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Capítulo 6. Un amor del pasado

   

El sonido del elevador nos cortó. Nos separamos y somos puro jadeo. Nuestras miradas conectan por segundos. En sus labios aparece una sonrisa y sus dedos se van a la blusa de seda. Desabotona los dos primeros botones lentamente.

     —Esto es una tortura y pienso cobrármelo—susurré para mí mismo, pero sé que me ha escuchado cuando su sonrisa se ensanchó aún más. Sus labios se han hinchado, y pude sentir mi miembro palpitar cada segundo que me torturó con la escena.

     —Solamente... Diré...—tomó aire— que «No todo lo que miras, es lo que es.»

     Tragué saliva. Mi garganta se ha secado completamente cuándo en mi pecho siento una punzada al escuchar esa frase.

     —No entiendo...—fingí no saber a qué se refería, mi mirada está en sus pezones que resaltan bajo su sostén de encaje negro. Vuelvo a tragar saliva...

     Se sacó la blusa de la falda y se bajó de sus zapatillas de aguja y puedo ver qué apenas llegó su cabeza a mis hombros. Salió del elevador y mi mirada está en ella, la seguí con la mirada.

     Estoy hipnotizado...

     Tiró las zapatillas en el recibidor y se giró hacia mí.

     —Cierra la boca, Black. ¿Nunca has visto una mujer desvistiéndose frente a ti?

     Pasé salvia de nuevo, pero con dificultad, solté el agarre que sostenía aún la puerta abierta del elevador. Caminé en su dirección, pero luego me detuve y traté de enderezarme. Me quité mi americana y la tiré en el mismo lugar donde ella ha dejado su ropa, ella retrocedió. Comencé a desabrochar los botones de mi camisa mientras ella se retiró por completo la blusa.

     —Déjate las medias... quiero... quiero verte con esas medias.

     Intenté recomponerme, pero no pude. Ella se estaba divirtiendo sin duda. Pero en este momento necesitaba explorar cada centímetro de ella, quiero hacerla venirse en mi boca, quiero entrar en ella duro e implacable, sin tregua. Quiero tenerla contra la ventana y hacerla gritar de deseo. Se baja la falda y finalmente queda desnuda ante mí.

     Solo tiene los ligueros y el triángulo de su diminuta braga de encaje. Es traslúcida. Puedo ver la línea de su sexo... húmedo. Me mordí el labio a punto de sacar sangre.

     —Estás… —no puedo seguir hablando. Me ha dejado cautivado por sus curvas, su pálida piel y sus pezones duros. Sin duda igual o yo más que ella.

     Me quedé en solo bóxer y descalzo. Caminé hacia ella, pero retrocedió. Arrugué mi entrecejo. Se giró dándome la espalda y caminó en el centro de la sala.

     — ¿Quieres tenerme? —jadeó excitada.

     Asentí sin pensarlo. Ella jadeó mientras acarició su duro pezón. Doy otro paso, pero ella retrocedió.

     —No huyas de mí, Aline. Suelo tener poca paciencia...

     Mi voz ronca no la reconocí. Es como si fuera un niño y ella mostrando el interior de un dulce con el empaque abierto. Quiero tenerla. Deseo tenerla... estoy duro.

     —Espera... Quiero tenerte más duro...—gimió al terminar de decirlo.

     — ¡¿Más?!—exclamé en voz alta y ella sonrió a mi impaciencia. Me quité el bóxer de un movimiento. Listo para hacerla mía en el mismo sillón donde ella está cerca.

     —Tómame si puedes.

     Y corrió fuera de la sala. Subió las escaleras y tuve la vista de un precioso, exquisito y redondo trasero moviéndose escaleras arriba. Bajé la mirada a mi miembro. Estaba duro y apuntando hacia arriba.

     — ¡Espera a que te atrape! —escuché su risa y no pude evitar sonreír. Subí hacia las escaleras como si fuese navidad. ¿Desde cuándo no me divertía así con alguien?

     Entré al pasillo y ella estaba recargada en la puerta... su mano cubrió su sexo y en su otra mano comienza a mover en círculos en el aire la braga diminuta.

     Se la ha quitado.

     —Me has quitado el placer de arrancarte con mis dientes esa braga de encaje. —caminé hacia ella, decidido a no dejar que huya más de mí. Cuanto más avanzaba, ella no se ha movido de su lugar. Puedo escuchar su respiración agitada y su mirada en mi duro miembro.

     Estamos frente a frente. Levanté su barbilla para volver a ver esos ojos azules.

     —No vas a escapar más.

     La dejé frente a los pies de la cama. Estamos frente a frente y siento el calor que radiamos. Es como si de ello se pudiera prender una hoguera. Sus mejillas están rojizas y sus labios entreabiertos. Sus ojos detenidamente estaban al pendiente de cualquier movimiento mío. Y eso me gustó.

     —No te muevas de aquí. Vamos a jugar un poco...

     Ella asintió sin dudarlo. Caminé dentro del vestidor y abro uno de los cajones. Y brillan cuando doy con ellas.

     Unas esposas metálicas con un pequeño cojín negro de piel. Salí del vestidor y caminé hacia ella. Ella al ver las esposas, sonrió y un brillo en esos ojos resaltó.

     Es extraño como me hace sentir.

     —Extiende tus muñecas.

     — ¿Por qué mejor no lo hago yo? —dijo sensualmente. Me las arrebató de las manos, pero oculté mis muñecas automáticamente.

     —No las necesito. Yo puedo controlarme.

     — ¿Y quién dice que yo no? —preparé mi mejor respuesta a ello.

     —Las mujeres son muy quisquillosas. Mueven hacia todos lados las manos... ¿No quieres probar? ¿O tienes miedo?

     — ¿Tú tienes miedo o porque tienes que ocultarlas detrás de ti? —sonrió y ladeó el rostro. Estaba empezando a ser un gesto sexy… ¿Pero de dónde me es familiar?

     —No tengo miedo. —intenté calmar los nervios y extendí mis manos para que las pusiera.

     —Recuéstate...

     Me acosté en la cama desnudo y demasiado duro, no había notado lo bien que me ponía cuando me dio órdenes. «Calma Black, que no se entere de ello». Puse mis manos en la cabecera de hierro forjado que compré de Italia.   Precisamente para una ocasión de estas. Escuché como cerró las esposas.

     Y los nervios empezaron aflorar en el centro de mi estómago. «No amigo, no te me bajes...»

     Ella se quedó al pie de la cama y me observó en silencio. Su mirada es demasiado caliente y suma el triple cuando se mordió el labio.

     —Voy a disfrutar esto, Joe.

     Y el corazón se agita cuando siento el tono con el que dice mi nombre completo por primera vez, es demasiado familiar… ¿Realmente vamos a jugar o me va a cortar en pedazos y tirarlos al mar? «¡Calma, Black! ¡Calma!» Cerré mis ojos para calmar los nervios...

     —Veo que te produce... Nervios. —soltó cuando empezó a subir por la cama.

     —No. No soy nervios... es...—cuando se subió encima de mí, estoy más duro de cuando me recosté. Su sexo roza delicadamente mi miembro y eso me hace soltar un fuerte gruñido.

     —No te desesperes. —susurró cerca de mi oído.   Mordió mi lóbulo y lo succionó. Mi piel se erizó y por primera vez provocó un poco de dolor. Su perfume es adicto...

     Pero…

     Y de repente su mano tomó mi miembro duro y comenzó a subir y a bajar. Cerré los ojos del placer que ocasionó. Levanté mi pelvis para crear más fricción, pero ella se detuvo.

     —No, Black. Déjame a mí...

     Y se bajó hasta ahí. Su mirada era hambrienta.   Comenzó dejando unos besos en mi miembro duro.

     —Mmm, estás muy duro, Black…

     Y sus labios se abrieron para darme una “mamada”. Cuando entró en ella, lancé mi cabeza hacia atrás con cuidado de no partirme el cráneo con la cabecera. Cerré los ojos y disfruté el placer, el deseo acumulado. Sus dientes delicadamente se arrastran en mi piel, haciendo retorcerme

     —Oh, sí... oh, Dios mío... qué rico... así... Sigue así...—estoy a punto de venirme, pero es como si le dijera: Detente.

     Abrí los ojos y la busqué, ansioso.

     Ella sonrió.

     — ¿Aline? —arrugué el entrecejo. — ¿Por qué te detienes?

     Se bajó de la cama decidida a no seguir.

     — ¿Las llaves? —Oh, quizás va a soltarme para dejarme terminar dentro de ella.

     —Encima del cajón dentro del armario...—ya estoy pensando cómo voy a entrar dentro de ella. Lo duro que la voy a follar, la forma en que agarraré ese trasero y lo voy a palmear hasta hacerlo sonrojar, como esas mejillas.

Salió del armario, me quitó una esposa, pero no saqué la mano y dejó las llaves cerca de la almohada a mi lado. Sale de la habitación y me quedé esperando. ¿Qué va a hacer ahora? ¿Con qué me va a sorprender? Sonreí. Esto es excitante… he estado a punto de venirme en su boca.  Pero por algo lo ha parado… quiere hacerlo más emocionante.

     Cerré los ojos. Deseándola con muchas ganas. El doble desde que hemos llegado. Al abrirlos, miré mi miembro que apunta hacia mí.

     —Así sigue, duro, alegre—felicité a mi miembro. Cuando levanté la vista, Aline entró con su falda puesta y abrochando su blusa.

     ¿Qué diablos está pasando aquí…?

     —Me voy…—dijo sin más.

     — ¿Qué…? ¿Qué dices? —la irritación y la sorpresa se vistió en mi tono.

     —Aquí dejaré la llave, suéltate tú solo, que tengas buena…—miró mi miembro duro que está a punto de volverse nada. —Noche. —agitó su mano mostrando un gesto de masturbación.

     Se acercó y dejó un beso en mi nariz. Aún intento reaccionar a su jugada.

     — ¡¿Qué es lo que haces?! ¡Ven y hazme terminar, joder! —pienso que no era la mejor manera.

     Se giró antes de salir. Su mano se quedó en el marco de la puerta y su sonrisa se expandió.

     —Puedes usar tu mano, Black. Además, no tengo duda de que llames a una de tus putas de una noche para que termine la mamada por mí.

     Arrugué mi entrecejo, me cabreó que hablara así.

     —Se escucha muy feo eso de tu boca. ¡No lo digas así! —sentí que no es ella. ¿Entonces quien Black? Arrugué de nueva mi entrecejo.

     —Sigues sin saber quién soy ¿No? —el escalofrío regresó a mí. Pude sentir todo mi cuerpo erizado. Las palabras se atoraron en mi garganta. La forma en que ladeó su rostro sabía que era sexy… Y familiar. Pero no le había prestado atención lo suficiente. ¡Apenas puedo pensar!

     —No… ¿Acaso ya nos hemos acostado? —maldición. No era como tendría que averiguarlo. ¿Acaso quieres que nos corten en pedazos por no acordarme si ha entrado en mi cama? ¡Maldita sea! Soltó un suspiro, se giró para caminar y quedar a los pies de la cama.

     —No todo lo que miras… —y automáticamente…

     —… Es lo que es. —terminé la frase.

     Oh, Dios mío. ¿Es…?

     — ¿Ashley?

     Ella asintió y se giró sobre sus zapatillas. Antes de desaparecer me miró de medio perfil.

     —Adiós, Joe. —y guiña un ojo, divertida.

¿Ashley? ¿Ashley? ¿Era una broma del destino? ¿Acaso es...un karma? Todos los recuerdos de ella pasaron como un tornado dentro de mi cabeza.

     —Maldición. —pasaron unos minutos cuándo reaccioné, maldije cuando alcancé a quitarme las esposas metálicas por completo. Brinqué de la cama de un solo movimiento, casi derrapé al llegar a la salida de la habitación, crucé como "rápido y furioso" todo el pasillo hasta salir a las escaleras. Las puertas del elevador se habían cerrado.

— ¡Ashley! —grité. Pero no se detendría. Sin pensarlo dos veces, bajé las escaleras y casi caigo de boca cuando alcanzo mis pantalones, brincando dos veces entro en ellos, tomé mi camisa y toqué el botón con el pulgar.

«Activado»

     Sonó la voz de seguridad del segundo elevador privado. En lo que sube el elevador, marqué a Baxter.  Primer tono.

     —Señor Black.

     — ¡Baxter, dame la clave de la cochera para bloquearla!

     —01887822

     Toqué a toda prisa para activar la cámara del estacionamiento subterráneo en la pantalla. Tecleé a toda prisa para evitar que Aline saliera de la plaza.

     Arrugué mi entrecejo cuando su auto pasó hacia la salida y agitó su mano en despedida y la puerta está... ¡ABIERTA! ¡MALDITA SEA! ¡NO! ¡NO! Golpeé la pantalla hasta quebrarla.

     Se ha ido.

     

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