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Capítulo 8. Buscando respuestas

     Ashley cerró los ojos con fuerza al escuchar esa frase. Esa noche cuándo casi lo hacían en el sofá dos años atrás, se había marchado dejando esa frase en el aire. Intentó descifrarlo, pero Ashley se había alejado de él después de esa última noche antes de salir de vacaciones de navidad.   Ella había regresado comprometida y después ella lo había evitado.

     — ¿Entonces qué es, Joe?

     — ¡No me hagas ir a golpear a ese hijo de puta! —dijo entre dientes. Ashley tragó saliva. Sabía cómo era Joe y su actitud protectora después de dos años sin hablarse la confundía.

     —Tú no vas a golpear a nadie.

— ¡Dime, m*****a sea! ¿Ese hijo de puta te tocó? —se volvió a su espalda para golpear la puerta del cubículo. Ashley se encogió de hombros por su arrebato.

     — ¡No! ¿Qué vas a ganar con ello? ¿Qué te expulsen antes de graduarte? No. No será por mi culpa. Yo lo voy a solucionar a mi manera.

     — ¿Cómo? ¿Cuándo termine por matarte? ¿O cuándo te deje tirada por la carretera sin vida? ¿Cómo? ¡Dime! —Joe la acorraló contra el mueble del lavamanos.  Ashley puso sus manos a ambos lados de ella sosteniéndose, juraba que, si se acercaba más, desfallecería ahí mismo.

     —Solo...—Joe bajó la mirada hacia ella. Tomó aire, e intentó controlar sus ansías por besarla y hacerla suya ahí mismo.

     —Creí que eras más fuerte...—murmuró Joe en su rostro sonrojado.

     —Soy fuerte.

     —Se nota—levantó la mano Joe para quitar un cabello que había quedado atrapado en su labio inferior, esta cerró los ojos y se encogió como si fuese a protegerse de un golpe, a Joe se le estrujó el corazón al ver su reacción. Su mano se fue para ver los golpes del cuello. Y efectivamente. Tres motes morados del tamaño del dedo pulgar marcaban su pálida piel y uno se asomaba por la esquina de su labio, demasiado cubierto para los curiosos, pero para él no. Este cerró los ojos para no seguir mirándolos.

     La respiración de ella se aceleró. Siempre que estaban cerca algo los envolvía. Ella lo había definido como atracción. Pero sabía dentro de ella que era algo más. Aun así él no era de flores ni de corazones. Él solo follaba. Y era todo. Aunque había creído que con ella esa noche era diferente.

     — ¿El tipo del hockey? —volvió a preguntar Joe desafiante mientras se separaba de ella de un movimiento y retrocediendo hacia la puerta.

     — ¡Joe, por favor! —el pánico la envolvió.

     — ¡¿El hijo de puta del hockey?! ¿Tu prometido? —volvió a preguntar apretando la manija de la puerta de salida.

     Ashley se cubrió su rostro con ambas manos y soltó un sollozo fuerte que paralizó la ira de Joe. Sin pensarlo dos veces regresó hasta ella envolviéndola con sus fuertes y fornidos brazos. Su pequeño y delgado cuerpo convulsionaba en su pecho. Un gruñido salió de su garganta.

     Había tocado a su Ashley.

     —Marco... Él quiso… Él... Si yo...no quise que me tocara… Él intentó, yo…—Joe la abrazó con más fuerza. Cerró los ojos y comenzó a pensar en donde mierdas encontraría a Marco Harrison, el jugador estrella de la universidad. Recordó haberlo visto antes cruzar hacia el campo de futbol. Iba alardeando de algo que no había prestado atención.

     — ¡Lennia! —gritó Joe y Lennia entraba alertada al interior del baño de mujeres. Vio a su amiga en los brazos de Joe y escucho que lloraba. Joe le hizo señas en silencio para que lo supliera. Cuando cambiaron, Ashley alcanzó la manga de la camisa de él, pudo ver como sus dedos palidecían de la fuerza con la que lo agarraba.

     — ¡No! ¡Por favor! ¡Joe, por favor! —suplicó Ashley.

     Joe tomó su pequeña mano y la soltó del agarre de su camisa y negó. Este salió a toda velocidad de los servicios de mujeres y se encaminó a la salida del edificio. Mientras caminaba entre los estudiantes de la facultad, comenzó a remangar su camisa hasta los codos. Después a calentar sus dedos, su cuello provocando que tronara y luego las muñecas, con la mirada buscaba el camino que lo llevaría al tipo que había tocado a Ashley.

Su Ashley.

Y lo pagaría caro.

ACTUALIDAD

     La música de fondo mi única compañera en este rato. Frente a mí estaba la mesa de cristal de la sala y sobre su superficie estaba mi corbata y el archivo completo de Ashley Williams.

     Jugaba de nuevo con el contenido de mi vaso de whisky. Tomé un sorbo largo hasta terminarlo. Sentí como el líquido quemaba mi garganta. Pero no era lo suficiente. Necesitaba más. Quería borrar la escena frente a mí de hace unas horas. Me levanté bruscamente y al dar un paso hacia la terraza, estrellé con todas mis fuerzas el vaso de cristal sobre las puertas templadas.

     El ruido haciéndose añicos del cristal era un poco reconfortante. Cerré mis ojos por unos momentos, al mismo tiempo giré en un círculo mi cuello. Tenía tensión.   Podía sentir los nudos que se estaban formando en mi cuello y espalda.

     Estaba a nada de tomar mi móvil y llamarle. Qué le aclare lo que había hecho. ¿Qué no entiende el significado de fidelidad? ¿Cómo se atrevió siquiera? ¿Cuándo tiene un marido y un hijo? ¿Era una infiel? ¿Lo habrías detenido, Black? ¿Desde cuándo era ella así?

     Caminé hasta la terraza. El aire fresco de la noche me tocaba cada fibra de mi cuerpo. Me sentía furioso, engañado, estúpido... muchas cosas al mismo tiempo. ¡Hasta podría decir qué sentía mucha vergüenza! ¿Por qué? Se supone que soy un seductor y podía tener a cualquier mujer en mi cama, sin decir una palabra, solo un gesto. Nunca tenía remordimientos. Ni sentimientos tan estúpidos. ¡Por favor, soy Joe Black!

     Me senté en la silla que hacía juego con el resto del desayunador. Necesitaba concentrarme. Tenía prioridades. No era hora ni tiempo de jugar. Tenía una empresa que, si no encontraban una puta solución, se vendría a pique.

     —Maldición.

Sonó el móvil cuando terminé de maldecir. Lo saqué sin mirar quien era y contesté.

     —Black.

     —Creí que no me contestarías. —me separé del respaldo de la silla y me levanté como un resorte al escuchar su voz.

     — ¿Ashley? —pregunté rápido. Mi corazón se agitó de una manera rápida. Mi mano se fue a mi pecho, como su fuese a evitar que se saliera de su lugar. ¡Menudo gilipollas!

     —«Aline» por favor. Hace mucho tiempo dejé de ser «Ashley», Black.

     —Bueno, para mí siempre serás Ashley —se hizo el silencio por un breve momento— ¿Qué es lo que quieres, «Aline»? —remarqué su nombre en un tono irónico.

     —Quería saber si habías llegado bien a tú... Casa. —arrugué el entrecejo extrañado. Era lo último que pensaría que fuese a preguntar.

     — ¿Desde cuándo té...? —ella me interrumpió bruscamente.

     —Solamente quería saber si habías llegado bien a tu casa, no hagas drama...—la voz de un niño la interrumpió—... Buenas noches, Black.

     Y colgó sin esperar a que yo contestara. Quité el auricular de mi oreja y le di un vistazo a la pantalla. Era número privado.

     —Astuta, Williams. —murmuré furioso. —Muy astuta.

     Estaba hecho un lío. Pero tenía que hacer algo para recuperar el control y… La dignidad. Sí. Me sentía ese tipo antes de ser un maldito gilipollas de la facultad. Estaba en terreno inexplorado. Mis sentimientos habían salido de algún lugar oculto y estaban corriendo por todos lados al mismo tiempo y a la vez a ningún lugar. ¿Qué necesitas, Black?

     —Sexo. —murmuré contestando a mi pregunta mental.

     Tomé el móvil y marqué bruscamente las teclas hasta encontrar su nombre.

     «Lisa»

     Sonó dos tonos y luego una voz sexy.

     —Lisa M...—la interrumpí.

     —En la habitación de siempre en media hora.

     Y colgué. Tiré el móvil al sillón cuando entré a la sala. Subí los escalones de dos en dos, entré a mi habitación y me di una ducha rápida.

     Veinte minutos y estaba saliendo del ático.

****El tráfico era horrible. Toqué el claxon varias veces para apurar al conductor que estaba frente a mí. Recordar lo de hace horas me irritaba. No podía siquiera en quitar la imagen del beso de ella con ese tipo. El reporte no me mostraba absolutamente nada. Estaba en blanco después de haber terminado la carrera no había nada de Ashley Williams, solo una línea donde mostraba que había viajado fuera del país. Y desde entonces, es como si se hubiese esfumado en la nada. Ahora como Aline Farrow, mucho menos me daba respuestas. La información estaba muy bien protegida, y Benji estaría en ello hasta dar con algo. ¿Y ese niño? ¿Era el hijo de los dos? ¿Se había casado? ¿Desde cuándo alguien más la hacía gritar de placer? Todo iba bien hasta hace un mes. Esa m*****a noche de caza. Esa noche al verla en medio de la multitud moviendo sus caderas sensualmente. ¿Lo había hecho a propósito? ¿Desde cuándo me había contemplado? ¿Esperaba que la viera por mí mismo? ¿Alguien me daría todas las respuestas a esas preguntas?

     Volví a tocar el claxon con más brusquedad. Mi paciencia se estaba esfumando. Necesitaba respuestas. ¿Cuándo, Black? Me pregunté repetidamente en el transcurso al hotel.

Media hora después estaba tomando una copa en el bar. Había dejado a Lisa desnuda en medio de la cama al no sentir nada. Ni una m*****a erección. Justificando mi mal humor y las imágenes que no me dejaban en paz, mi móvil sonó.

     —Black—contesté y luego di un sorbo a mi copa hasta finalizarla.

     — ¿Estás ebrio, Bro? —la voz de Michael me hizo soltar un suspiro.

     — ¿Qué quieres? Estoy ocupado.

     — ¿Embriagándote? ¿Dónde estás? —negué en silencio.

     —Estoy con una mujer. Hablamos mañana…—y antes de colgar escuché a Michael preguntando algo.

     — ¿Con la castaña? —preguntó.

     —No. Con una rubia.

     — ¿Y qué pasó con la castaña? Te oías emocionado.

     Me quedé en silencio recordando mi actitud cuando la había vuelto a ver después de un mes. Recordé lo de hace horas en la habitación y como me enganchó a la cama y ella saliera corriendo en plan de venganza… había descubierto que la castaña era mi Ashley.

     El primer amor de mi vida. Y el único. Mi perdición. Mi talón de Aquiles. Y ahora estoy empezando a sospechar que sería una obsesión al grado de echarme a perder con el resto de las mujeres y aplastando mi reputación de seductor.

     —No quiero hablar de eso. Te veo mañana en la oficina. —Y colgué sin esperar la respuesta de Michael. Pedí otro vaso y al terminarlo salí del bar del hotel y me dirigí al Penthouse. Necesitaba descansar o me haría puré el cerebro de tanto pensar.

    Era lunes por la mañana y yo aún seguía perdido en mis pensamientos con la escena de esa noche. Ver a Ashley o Aline con otro hombre y un tipo cargando un niño. Su sonrisa satisfecha. O podría ser mi imaginación. Cerré los ojos y apreté con mis dedos el puente de la nariz. El dolor de cabeza empezaba a regresar para torturarme. Tenía que ponerle fin a todo esto.

Ella me había engañado. Ella me había besado. Además, ella tuvo mi polla dentro de su boca. ¡Estuve a punto de estar dentro de ella! ¡Maldición! ¿Acaso no sabe lo que es la fidelidad? ¿Es una mujer infiel o jugadora? ¿Acaso solo es conmigo? ¿Una m*****a y calienta pollas? ¿Una venganza de hace años por quitarle lo más preciado en una mujer cuándo me abandonó esa mañana sin despedirse de mí? ¿Por qué regresó dos meses después? Ah, pera esa última vez… Me vengué yo.

     —Tierra llamando a Black…—la voz cantada de Celina me atrajo a la realidad por enésima vez en esta mañana.

Negué en silencio como si eso fuera apartar la m*****a imagen de Aline desnuda ante mí.

     —Sí, lo sé. Habla con Michael acerca de toda la información recabada por la empresa que nos ha estado quitando los contratos…

     — ¿Qué te pasa? Estás demasiado distraído... Y tú no eres así, Black.

     —Es…—se detuvo. Celina era mi mejor amiga, mi mano derecha en la empresa, pero también una cabrona. Sería tenerla haciendo preguntas de todo.

     — ¿Joe? Puedo deducir por tu estúpida cara que te has de estar debatiendo en sí decirme o no.

     Solté una risa irónica.

     —Tengo muchas cosas que hacer esta mañana.

     Pero yo primero tendría que buscar las respuestas para mí. Tomé mi móvil, y marqué.

     — ¿Si señor, Black?

     —Quiero el auto al frente, tengo que salir.

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