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Capítulo 5. Una familiaridad (+18)

Apareció una sonrisa triunfante en sus labios al ver que me ha dejado sin palabras… ¡Reacciona, Black!

     —Pero… —balbuceé perplejo aún a sus palabras.

     Se puso de puntillas y dejó un beso casto contra mis labios y antes de separarse por completo, su mirada se clavó en mis ojos.

     —Un poco de humildad te vendría bien, Black.

      Mi mirada la siguió hasta que entró al auto, arrancó y se metió en el tráfico de la noche.

     Y yo como un idiota embelesado de pie en la acera.  Mi pulgar se fue a mi labio inferior y lo acarició, cerré los ojos.

     Los abrí de golpe con el corazón agitado.

     — ¿Black?

     Sin duda ella sabía quién era y yo estaba en desventaja.

     Pero sus placas me darían la información que necesitaba.

     ¿Quería jugar?

     Jugaremos… Pero en mi cama y gritando mi nombre.   

     ****Toulouse empezaba a sonar. “No Running From Me” (No corras de mí). Di una última mirada a mi reloj de marca. Las 2:45 pm. Estaba afuera de un edificio de ladrillos antiguo con un letrero algo rústico para mi gusto:

«New York Times Publishing.»

     El corazón se agitó por la adrenalina que empezaba a correr por mis venas. Finalmente, han dado con la mujer del antro. Había investigado inmediatamente a la mujer castaña, pero lamentablemente solo tenía lo básico y lo laboral actualmente, eso era poco para mí. Quería saber más a profundidad. Sí era posible, hasta el lunar de su espalda.

«Aline Farrow»

     Su nombre se ha repetido en mi mente durante las últimas horas de la madrugada y resto de la mañana. Apreté el volante inconscientemente al recordar sus palabras.

«Ego enfermizo»

     Chin… Eso me enfureció. Pero todo se esfumó cuando las puertas dobles de cristal se abrieron y la gente del edificio empezó a salir con sus sonrisas plasmadas en sus rostros. Debían de saborear la libertad de terminar de trabajar. Me había quedado sorprendido cuando leí el informe de que también trabajan los sábados a media tarde.

     Mis ojos escaneaban a cada persona que se dispersaba al salir… Pero ella no apareció. Arrugué más mi entrecejo. Bajé la mirada a la hora 3:00 pm.

     — ¿Qué no piensas salir? ¿O es que acaso tengo que buscar a la presa? —Murmuré para mí mismo de manera divertido.

     Bajé del auto, puse la alarma y crucé la calle. Abroché los dos botones de mi americana y me aflojé la corbata hasta quitarla. La metí en mi bolsillo del pantalón y abrí dos botones de mi cuello. Escogí mi traje favorito de Armani en color verde oscuro y mis zapatos cafés que hacen ver una exquisita combinación. Hacía resaltar el color de mis ojos, los intensifica. Empujé las puertas dobles de cristal y entré hasta llegar al lobby.

     Estoy dudando si preguntar por ella, o solo escabullirme por las escaleras y buscarla yo mismo. Así que no lo dudé dos veces. Subí las escaleras mientras la recepcionista está distraída con el chico de la paquetería.   Subí las escaleras en dos hasta llegar a la segunda planta. Solo miré escritorios vacíos. Puertas cerradas. Y nadie a la vista. Hay otra planta, así que me aventuré a subir el resto de las escaleras.

     Cuando llegué a la tercera planta, escuché una voz. Y mi miembro palpitó al reconocerla. Son impresionantes las ganas que tiene de ella. 

     «Black, calma…»

     Hice un breve ejercicio de respiración para tranquilizar mi corazón y a mi amigo. Asomé un poco para observar si había mucho público. Pero para mi suerte, estaba sola. Se encontraba en la oficina al fondo con las puertas abiertas y ella caminó de un lado a otro mientras habló por el móvil. Pude verla desde aquí, así que decidí acercarme lentamente. Como cuando el depredador, antes de lanzarse a cazar, observa detenidamente a su presa… una sonrisa aparece en mis labios.

     Pasé la línea de los escritorios vacíos y me quedé en la entrada de la oficina. Recargué mi hombro en el marco gastado de la puerta y me crucé de brazos. Mis ojos empezaron a inspeccionarla detenidamente: De pies a cabeza.

     Lució un impecable traje de dos piezas. Falda de tubo color azul marino, blusa de seda blanca. Sus zapatillas son de aguja de tacón alto, medias negras. ¿Con liguero? Me mordí el labio inferior de solo imaginarla en ropa interior, no, no. Desnuda y con esos ligueros.

     —… Cualquier cosa infórmame. Estaré al pendiente de mi móvil. Gracias.

     Y colgó. Y ahora toda su atención estaba en mí y me inquieté cuando no hay sorpresa en sus ojos.

     — ¿Qué te trae por aquí, Black?

     ¿Qué mierdas está pasando? ¿Estoy en otro mundo paralelo donde no le causo ningún efecto a esta mujer? Me volvió a dejar sin palabras. Intenté buscar una salida a esto.

     Ella caminó hacia el perchero donde colgaba su bolsa y su gabardina. La alcanzó y se acercó a mí con una sonrisa.

     — ¿Los ratones te han comida la lengua, Black?

     —No. ¿Acaso tú sabías que…? —no me dejó terminar cuando su mano atrapó mi brazo y tiró de mí para caminar fuera de la oficina y yo con ella.

     —No eres el único que tiene esa tendencia de…—fingió encontrar la palabra en el aire—oh sí, investigar.

     Enrosca su brazo al mío y nos encaminamos al elevador. Apenas puedo reaccionar ante su presencia.

     — ¿Me has investigado? —eso me irritó. Presionó el botón del elevador y su mirada se clavó en los números.

     — ¿Crees que eres el único con el poder de averiguar lo que a uno le interesa? —giró lentamente su rostro hacia mí y me guiñó el ojo.

     Las puertas se abrieron y entró. Me quedé frente a ella del otro lado, me hizo una seña para que entrara, pero ahora lo estoy dudando.

     — ¿Cuánto sabes de mí?

     Sé que es una estúpida pregunta. Todo mundo sabe de mí y que mi vida es el dinero, el poder y el sexo. Hasta existen esos muñecos inflables con mi rostro. ¿Por qué me preocupa cuanto sabe de mí?

     —Sé lo suficiente.

     Su voz me regresó al momento.

     — ¿Cuánto?

     Desafié, pude ver la sonrisa que se empezó a formar en sus labios perfectos. Sus hoyuelos se muestran ante mí y roban el aire entre nosotros. ¡Son tan pero tan familiares!

     —Lo suficiente, como para decir: ¿En tu casa o en la mía, Black?

     Las puertas se están cerrando ante nosotros, ella arqueó una ceja y ladeó su rostro. Se mordió el labio inferior. Mi miembro tiró del pantalón.

     —En la mía. —solté.

     Sonrió a lo que acaba de pasar antes de que cerraran completamente las puertas.  ¡Maldición! Me volví hacia las escaleras a toda prisa para alcanzarla.

     —Calma, Black. No parezcas ansioso… no le dejes esa última pizca de dignidad.

     Al bajar, estaba dando instrucciones en la recepción. Se giró sobre sus talones y sus zapatillas de aguja trazan decididas su camino hacia mí.

     —Te sigo. —Dijo en voz baja al pasar a mi lado. Miré a la recepcionista con su diadema y micrófono muy curiosa. Intenté despistarla y me volví hacia Aline y la seguí. Cruzamos las puertas de cristal, el bullicio de la gente y el resto llenan el silencio cuando nos miramos.

     — ¿Estás segura en donde vas a entrar? —pregunté con una sonrisa que moja cualquier braga de cualquier textura y tallas por haber.

     Ella me miró detenidamente, como si estuviera buscando las palabras exactas. Caminó hacia mí el metro de distancia que nos separaba y cruzó de nuevo mi espacio personal. El olor de ella inunda mis fosas nasales. «Jazmín». Y estoy tentando a cerrar mis ojos y aspirarlo tranquilamente. Pero no. No sé qué me pasa ante su presencia y no tengo tiempo para averiguarlo. Su mano acarició mi mentón, rozando la diminuta barba de dos días y luego se deslizó hacia mi nuca, subió lentamente entrelazando sus dedos entre mi cabello. Pude ver sus labios entreabrirse para tomar discretamente aire.

     Ese gesto lanzó un escalofrío a cada parte de mi piel. Erizando, pero erizando cada centímetro. ¡Maldición! ¿Qué ha sido eso?

     —Creo que la pregunta aquí es… ¿Estás seguro en donde te vas a meter tú? Por qué una vez entrando… No hay salida. —dijo cuando se inclinó un poco hacia mí y lo susurró claramente. Siento su aliento cálido. Se separó unos centímetros hasta quedar frente a frente. Sus ojos ya no eran marrones, si no azules, entonces si eran lentillas, por un momento, me atraparon. El aro azul se intensificó y se expandió: Dilatándose.

     — ¿No hay salida? —pregunté entrecerrando mis ojos. Intrigado.

     Ella me sonrió.

     — ¿Tienes miedo de quedar atrapado? —Pude sentir el desafío en sus palabras.

¡Oh, nena! ¡Esto es un juego de doble filo, seguro y te cortas!

     —No soy de los que quedan atrapados, Aline. ¿Y tú? —solté mientras me acerqué más a ella, rodeando con ambos brazos su cintura. Empujé sutilmente mi erección a su pelvis.

     —Eso tendrás que averiguarlo.

     Sus manos bajaron a mi nuca empujando mis labios a los suyos bruscamente. Nuestras lenguas se debatieron en una tremenda batalla por definir quién era el que llevaba el control.

Sin duda… Sería yo.

****Estaba estacionando el auto en mi plaza privada y Aline en la plaza libre a mi lado. Bajó del auto cuándo terminó de hablar por su móvil y dejando su bolsa dentro.

     — ¿Vives aquí? —preguntó arrugando su entrecejo.

     —Sí. —pero… Realmente no es así. Pero no tenía por qué saberlo.

     Rodeé su auto y me acerqué a ella tomando su mano y dejando un beso en su dorso. Nuestras miradas se encontraron.

     — ¿Estás segura de que quieres subir? O… ¿Ya te arrepentiste?

     Ella sonrió al mismo tiempo que ladeó su rostro.

     —Si no estás seguro, solo dilo. No te verás cómo un hombre miedoso y yo fingiré que no te he visto—solté una risa, me encantó su humor. Sarcástico, negro y simple. Sinceramente, es de las pocas personas que me han hecho reír por comentarios así.

     —Yo no he dicho nada. Solo quiero darte la oportunidad de que pienses bien a dónde vas a entrar. Es solo eso.

     —De hecho, no tengo que pensarlo, lo he decidido cuando propuse: ¿Tu casa o la mía? ¿Recuerdas?

     Sonreí. Esa fue buena.

     —Bueno, entonces subamos.

     Entrelazamos nuestras manos y llegamos a las puertas del elevador que nos harán subir a mi Penthouse. A mí… picadero (lugar para tener solamente sexo). Metí mi tarjeta y se activó el elevador abriendo las puertas.

     La invité a entrar y sus zapatillas sonaron en el suelo. Mi mirada viajó a sus piernas que están cubiertas por unas medias que me están empezando a enloquecer por quitarlas lentamente. Pero para eso necesito tenerla desnuda en mi cama, solo con ellas y los ligueros.

     Las puertas apenas se cerraron y de nuevo la electricidad tan familiar entre nosotros. Nuestras miradas se encontraron por segundos y la lancé contra la pared del elevador. Nuestras bocas chocaron, hasta podría decir que nuestros dientes por un momento rozan. Sus manos subieron a mi cuello y luego a mi cabello entrelazando sus dedos, jaló y tiró de él para separarnos.

     — ¿Lo sientes? —jadeó. Aproveché para tomar aire, asentí lentamente y tiré de su agarre para besarla de nuevo. Mis manos acariciaron sus curvas hasta quedar en su trasero, empujé bruscamente mi dura erección hacia ella y me recompensó con un gemido.

     Maldición.

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