamos hacer ahora? ¿Qué significa esto para nosotras?- Decía Isabella mientras colocaba su mano en su boca sin poder creer que todo lo que habíamos dicho fuera cierto. -Esto ciertamente cambia la perspectiva que tenía acerca del mundo… E
Luego de haber derrotado a Leontion y conocer a Hades, nos percatamos de que sería mucho más difícil acostumbrarnos a la sociedad de lo que pensábamos, todo era muy diferente que en el Olimpo. -Bueno, ya que están bien. ¿Qué les parece si vamos a comer algo? Quiero decir, solo si usted quieren, claramente.- Noté como Isabella se apenaba muy rápido por cualquier cosa. -Conozco un muy buen local de comida rápida, tienen el mejor precio para un buen almuerzo, apenas han estado aquí unas horas, pero imagino que deben estar muy hambrientos luego de todo lo que han tenido que pasar.- Nos dijo Stelle de manera muy amable. -Es muy bien recibida su oferta, nos encantaría ir a comer algo con ustedes.- Respondió mi prima mientras hacía a un lado un mechón de cabello que caía en su rostro. -Estoy muriendo de hambre.- Dije sin poder ocultarlo más. -¡Eliot! ¡Tus modales!- Me reprochó Zoe. -¿Te molestáis por mis modales? Zoe, ya no estamos en el Olim
Llegamos a la casa con Zoe en brazos lo más rápido que pudimos, la acostamos en una cama y limpiamos sus heridas, la tratamos lo mejor que pudimos considerando las condiciones con las que contábamos, pero ella no despertó. Eso hizo que empezara a preocuparme en serio, y ya no sabíamos qué más podíamos hacer, así que finalmente llamamos a un doctor, quién se tomó un gran tiempo para llegar, pero la revisó. -Lo siento mucho, es primera vez que me pasa algo como esto, pero nunca había visto algo que siquiera se asemeje.- Dijo el Doctor lamentando realmente no poder ser de mayor ayuda. -¿Qué vamos a hacer?- Pregunté mientras mi preocupación aumentaba cada vez más. -¡Eliot! ¡Eso deberíamos preguntártelo nosotras a ti! ¿Qué es lo que hacen ustedes cuando les sucede algo así en el Olimpo?- Me preguntó Stelle. -Nosotros… nosotros… ¡Stelle! Tienes razón, tenemos algo que es la cura para todos los males de un Dios, en el Olimpo se refieren a él como therapeia,
Apenas dijo esas palabras no pude evitar sentirme el Dios más dichos, yo siempre había querido mucho a mi prima, y no sabría lo que haría sería de mí sí llegase a perderla, pero ya no tendría que preocuparme por eso, al menos no por ahora… -¡Oh por los dioses! ¡Zoe me tenías tan preocupado! ¡Estoy tan feliz de que te encuentres bien!- Dije mientras me abalanza a sobre ella para poder abrazarla fuertemente. -Está bien, te creo, pero no tienes que sacarme los pulmones.- Me dijo Zoe mientras me abrazaba de vuelta. -Por todos los cielos Zoe, estábamos tan preocupadas por ti, me alegro tanto de que estés bien.- Dijo Stelle mientras la abrazaba también. -Oh Zoe, te extrañé demasiado.- Dijo Isab
-¿Tardaron mucho no lo creen?- Preguntó Stelle mientras sonreía. -Me alegro de que supieras que esto sucedería.- Respondí arrogantemente. -Era imposible no predecirlo.- Dijo mi prima volteando los ojos, pero podía ver cómo una pequeña sonrisa asomaba sus labios. -Y eso me alegra a mi.- Me dijo Isabella mientras me abrazaba. Luego de la pequeña escena que montamos, ya que nadie se había percatado de lo que había pasado, seguimos comiendo tranquilamente en el café. Aproveché para seguir hablando con Isabella, todo nos estaba saliendo muy bien considerando lo que nos había pasado, puede que nos hayan expulsado del Olimpo, pero yo me sentía como si estuviera en un lugar mucho mejor con el simple hecho de estar con Isabella. También veía como mi prima estaba construyendo una buena relación con Stelle, me alegraba mucho verla así de feliz, en el Olimpo todo era una dictadura, no es el lugar hermoso que suelen retratarte, pero aún así no es un lugar horrible
Apenas llegué a la casa, lo primero que quería hacer era envolver a Isabella en mis brazos, nunca pensé que con tantos años en el Olimpo, encontraría a la mujer de mis sueños aquí abajo en la Tierra de los mortales, una simple humana era quién había robado mi corazón en todos los sentidos de la palabra. Zoe también se veía muy feliz con Stelle, ella no me lo ha dicho, pero para nadie es un secreto que le gusta Stelle, y a Stelle le gusta Zoe también, sólo que ninguna se atreve a dar el primer paso, y las entiendo, también llegué a sentirme de esa manera. De cualquier modo, es increíble todo lo que hemos pasado desde que llegamos aquí, apenas han sido unos días y ya siento que este es el lugar al que pertenezco. Cualquiera diría que mi relación con Isabella es muy rápida, pero es que desde el primer momento en el que la vi, fue más que obvio para mí, que ella sería la mujer con la que quería pasar el resto de mis días. Después de haber derrotado a la Quimera, y como l
Todo mi mundo se congeló en el momento en el que vi la fría hoja de su espada atravesando su propio pecho, el icor saliendo de su boca, y su cara horrorizada por lo que acaba de suceder, todo pasa tan rápido que apenas tengo tiempo de analizar la situación, y lo único que puedo hacer es decir su nombre una y otra vez, aunque las palabras no salían realmente de mi boca. Nunca me había sentido así, y no tenía idea de qué debía hacer ahora, cuando por fin salen las primeras palabras de mi boca, la realidad me golpea con fuerza y voy directo hacia él agachándome un poco. -¡Eliot!- Grité con mucho terror en mi voz. Pude ver como Hiperion sacó la espada lentamente del cuerpo de Eliot y la tiró al suelo mientras daba unos pasos hacia atrás, Eliot cayó bruscamente al piso y yo lo envolví entre mis brazos, era una imagen verdaderamente desgarradora, nunca imaginé verlo de esa manera. -¡No! ¡Por todos los Dioses en el Olimpo no! ¡Esto no puede estar pasando! ¡Esto no p
Luego de la despedida que le hicimos a Eliot, pasaron unos cuantos días y aún no había aparecido ninguna otra bestia, no se si fue porque los dioses por primera vez tuvieron un poco de misericordia por nosotros… Mejor dicho por mi, y decidieron no enviar a más de sus intentos de asesinarme por el luto, o si simplemente no sabían qué cosa enviar para matarme. Pero realmente tampoco me importaba, mi primo acababa de morir y yo solo estaba mejor sin que esos monstruos llegasen cada día. Isabella estaba devastada aún, no sabía que hacer para dejar de sentir esa gran dolor que estaba sintiendo. Ha llorado mucho estas semanas, pero siempre termina diciéndose a si misma que debe seguir adelante, y yo sé muy bien que eso es lo que Eliot hubiese querido, Stelle también se ha estado sintiendo m