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Capítulo 4. ¡Tú y yo estamos en guerra!

Lukas maldijo en voz baja mientras intentaba trepar por las paredes de tierra. Su mano lesionada le dificultaba el ascenso, pero la frustración y el enojo le daban fuerzas.

"M*****a Sofía", pensó con la indignación corriendo por sus venas.

—Me deja aquí tirado como si nada.

Hizo varios intentos fallidos para salir del agujero, pero el dolor era demasiado intenso y la mano se le inflamaba cada vez más, tanto como crecía la indignación que tenía.

—¡Sofía! —gritó, pero solo el silencio del cementerio le respondió—, juro que voy a retorcerle el cuello a esa condenada ¡Es una loca de atar!

Entretanto, Sofía seguía caminando por la calle, casi encogida en sí misma, su estómago revuelto, la tierra le causaba demasiada repugnancia, los vellos de su piel se erizaron, esa sensación le incomodaba. Era esa textura tan desagradable que hacía que su corazón latiera más de prisa.

La gente la miraba mientras no paraba de reírse y ella no podía entender las razones para que actuaran así.

Trató de calmarse, decidió ignorarlos, y continúo caminando, para encontrar un taxi, por eso no se dio cuenta de que le comenzaron a sacar vídeos mientras caminaba.  

—Taxi —, susurró con urgencia sacando la mano al ver uno libre.

Ya en el asiento trasero, comenzó a sacudirse frenéticamente. Las manos, luego las piernas, como si pudiera librarse de la sensación de suciedad. La sensación de la tierra en su piel, hacía que su respiración se aceleraba.

—¿Está bien, señorita? —preguntó el taxista por el espejo retrovisor.

—No pasa nada, avance, por favor —, dijo ella, casi sin aire, mientras un dolor golpeaba su pecho.

El taxi se detuvo finalmente frente a la casa. Sofía sacó un billete de alta denominación, pero ni siquiera esperó cambio, salió flechada, corriendo entre risas burlonas del propio taxista al ver la cinta y de algunos trabajadores que también la observaron.

Ella los ignoró a todos, subió las escaleras y corrió al baño de la habitación de Lukas, se quitó la ropa y la lanzó en cesto de basur4, se metió a la ducha tratando de limpiarse cada rastro de tierra en su cuerpo.

Pasaron una, dos, tres horas y ella seguía duchándose sin darse tregua, se enjabonó, lavó sus cabellos y después de cuatro largas horas, por fin salió del baño. Tomó un albornoz y lo envolvió alrededor de su cuerpo tembloroso. El aroma de Lukas flotó a su alrededor y por fin lo recordó, abriendo los ojos de par en par por la sorpresa. 

—¡Oh por Dios! Dejé botado a Lukas  ¡Ha pasado tanto tiempo! —dijo con preocupación, porque el miedo le había impedido pensar en nada más, solo en quitarse la tierra.

Agarró el teléfono y marcó rápido. 

—¡Lukas, lo siento tanto! Se me olvidó... solo quería quitarme la arena ¿Estás aún allí, esperando salir? —preguntó con preocupación.

“No, ¿para qué?”, respondió al otro lado de la línea sarcástico, “me estoy divirtiendo de lo lindo con los muertos, jugando a la Chumba la cachumba”.

Su forma de hablarle, tuvo el efecto de un cerillo encendido sobre la paja seca, por eso le respondió con fiereza.

—No seas imbécil, Lukas —replicó Sofía, molesta por su sarcasmo—. Estoy realmente preocupada. ¿Cómo lograste salir?

“Oh, ¿ahora estás preocupada?” La voz de Lukas destiló veneno. “No parecías muy preocupada cuando me dejaste tirado en ese agujero”.

—¡Ya te dije que lo siento! —insistió Sofía—. Entré en pánico, no estaba pensando con claridad.

“Claro, porque tú nunca piensas en nadie más que en ti misma, ¿verdad?”, espetó Lukas furioso.

Sofía sintió que la ira burbujeaba en su interior.

—Eso no es justo. Sabes que le tengo fobia a...

“¡Me importa un bledo tus fobias!”, la interrumpió Lukas “¡Me dejaste solo en un maldito agujero con la mano lastimada!”

—Lukas, por favor, deja de comportarte de manera infantil —dijo aún con un rastro de culpa —Voy para allá ahora mismo a buscarte —dijo, su voz temblorosa.

“No te molestes” respondió él con amargura “Ya encontré la manera de salir por mi cuenta. Gracias por nada. Pero de ahora en lo adelante Sofía, prepárate porque “¡Tú y yo estamos en guerra!”

—Lukas, yo...

Pero él ya había colgado. Sofía se quedó mirando el teléfono, sintiéndose terrible. ¿Cómo pudo olvidarse de él? 

El miedo la había cegado por completo, por primera vez, sintió que él tenía razón, aunque no era su culpa, porque el miedo a la tierra, en su piel y a los gusanos, era algo que no podía controlar.

*****

La oscuridad envolvió a Lukas, durante varias horas trató de salirse, pero todo intento fue infructuoso.

La frustración se dibujó en cada contorno de su musculoso cuerpo mientras las horas pasaban sin clemencia.

—¡Auxilio! ¡Ayúdenme! ¿Hay alguien por allí? —Su voz resonó con urgencia, provocando un eco macabro entre las lápidas. 

Afuera, escuchó unas voces y sus esperanzas renacieron.

—¿Escuchaste ese ruido? —dijo un vigilante, escudriñando la penumbra.

—¿Quién puede ser? —preguntó el otro con nerviosismo.

—Compañero, aquí lo que hay es muerto.

Se miraron, y la superstición ganó. Echaron a correr los dos asustados por todo el cementerio, pegando gritos, dejando atrás el llamado de auxilio de Lukas.

El hombre, al darse cuenta de que su única vía de escape se había cerrado, suspiró frustrado. 

—Esto no me puede estar pasando y todo por culpa de esa maldit4 mujer ¡Ha sido una desgracia en mi vida! —, siseó desesperado.

En ese instante, la decisión se ancló en su mente; tenía que ser él mismo quien saliera de allí.

Se despojó de los zapatos, tomó los calcetines y se hizo un vendaje improvisado para su mano.

—Vamos Lukas, tú puedes hacerlo —se dijo para animarse, intentando aplacar el dolor que cada movimiento despertaba.

Se apoyó en la pared fría, buscando asideros. Cada centímetro ascendido era una victoria sobre su situación, sobre su ego herido. Los dientes mordían el labio inferior hasta casi romper la piel, pero no paró.

Finalmente, la superficie cedió. Un rayo de luz lunar lo recibió. Con un último esfuerzo, Lukas Martinelli logró salir del agujero después de horas de esfuerzo. Estaba exhausto, sucio y furioso. Su mano palpitó de dolor. Caminó tambaleándose hacia la salida del cementerio, maldiciendo a Sofía con cada paso.

El celular vibró en su bolsillo, por fin regresó la cobertura de red móvil, porque mientras estuvo bajo tierra no tuvo señal alguna, para poder llamar a emergencia. Era Sofía. Dudó en contestar, pero la rabia pudo más, y como siempre terminó discutiendo con ella y al final cortó la llamada, porque no quería ni siquiera escucharla. 

Paró un taxi, y mientras revisaba su teléfono, vio en TikTok la imagen de Sofía con la cinta fúnebre en su trasero, una carcajada con una expresión malévola, se dibujó en su rostro y comenzó a compartir, con su más de un millón de seguidores, decidido viralizar ese acto bochornoso de su hermanastra.

—Ahora vamos a ver cómo sales de esto querida Sofía —dijo burlesco, había llegado la hora de su venganza.

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