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Capítulo 2: Ninguno es santo de devoción.

Lukas se quedó paralizado, incapaz de creer lo que veían sus ojos.

—¿Sofía? —logró articular finalmente.

—La misma —respondió ella con una sonrisa traviesa—. ¿Sorprendido de verme, hermanastro?

—Tú... ¿Supiste siempre quién era yo...? —balbuceó Lukas, señalándola acusadoramente.

—¡Pues sí! ¿Sorprendido de verme, hermanastro? Es que definitivamente ver esa cara de tonto que pusiste en el aeropuerto no tiene precio… mirándome como perro a un chuletón —dijo Sofía, cruzando los brazos con aire de triunfo.

Lukas sintió cómo el enfado volvía a hervir en su interior. Todo el viaje, toda la frustración, y ahora esto. Tomó aire, tratando de calmarse.

—Debo admitir que fue divertido molestarte un poco —dijo ella soltando una risotada.

Lukas sintió que la sangre le hervía.

—¿Divertido? ¡Fuiste insoportable!

—Oh, vamos. No seas tan dramático —respondió ella, haciendo un gesto con la mano—. Además, tú tampoco fuiste precisamente un encanto.

—Porque tú...

—¡No puede ser! Apenas están llegando y ya se están enfrentando como perro y gatos, mejor váyanse a cambiar que debemos ir al funeral de mi padre… si lo querían por lo menos háganlo por él —interrumpió el padre de Luka en voz grave.

—No empecé yo… fue ella…

Ella hizo un gesto llevándose la mano a los ojos, para indicar que era un llorón.

—¡No sé cuándo vas a madurar! —exclamó con irritación.

—Nunca ¡porque me pudro! —dijo sacándole la lengua y subiendo las escaleras.

—Es una irreverente, ¿Cómo se le ocurre venir con un vestido rojo al funeral de mi abuelo? —siseó en tono bajo.

Ella lo escuchó y se regresó.

—El dolor no se nota en el color de la ropa, tu andas vestido de negro y ni siquiera viniste a verlo en diez años, y te aseguro que tu dolor no es más grande que el mío.

Lukas sintió como si le hubieran dado una bofetada. Las palabras de Sofía lo golpearon con fuerza.

—No tienes idea de lo que hablas… ¡A mí sí me duele porque era mi abuelo! —exclamó con irritación.

—¿En serio? Pues no te creo señor "me fui por diez años y ahora vengo a juzgar" —respondió ella, cruzándose de brazos.

—Chicos, por favor —intervino Danilo, el padre de Lukas—. No es el momento.

Sofía y Lukas se miraron con intensidad, ninguno dispuesto a ceder.

—Tienes razón, papá —dijo finalmente Sofía—. Lo siento.

Se dio la vuelta y subió las escaleras. Lukas la siguió con la mirada, aún furioso.

—Hijo —dijo su padre, poniendo una mano en su hombro—. Sé que es difícil, pero...

—No quiero hablar de eso ¿Y por qué te dice papá? ¡Ella no es tu hija! Se metió aquí y me robó a mi padre, a mi abuelo, me corrió de mi casa —sentenció Lukas— ¡No la soporto! ¿Dónde está mi habitación?

Su padre suspiró.

—La misma de siempre. No ha cambiado.

Lukas subió las escaleras, subiendo su maleta con furia. Al llegar a su habitación, abrió la puerta y comenzó a desnudarse, lanzando su ropa en el suelo, para bañarse.

Se quedó en bóxer y caminó al baño, pero cuando abrió la puerta escuchó el ruido de la lluvia artificial cayendo, se acercó y abrió las puertas corredizas y se encontró a Sofía desnuda.

Mientras ella pegaba un grito, él la miraba con aparente aire de impaciencia.

—Deja el show, ni que no hubiese visto antes a una mujer desnuda —dijo en tono divertido—, además, ya veo que estás pasadita de… —pero antes de que pudiera terminar sus palabras, Sofía comenzó a lanzarle objetos uno tras otro.

—¡Fuera de aquí, pervertido! —gritó ella, cubriéndose como podía con una mano y lanzándole la esponja y todo lo que encontró a mano.

Lukas esquivó los proyectiles improvisados, pero no pudo evitar que el jabón le diera en plena cara.

—¡Auch! ¡Oye, cálmate! —protestó, frotándose la mejilla—. ¡Yo qué iba a saber que la princesita estaba aquí!

—¡Pues tal vez si hubieras tocado la puerta como una persona normal! —replicó ella, cubriéndose como podía.

—¡Es mi habitación! ¡Mi baño! ¡No tengo por qué tocar! —exclamó indignado.

—¡Ya no vives aquí, idiota! ¡Este es mi baño ahora porque el mío está dañado! Además, yo no estoy interesada en ver… tu manicito… es que es tan mínimo que ni cosquilla debe hacer —dijo con una mezcla de burla y desprecio, aunque no era cierto, solo lo hacía para sacarse la ofensa que él estuvo a punto de decirle.

Lukas sintió que su rostro ardía de vergüenza y furia.

—¿Manicito? ¡Ja! Ya quisieras tú...

—¡Fuera! —gritó Sofía, lanzándole el champú.

Lukas cerró la puerta justo a tiempo. El champú golpeó con un ruido sordo.

—¡Loca! —gritó a través de la puerta.

—¡Pervertido! ¡Mini pené! ¡Penecito de mani! —replicó ella.

Lukas se alejó del baño, murmurando maldiciones. Dirigió su vista hacia abajo.

—Yo no tengo ningún manicito, seguro que ni me vio —se dijo molesto, se bajó el bóxer llevando su mano a su virilidad para medirsela—, no lo tengo pequeño todo lo contrario ¡Es una idiota!

“O será que ella los ha visto más grande” respondió su conciencia y se irritó tanto, que abrió su maleta y terminó poniéndose unos jeans.

Se apoyó contra la pared, el corazón latiéndole con fuerza. La imagen de Sofía desnuda estaba grabada en su mente.

"M*****a sea", pensó. "¿Por qué tiene que ser tan... irritante y tan exquisitamente atractiva a la vez?"

Sacudió la cabeza, tratando de borrar esos pensamientos. Era su hermanastra, por el amor de Dios. Y la odiaba. ¿Verdad?

Bajó las escaleras, aún molesto. Su padre lo miró con preocupación.

—¿Todo bien, hijo? Escuché gritos.

—Todo perfecto —respondió Lukas con sarcasmo—. Tu querida Sofía está usando mi baño.

Su padre suspiró.

—Lo siento. Debe ser que el suyo está dañado. Voy a llamar a un plomero para que se lo repare. Por favor, tenle paciencia, ella es una chica, y hay que tratarla con delicadeza.

Lukas resopló con fastidio.

—¿Paciencia? ¿Yo? Ella es la que me provoca a cada rato. Sin importarle que esta es mi casa. Y no es ninguna chica, Tan delicada como un camión de cerdo ¡Es el demonio!

—Hijo, por favor. Estamos aquí por tu abuelo. Trata de llevarte bien con ella, aunque sea por unos días, después que pase esto, cada quien se va por su lado.

—No, papá. ¡La detesto! Sabes perfectamente por qué me fui hace diez años, porque ella siempre me ha provocado Y nada ha cambiado, porque sigue siendo la misma mocosa irritante.

En ese momento Sofía bajó las escaleras. Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Su cabello húmedo caía en ondas sobre sus hombros.

—¿Ves? Al final sí tenías un vestido negro —comentó Lukas con sarcasmo.

Sofía lo ignoró y se dirigió a Danilo.

—Papá, ¿a qué hora es el funeral?

—En una hora —respondió él, mirando su reloj—. Deberíamos terminar para irnos. Tu madre va a bajar en un momento.

Lukas sintió que la sangre le hervía de nuevo al escuchar a Sofía llamar "papá" a su padre, es que era capaz de lanzarse del puente más alto si tuviera una hermana como ella.

—Genial —murmuró

Lukas subió las escaleras de dos en dos. Se bañó y vistió rápidamente con un traje negro y bajó de nuevo.

—Listo. Vámonos.

El viaje en auto fue tenso. Lukas se sentó con Sofía en el asiento de atrás. Nadie hablaba. El silencio era pesado, cargado de emociones contenidas.

Lukas miraba por la ventana, evitando el contacto visual con Sofía, sin embargo, su pierna no dejaba de agitarse.

—¿Podrías dejar de moverte tanto? —siseó Sofía después de un rato—. Me estás poniendo nerviosa.

—¿Yo te pongo nerviosa? —respondió Lukas en voz baja—. Tú me pones de los nervios con solo respirar.

—Chicos, por favor —intervino esta vez Marleni, la madre de Sofía desde el asiento del copiloto —. Compórtense. ¿Por qué siempre deben actuar como si fueran adolescentes? Ya son un hombre y una mujer.

Ambos se callaron, pero siguieron lanzándose miradas asesinas.

Al llegar a la funeraria, Lukas sintió que el peso de la situación caía sobre él. Ver el ataúd de su abuelo le provocó un nudo en la garganta. Su abuelo. Diez años sin verlo y ahora… sintió sus piernas temblaron… se limpió las lágrimas que escaparon de sus ojos. Y mientras hablaba sus labios temblaban.

—¿Estás bien? —preguntó Sofía en voz baja, acercándose a él.

—Estoy perfectamente —respondió Lukas con brusquedad—. No necesito tu compasión.

Sofía frunció el ceño.

—Solo intentaba ser amable.

—Pues no lo intentes. Quiero tanto tu amabilidad, como me gustaría recibir un abrazo de un erizo. Hagamos algo Sofía… los dos sabemos que ninguno es santo de devoción del otro, mejor es mantenernos alejados, hasta el sepelio de mi abuelo. De allí en adelante, cada quien por su lado… y no nos vamos a volver a ver —siseó con irritación.

Ella abrió la boca y replicó.

—Espero que así sea, porque yo tampoco quiero volver a verte en mi vida… y mucho menos voy a soportar compartir contigo ni una hora el mismo aire, "hermanito" —dijo con sarcasmo alejándose mientras Lukas se quedaba viéndola con rabia.

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