Lukas se quedó paralizado, incapaz de creer lo que veían sus ojos.
—¿Sofía? —logró articular finalmente. —La misma —respondió ella con una sonrisa traviesa—. ¿Sorprendido de verme, hermanastro? —Tú... ¿Supiste siempre quién era yo...? —balbuceó Lukas, señalándola acusadoramente. —¡Pues sí! ¿Sorprendido de verme, hermanastro? Es que definitivamente ver esa cara de tonto que pusiste en el aeropuerto no tiene precio… mirándome como perro a un chuletón —dijo Sofía, cruzando los brazos con aire de triunfo. Lukas sintió cómo el enfado volvía a hervir en su interior. Todo el viaje, toda la frustración, y ahora esto. Tomó aire, tratando de calmarse. —Debo admitir que fue divertido molestarte un poco —dijo ella soltando una risotada. Lukas sintió que la sangre le hervía. —¿Divertido? ¡Fuiste insoportable! —Oh, vamos. No seas tan dramático —respondió ella, haciendo un gesto con la mano—. Además, tú tampoco fuiste precisamente un encanto. —Porque tú... —¡No puede ser! Apenas están llegando y ya se están enfrentando como perro y gatos, mejor váyanse a cambiar que debemos ir al funeral de mi padre… si lo querían por lo menos háganlo por él —interrumpió el padre de Luka en voz grave. —No empecé yo… fue ella… Ella hizo un gesto llevándose la mano a los ojos, para indicar que era un llorón. —¡No sé cuándo vas a madurar! —exclamó con irritación. —Nunca ¡porque me pudro! —dijo sacándole la lengua y subiendo las escaleras. —Es una irreverente, ¿Cómo se le ocurre venir con un vestido rojo al funeral de mi abuelo? —siseó en tono bajo. Ella lo escuchó y se regresó. —El dolor no se nota en el color de la ropa, tu andas vestido de negro y ni siquiera viniste a verlo en diez años, y te aseguro que tu dolor no es más grande que el mío. Lukas sintió como si le hubieran dado una bofetada. Las palabras de Sofía lo golpearon con fuerza. —No tienes idea de lo que hablas… ¡A mí sí me duele porque era mi abuelo! —exclamó con irritación. —¿En serio? Pues no te creo señor "me fui por diez años y ahora vengo a juzgar" —respondió ella, cruzándose de brazos. —Chicos, por favor —intervino Danilo, el padre de Lukas—. No es el momento. Sofía y Lukas se miraron con intensidad, ninguno dispuesto a ceder. —Tienes razón, papá —dijo finalmente Sofía—. Lo siento. Se dio la vuelta y subió las escaleras. Lukas la siguió con la mirada, aún furioso. —Hijo —dijo su padre, poniendo una mano en su hombro—. Sé que es difícil, pero... —No quiero hablar de eso ¿Y por qué te dice papá? ¡Ella no es tu hija! Se metió aquí y me robó a mi padre, a mi abuelo, me corrió de mi casa —sentenció Lukas— ¡No la soporto! ¿Dónde está mi habitación? Su padre suspiró. —La misma de siempre. No ha cambiado. Lukas subió las escaleras, subiendo su maleta con furia. Al llegar a su habitación, abrió la puerta y comenzó a desnudarse, lanzando su ropa en el suelo, para bañarse. Se quedó en bóxer y caminó al baño, pero cuando abrió la puerta escuchó el ruido de la lluvia artificial cayendo, se acercó y abrió las puertas corredizas y se encontró a Sofía desnuda. Mientras ella pegaba un grito, él la miraba con aparente aire de impaciencia. —Deja el show, ni que no hubiese visto antes a una mujer desnuda —dijo en tono divertido—, además, ya veo que estás pasadita de… —pero antes de que pudiera terminar sus palabras, Sofía comenzó a lanzarle objetos uno tras otro. —¡Fuera de aquí, pervertido! —gritó ella, cubriéndose como podía con una mano y lanzándole la esponja y todo lo que encontró a mano. Lukas esquivó los proyectiles improvisados, pero no pudo evitar que el jabón le diera en plena cara. —¡Auch! ¡Oye, cálmate! —protestó, frotándose la mejilla—. ¡Yo qué iba a saber que la princesita estaba aquí! —¡Pues tal vez si hubieras tocado la puerta como una persona normal! —replicó ella, cubriéndose como podía. —¡Es mi habitación! ¡Mi baño! ¡No tengo por qué tocar! —exclamó indignado. —¡Ya no vives aquí, idiota! ¡Este es mi baño ahora porque el mío está dañado! Además, yo no estoy interesada en ver… tu manicito… es que es tan mínimo que ni cosquilla debe hacer —dijo con una mezcla de burla y desprecio, aunque no era cierto, solo lo hacía para sacarse la ofensa que él estuvo a punto de decirle. Lukas sintió que su rostro ardía de vergüenza y furia. —¿Manicito? ¡Ja! Ya quisieras tú... —¡Fuera! —gritó Sofía, lanzándole el champú. Lukas cerró la puerta justo a tiempo. El champú golpeó con un ruido sordo. —¡Loca! —gritó a través de la puerta. —¡Pervertido! ¡Mini pené! ¡Penecito de mani! —replicó ella. Lukas se alejó del baño, murmurando maldiciones. Dirigió su vista hacia abajo. —Yo no tengo ningún manicito, seguro que ni me vio —se dijo molesto, se bajó el bóxer llevando su mano a su virilidad para medirsela—, no lo tengo pequeño todo lo contrario ¡Es una idiota! “O será que ella los ha visto más grande” respondió su conciencia y se irritó tanto, que abrió su maleta y terminó poniéndose unos jeans. Se apoyó contra la pared, el corazón latiéndole con fuerza. La imagen de Sofía desnuda estaba grabada en su mente. "M*****a sea", pensó. "¿Por qué tiene que ser tan... irritante y tan exquisitamente atractiva a la vez?" Sacudió la cabeza, tratando de borrar esos pensamientos. Era su hermanastra, por el amor de Dios. Y la odiaba. ¿Verdad? Bajó las escaleras, aún molesto. Su padre lo miró con preocupación. —¿Todo bien, hijo? Escuché gritos. —Todo perfecto —respondió Lukas con sarcasmo—. Tu querida Sofía está usando mi baño. Su padre suspiró. —Lo siento. Debe ser que el suyo está dañado. Voy a llamar a un plomero para que se lo repare. Por favor, tenle paciencia, ella es una chica, y hay que tratarla con delicadeza. Lukas resopló con fastidio. —¿Paciencia? ¿Yo? Ella es la que me provoca a cada rato. Sin importarle que esta es mi casa. Y no es ninguna chica, Tan delicada como un camión de cerdo ¡Es el demonio! —Hijo, por favor. Estamos aquí por tu abuelo. Trata de llevarte bien con ella, aunque sea por unos días, después que pase esto, cada quien se va por su lado. —No, papá. ¡La detesto! Sabes perfectamente por qué me fui hace diez años, porque ella siempre me ha provocado Y nada ha cambiado, porque sigue siendo la misma mocosa irritante. En ese momento Sofía bajó las escaleras. Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Su cabello húmedo caía en ondas sobre sus hombros. —¿Ves? Al final sí tenías un vestido negro —comentó Lukas con sarcasmo. Sofía lo ignoró y se dirigió a Danilo. —Papá, ¿a qué hora es el funeral? —En una hora —respondió él, mirando su reloj—. Deberíamos terminar para irnos. Tu madre va a bajar en un momento. Lukas sintió que la sangre le hervía de nuevo al escuchar a Sofía llamar "papá" a su padre, es que era capaz de lanzarse del puente más alto si tuviera una hermana como ella. —Genial —murmuró Lukas subió las escaleras de dos en dos. Se bañó y vistió rápidamente con un traje negro y bajó de nuevo. —Listo. Vámonos. El viaje en auto fue tenso. Lukas se sentó con Sofía en el asiento de atrás. Nadie hablaba. El silencio era pesado, cargado de emociones contenidas. Lukas miraba por la ventana, evitando el contacto visual con Sofía, sin embargo, su pierna no dejaba de agitarse. —¿Podrías dejar de moverte tanto? —siseó Sofía después de un rato—. Me estás poniendo nerviosa. —¿Yo te pongo nerviosa? —respondió Lukas en voz baja—. Tú me pones de los nervios con solo respirar. —Chicos, por favor —intervino esta vez Marleni, la madre de Sofía desde el asiento del copiloto —. Compórtense. ¿Por qué siempre deben actuar como si fueran adolescentes? Ya son un hombre y una mujer. Ambos se callaron, pero siguieron lanzándose miradas asesinas. Al llegar a la funeraria, Lukas sintió que el peso de la situación caía sobre él. Ver el ataúd de su abuelo le provocó un nudo en la garganta. Su abuelo. Diez años sin verlo y ahora… sintió sus piernas temblaron… se limpió las lágrimas que escaparon de sus ojos. Y mientras hablaba sus labios temblaban. —¿Estás bien? —preguntó Sofía en voz baja, acercándose a él. —Estoy perfectamente —respondió Lukas con brusquedad—. No necesito tu compasión. Sofía frunció el ceño. —Solo intentaba ser amable. —Pues no lo intentes. Quiero tanto tu amabilidad, como me gustaría recibir un abrazo de un erizo. Hagamos algo Sofía… los dos sabemos que ninguno es santo de devoción del otro, mejor es mantenernos alejados, hasta el sepelio de mi abuelo. De allí en adelante, cada quien por su lado… y no nos vamos a volver a ver —siseó con irritación. Ella abrió la boca y replicó. —Espero que así sea, porque yo tampoco quiero volver a verte en mi vida… y mucho menos voy a soportar compartir contigo ni una hora el mismo aire, "hermanito" —dijo con sarcasmo alejándose mientras Lukas se quedaba viéndola con rabia.La última rosa cayó sobre la madera pulida del ataúd. Sofía sostenía su respiración, el perfume de las flores mezclándose con el olor a tierra fresca, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.—Te amo abuelito… eres lo más hermoso que me pasó en la vida… y aunque no llevaba tu sangre, nuestros lazos eran más profundos que la del parentesco, porque nacieron del corazón. Te volvería a escoger millones de veces —pronunció, sintiéndose profundamente conmovida, mientras respiraba hondo, tratando de calmar la vorágine de pensamientos y emociones que se arremolinaban en su interior.Unos minutos después, Danilo carraspeó al lado.—¿Nos vamos? —dijo apremiante. Ya todos habían comenzado a salir, y las luces del crepúsculo comenzaban a iluminar el cementerio. —Si quieren, sigan ustedes —, murmuró Sofía. Un suspiro tembloroso le siguió. —Yo quiero quedarme un poco más aquí, tomaré un taxi de vuelta.Sus padres se miraron y asintieron. —Está bien, pero ten mucho cuidado, por favor, no te
Lukas maldijo en voz baja mientras intentaba trepar por las paredes de tierra. Su mano lesionada le dificultaba el ascenso, pero la frustración y el enojo le daban fuerzas."Maldita Sofía", pensó con la indignación corriendo por sus venas.—Me deja aquí tirado como si nada.Hizo varios intentos fallidos para salir del agujero, pero el dolor era demasiado intenso y la mano se le inflamaba cada vez más, tanto como crecía la indignación que tenía.—¡Sofía! —gritó, pero solo el silencio del cementerio le respondió—, juro que voy a retorcerle el cuello a esa condenada ¡Es una loca de atar!Entretanto, Sofía seguía caminando por la calle, casi encogida en sí misma, su estómago revuelto, la tierra le causaba demasiada repugnancia, los vellos de su piel se erizaron, esa sensación le incomodaba. Era esa textura tan desagradable que hacía que su corazón latiera más de prisa.La gente la miraba mientras no paraba de reírse y ella no podía entender las razones para que actuaran así.Trató de calm
Cuando Lukas llegó a casa, era más de la medianoche, no pudo evitar una sonrisa maliciosa en sus labios. Se dirigió a su habitación, caminó directamente al baño.—Perfecto —murmuró al ver la ropa tirada de Sofía en el cesto de basur4.Recogió las prendas, sonriendo al ver la cinta en la falda, seguramente se le había pegado de alguna tumba.—Así que te tengo y mientras más maldades le haga, más infeliz será y esa será mi venganza —pensó. Sacó su teléfono y comenzó a tomar fotos. El flash iluminó la ropa sucia.Satisfecho, se acostó a dormir.A la mañana siguiente, Lukas se levantó temprano, luego de ducharse, bajó a desayunar, se sentó en el comedor familiar, empezó a manipular el teléfono mientras soltaba una carcajada.—¿Qué te pasa hijo? —le preguntó Danilo.—Estoy viendo un video viral comiquísimo ¿Lo vieron? —preguntó casualmente, ellos negaron con la cabeza.—¿De qué se trata? —inquirió con curiosidad su padre.—Se trata de una chica paseando por la noche, con una cinta en las
Lukas no se movió. Podía sentir el corazón de Sofía latiendo aceleradamente contra su pecho. Sus ojos recorrieron su rostro, deteniéndose en sus labios entreabiertos.—¿Por qué lo hiciste, Lukas? —preguntó Sofía, su voz apenas audible—. ¿Tanto me odias?—Yo no hice nada… yo no te grabé… ¿cómo podía hacerlo si estaba en el hueco donde me dejaste? —susurró muy cerca de ella. Se moría por besarla, tomar esos voluptuosos labios y chuparlos hasta que estuvieran hinchados y rojos productos de la pasión.Ella lo miró con incredulidad, pero en sus ojos, él vio algo más: duda. Así que él se atrevió a acercarse más, su aliento mezclándose con el de ella.—¿De verdad no tienes nada que ver con eso? —susurró Sofía.Lukas se mantuvo en silencio, sus miradas enredándose en una danza cargada de tensión y atracción. No podía negar que siempre había sentido algo por su hermanastra, pero jamás pensó que algún día estaría así, con ella debajo de él, sus cuerpos lo suficientemente cerca como para senti
La mañana siguiente amaneció gris y lluviosa, como si el clima reflejara el estado de ánimo en la casa. Sofía bajó las escaleras con paso lento, su rostro una máscara de indiferencia.Al entrar en el comedor, vio a Lukas ya sentado, su mirada fija en el plato frente a él. Cuando Sofía entró, levantó la vista por un momento, sus ojos se encontraron brevemente antes de que ambos apartaran la mirada, con un poco de nerviosismo.—Buenos días —saludó Sofía secamente.Los demás respondieron con murmullos apagados, se sentó lo más lejos posible de Lukas, temía como podía reaccionar.—Buenos días, Miss Perfecta —respondió con sarcasmo.El silencio se instaló entre ellos, pesado e incómodo. Danilo intervino con seriedad.—Chicos, el abogado llegará en una hora para leer el testamento —anunció Danilo, rompiendo el tenso silencio—. Espero que puedan comportarse civilizadamente durante la reunión.Lukas resopló.—Por mí no hay problema, siempre y cuando Miss Perfecta sepa mantener la boca cerrad
—Esto va a ser un desastre —murmuró Sofía mientras estaba en su habitación.Sacó su maleta y comenzó a llenarla con precisión. Cada prenda doblada a la perfección. Sus ojos miel se detuvieron en el peluche en la esquina. Lo tomó con cuidado.—Mi osito bandido —, susurró, abrazándolo con una sonrisa.Recordó cuando su padrastro se lo regaló al cumplir sus diez años, antes de casarse con su madre, y desde ese momento se había convertido en su inseparable compañero, aun de adulta dormía con él. Sus pensamientos volaron a Lukas. Esa sonrisa arrogante. Esos ojos azules, burlones.—Tengo que buscar la manera de que huya de la casa, de que renuncie, para yo quedarme con ella. Así que prepárate, Lukas Martinelli —murmuró. —Porque no tienes idea de con quién vas a lidiar. Sofía frunció el ceño, terminó de guardar su ropa en la maleta, y algunas otras cosas que tenía en su habitación, dentro de eso su peluche. Una vez listo, cerró la maleta.Miró el reloj, ansiosa por llegar a la mansión y q
Ninguno de los dos quiso ceder, así que al final terminaron entrando los dos a la habitación, porque ninguno quería ceder. —Entonces, como no te quieres ir, tú duermes en el suelo, y yo en la cama —sentenció Sofía con firmeza, pero Lukas no estaba de acuerdo y se sonrió burlesco.—¡Ni lo sueñes que dormiré en el suelo! Habrá que dividir la cama también —dijo Lukas con la firme intención de provocar más el enojo de la chica.—¿Qué sugieres? ¿Buscar un serrucho o una motosierra para dividirlo? —inquirió con sarcasmo.Lukas soltó una carcajada ante el comentario sarcástico de Sofía.—No seas ridícula —dijo, rodando los ojos. —Me refiero a que cada uno tome un lado de la cama. Es lo suficientemente grande.Sofía lo miró con incredulidad. —¡¿Estás loco?! No pienso dormir en la misma cama que tú.—Pues entonces duerme en el suelo —, respondió Lukas encogiéndose de hombros. —Yo me quedo con la cama.Se dirigió hacia la enorme cama king size y se dejó caer en ella, estirándose cómodamente.
—Yo... —balbuceó Sofía, retrocedió, sintiendo el calor subir a sus mejillas. Sus ojos traicioneros recorrieron el cuerpo de Lukas antes de que pudiera evitarlo.Lukas se acercó más, acorralándola. El agua goteaba de su cabello, deslizándose por su pecho desnudo. Sofía tragó saliva, incapaz de apartar la mirada.Una sonrisa arrogante se dibujó en sus labios.—Admítelo, Sofía —susurró Lukas, su voz ronca—. Me estabas espiando.—No... yo no... —intentó negar ella, pero las palabras se atoraron en su garganta.Lukas se inclinó, sus labios rozando la oreja de Sofía.—¿Te gusta lo que ves, Miss Perfecta? —murmuró, su voz ronca enviando escalofríos por la espalda de Sofía.Ella tragó saliva, tratando de recuperar la compostura.—Por supuesto que no —mintió, su voz temblorosa tratando de disimular tu turbación—, mejores cuerpos he visto.Armándose de valor, se levantó de donde había caído y salió corriendo de allí, sin poder quitarse la imagen del hombre de su cabeza. Su corazón latió desboc