La última rosa cayó sobre la madera pulida del ataúd. Sofía sostenía su respiración, el perfume de las flores mezclándose con el olor a tierra fresca, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
—Te amo abuelito… eres lo más hermoso que me pasó en la vida… y aunque no llevaba tu sangre, nuestros lazos eran más profundos que la del parentesco, porque nacieron del corazón. Te volvería a escoger millones de veces —pronunció, sintiéndose profundamente conmovida, mientras respiraba hondo, tratando de calmar la vorágine de pensamientos y emociones que se arremolinaban en su interior.
Unos minutos después, Danilo carraspeó al lado.
—¿Nos vamos? —dijo apremiante. Ya todos habían comenzado a salir, y las luces del crepúsculo comenzaban a iluminar el cementerio.
—Si quieren, sigan ustedes —, murmuró Sofía. Un suspiro tembloroso le siguió. —Yo quiero quedarme un poco más aquí, tomaré un taxi de vuelta.
Sus padres se miraron y asintieron.
—Está bien, pero ten mucho cuidado, por favor, no te vayas tan tarde —ella asintió de acuerdo.
Con pasos lentos y pesados, comenzaron a alejarse de su lado. La mirada de Danilo encontró a Lukas.
—Hijo, nos vamos, —preguntó, más que afirmó.
—Yo... no, papá. Quiero quedarme un poco más —contestó Lukas, la voz firme pero el corazón contradictorio.
—Está bien, —asintió Danilo. —Pero, por favor, Sofía se va a quedar un poco más, está pendiente de ella, ¿sí?
Lukas frunció el ceño en silencio.
"Ni que yo fuera su niñera para estar cuidándola", pensó. Pero solo se encogió de hombros y asintió.Cuando ya todos los familiares y amigos se fueron, él se dirigió hacia donde estaba ella, dispuesto a sacar todo lo que tenía atragantado en la garganta.
—No solo te conformaste con apartarme de él cuando estaba vivo, ahora también lo haces cuando está muerto —recriminó con severidad.
Sofía giró los ojos mientras daba un paso atrás.
—No me uses como excusa, Lukas —replicó con fuerza. —Te fuiste porque querías, nadie te obligó a irte,
—¡Me hacías la vida imposible! —. Su voz brotó indignada, alta y clara.
—Por Dios, Lukas, era una niña. ¡Eran bromas inofensivas! —exclamó sin darle importancia.
Esa actitud molestó más a Lukas.
—¡¿Inofensivas?! —La incredulidad marcó cada sílaba. —Le echaste colorante a la piscina mientras me bañaba con mis amigos.
Ella se encogió de hombros.
—Era colorante alimentario rojo. No era dañino. Se quitaba.
—Claro, después de tres días. Perdí los exámenes finales por tu estúpida broma, porque parecía un diablo rojo. Y así fuiste siempre, echándole cola de pegar al champú. ¡Eras el mismísimo demonio! Y mi padre y mi abuelo siempre se ponían de tu parte —protestó irritado.
—Porque se daban cuenta que eran travesuras de niños, y era porque tú me ofendías, me decías trepadora, que mi mamá era una interesada ¿Qué querías que tú me tiraras mierd* y yo rosas? Era lo que sembrabas —espetó ella molesta.
Le dio la espalda, como dando por terminada su conversación, pero ese gesto lo irritó aún más. Lukas la tomó por los hombros, forzándola a enfrentarlo.
—Estoy hablando contigo, Sofía. No me des la espalda, no seas maleducada —protestó.
Ella intentó zafarse de su agarre sacudiéndose, pero él la sujetó con más fuerza.
—¡Suéltame bruto! Me estás haciendo daño —protestó.
—Entonces, no me dejes con la palabra en la boca.
Sofía sintió la presión de los dedos de Lukas relajarse. Inmediatamente, con un giro ágil, se deslizó fuera de su alcance y echó a correr. Sus pasos resonaban contra el silencio del cementerio, desafiando la serenidad de aquel lugar eterno.
—¡Espérate, Sofía! —La voz de Lukas rompió la calma, pero ella no tenía intención de detenerse.
Las tumbas y mausoleos pasaban como manchas borrosas mientras Sofía aceleraba, sus tacones apenas rozando las piedras gastadas.
Lukas estaba tras ella, su aliento entrecortando el aire frío. Casi podía sentirlo cerrando la distancia. Justo cuando creyó que él le alcanzaba, una raíz traicionera se enroscó bajo su pie.
—¡Ah! —exclamó asustada.
El mundo giró cuando Sofía perdió el equilibrio. Lukas, con instinto protector, extendió su mano para atraparla, pero en su lugar terminó empujándola y mientras ella intentaba aferrarse a él para sostenerse, ambos cayeron en un hueco de una tumba, desplomándose en ese abismo improvisado.
—¡Mierd4!
El exabrupto escapó de los labios de Lukas cuando cayeron contra el fondo. El dolor le atravesó la mano y supo al instante que algo estaba mal. Se retorció, tratando de evaluar el daño.
—¿Viste lo que hiciste? —gruñó, mirándola con el ceño fruncido.
—¿Yo? ¡Tú me empujaste! —Sofía se defendió, su rostro iluminado por la indignación.
A pesar del miedo y el dolor, la chispa de su temperamento resplandecía ferozmente. Su pecho subía y bajaba con rapidez, cada respiración mezclándose con el eco lastimero de la noche.
De manera desesperada se levantó y comenzó a quitarse la tierra, mientras daba saltitos en el suelo, y en su rostro se dibujaba una expresión de tormenta.
—¡Por Dios mujer! Deja de moverte, me fracturé la mano, mientras tú te asustas por la tierra —protestó molesto—debemos salir de aquí.
—¡No me digas que hacer! —espetó Sofía, su voz temblando ligeramente—. Estamos en una tumba, por el amor de Dios. ¡Una tumba!
Lukas la miró con exasperación.
—¿Y crees que no lo sé? Pero entrar en pánico no nos ayudará a salir de aquí.
Sofía respiró hondo, tratando de calmarse. Miró a su alrededor, evaluando la situación. Las paredes de tierra se alzaban a su alrededor, demasiado altas para escalar, y su aversión táctil a la tierra no ayudaba, pero se obligó a pensar.
—Bien, genio —dijo Sofía, cruzándose de brazos—. ¿Alguna idea brillante para salir de aquí?
Lukas apretó los dientes, tanto por el dolor como por la irritación. Sofía vio su mano, y se dio cuenta que sé vía mal, lo miró con preocupación.
—¿Te fracturaste la mano? Déjame ver —dijo, acercándose a él.
—No es que encanta partir la mano como si fuese un mariposón —gruñó Lukas, sarcástico.
—No seas terco. Déjame revisarte —insistió ella, tomando su mano con suavidad.
Lukas sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante el contacto. Sofía examinó su mano con cuidado.
—No parece fracturada, pero está hinchada. Necesitamos hielo —dijo finalmente.
—Genial. ¿Y de dónde vamos a sacar hielo en medio de un cementerio? —preguntó Lukas con sarcasmo.
Sofía puso los ojos en blanco.—Obviamente, tenemos que salir de aquí primero, genio.
Miró hacia arriba. El agujero tenía unos dos metros de profundidad.
—Podríamos... gritar pidiendo ayuda —propuso Sofía.
—¿En serio? ¿Ese es tu gran plan? —Gruñó Lukas con una risa sarcástica—. ¿Quién nos va a escuchar los cadáveres?
Sofía lo miró con irritación.
—Al menos estoy intentando pensar en algo. ¿Cuál es tu brillante idea?
Lukas suspiró, tratando de calmarse. Miró a su alrededor, evaluando la situación.
—Bien, escucha. Si nos paramos uno encima del otro, tal vez podamos alcanzar el borde y salir.
Sofía alzó una ceja.
—¿Y quién se sube encima de quién?
—Yo te cargaré —dijo Lukas—. Eres más ligera y podrás trepar mejor.
—¿Estás seguro? Tu mano...
—Estaré bien —la interrumpió—. Vamos, no tenemos toda la noche.
Sofía asintió y se acercó a él. Lukas se agachó y entrelazó sus manos a pesar de dolor, para formar un escalón.
—A la cuenta de tres —dijo—. Uno... dos... ¡Tres!
Con un gruñido de esfuerzo, ella subió, pero dos cosas pasaron al mismo tiempo, ante el contacto de Sofía con la tierra la sensación fue tan desagradable que pegó un grito y la mano de Lukas cedió con un crujido, pegando un grito de dolor.
El grito de Sofía resonó entre las paredes de tierra mientras Lukas caía hacia atrás con un gemido ahogado. Aterrizó con un golpe sordo, soltando un torrente de maldiciones.
—¡Maldita sea, Sofía! —exclamó, agarrándose la muñeca con la mano no lesionada. —¡¿Qué demonios te pasa ahora?!
Sofía estaba paralizada, con los ojos abiertos de par en par y las manos en el suelo. La sensación de la tierra bajo sus manos la invadía con una intensidad repentina y abrumadora.
—No puedo... —murmuró, su voz temblorosa. —No puedo... No soporto... la tierra.
Lukas la miró con incredulidad, olvidando su propio dolor por un momento.
—¿En serio? —preguntó, su tono lleno de sarcasmo y sorpresa. —¡¿Ahora te das cuenta?! ¡Estamos en medio de un cementerio, Sofía!
Ella cerró los ojos, intentando controlar el temblor en sus manos. Lukas se puso de pie con dificultad, aún sosteniendo su muñeca herida.
—Está bien, no te muevas. Vamos a buscar otra manera de salir de aquí —dijo, forzando calma en su voz.
En ese momento Sofía fijo la vista a un lado, y su mundo se detuvo por un segundo. Un gusano, grueso y viscoso, reposaba a su lado, amenazando con tocar su piel. Su corazón galopó frenético; el miedo la empapó.
—¡Ah! —gritó histérica sin contenerse, porque si a algo le temía Sofía más que a la tierra era a los gusanos.
Lukas, que había estado examinando la pared del sepulcro, giró hacia ella.
—¡¿Qué?!
Pero antes de que pudiera terminar, Sofía ya estaba en acción. Subió sobre él como si fuera una montaña humana, presionando sus hombros con sus pies con una fuerza desesperada.
—¡Sofía, espera! —exclamó Lukas, tratando de detenerla, pero era demasiado tarde.
Ella no escuchó, concentrada solo en escapar. Y en miedo que se agitaba en ella con fiereza.
Sus manos encontraron agarre en la tierra suelta, sus pies patearon con determinación. Y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró fuera del hoyo, respirando aire fresco.
—¡Qué asco! ¡Qué asco! —repetía como un mantra, sacudiéndose la tierra, mientras corría, alejándose del terror subterráneo.
—¡Eh, Miss Perfecta! No te vayas sin mí —la voz de Lukas resonó desde el fondo.
Pero ella no lo escuchó, salió como alma que lleva el diablo sin mirar atrás del susto que tenía.
Un pedazo de tela se enganchó en su falda. Era una cinta fúnebre, pero ni cuenta se dio.
Salió al exterior del cementerio con la respiración agitada, mientras la cinta se mecía con las palabras "Como recuerdo de todas las noches que pasamos juntos" Los muchachos de la cuadra.
Sofía corrió sin parar hasta llegar a la calle principal, donde finalmente se detuvo, jadeando. Su corazón latía desbocado y sus manos temblaban, aun sintiendo el cosquilleo del asco recorriendo su cuerpo.
Lukas maldijo en voz baja mientras intentaba trepar por las paredes de tierra. Su mano lesionada le dificultaba el ascenso, pero la frustración y el enojo le daban fuerzas."Maldita Sofía", pensó con la indignación corriendo por sus venas.—Me deja aquí tirado como si nada.Hizo varios intentos fallidos para salir del agujero, pero el dolor era demasiado intenso y la mano se le inflamaba cada vez más, tanto como crecía la indignación que tenía.—¡Sofía! —gritó, pero solo el silencio del cementerio le respondió—, juro que voy a retorcerle el cuello a esa condenada ¡Es una loca de atar!Entretanto, Sofía seguía caminando por la calle, casi encogida en sí misma, su estómago revuelto, la tierra le causaba demasiada repugnancia, los vellos de su piel se erizaron, esa sensación le incomodaba. Era esa textura tan desagradable que hacía que su corazón latiera más de prisa.La gente la miraba mientras no paraba de reírse y ella no podía entender las razones para que actuaran así.Trató de calm
Cuando Lukas llegó a casa, era más de la medianoche, no pudo evitar una sonrisa maliciosa en sus labios. Se dirigió a su habitación, caminó directamente al baño.—Perfecto —murmuró al ver la ropa tirada de Sofía en el cesto de basur4.Recogió las prendas, sonriendo al ver la cinta en la falda, seguramente se le había pegado de alguna tumba.—Así que te tengo y mientras más maldades le haga, más infeliz será y esa será mi venganza —pensó. Sacó su teléfono y comenzó a tomar fotos. El flash iluminó la ropa sucia.Satisfecho, se acostó a dormir.A la mañana siguiente, Lukas se levantó temprano, luego de ducharse, bajó a desayunar, se sentó en el comedor familiar, empezó a manipular el teléfono mientras soltaba una carcajada.—¿Qué te pasa hijo? —le preguntó Danilo.—Estoy viendo un video viral comiquísimo ¿Lo vieron? —preguntó casualmente, ellos negaron con la cabeza.—¿De qué se trata? —inquirió con curiosidad su padre.—Se trata de una chica paseando por la noche, con una cinta en las
Lukas no se movió. Podía sentir el corazón de Sofía latiendo aceleradamente contra su pecho. Sus ojos recorrieron su rostro, deteniéndose en sus labios entreabiertos.—¿Por qué lo hiciste, Lukas? —preguntó Sofía, su voz apenas audible—. ¿Tanto me odias?—Yo no hice nada… yo no te grabé… ¿cómo podía hacerlo si estaba en el hueco donde me dejaste? —susurró muy cerca de ella. Se moría por besarla, tomar esos voluptuosos labios y chuparlos hasta que estuvieran hinchados y rojos productos de la pasión.Ella lo miró con incredulidad, pero en sus ojos, él vio algo más: duda. Así que él se atrevió a acercarse más, su aliento mezclándose con el de ella.—¿De verdad no tienes nada que ver con eso? —susurró Sofía.Lukas se mantuvo en silencio, sus miradas enredándose en una danza cargada de tensión y atracción. No podía negar que siempre había sentido algo por su hermanastra, pero jamás pensó que algún día estaría así, con ella debajo de él, sus cuerpos lo suficientemente cerca como para senti
La mañana siguiente amaneció gris y lluviosa, como si el clima reflejara el estado de ánimo en la casa. Sofía bajó las escaleras con paso lento, su rostro una máscara de indiferencia.Al entrar en el comedor, vio a Lukas ya sentado, su mirada fija en el plato frente a él. Cuando Sofía entró, levantó la vista por un momento, sus ojos se encontraron brevemente antes de que ambos apartaran la mirada, con un poco de nerviosismo.—Buenos días —saludó Sofía secamente.Los demás respondieron con murmullos apagados, se sentó lo más lejos posible de Lukas, temía como podía reaccionar.—Buenos días, Miss Perfecta —respondió con sarcasmo.El silencio se instaló entre ellos, pesado e incómodo. Danilo intervino con seriedad.—Chicos, el abogado llegará en una hora para leer el testamento —anunció Danilo, rompiendo el tenso silencio—. Espero que puedan comportarse civilizadamente durante la reunión.Lukas resopló.—Por mí no hay problema, siempre y cuando Miss Perfecta sepa mantener la boca cerrad
—Esto va a ser un desastre —murmuró Sofía mientras estaba en su habitación.Sacó su maleta y comenzó a llenarla con precisión. Cada prenda doblada a la perfección. Sus ojos miel se detuvieron en el peluche en la esquina. Lo tomó con cuidado.—Mi osito bandido —, susurró, abrazándolo con una sonrisa.Recordó cuando su padrastro se lo regaló al cumplir sus diez años, antes de casarse con su madre, y desde ese momento se había convertido en su inseparable compañero, aun de adulta dormía con él. Sus pensamientos volaron a Lukas. Esa sonrisa arrogante. Esos ojos azules, burlones.—Tengo que buscar la manera de que huya de la casa, de que renuncie, para yo quedarme con ella. Así que prepárate, Lukas Martinelli —murmuró. —Porque no tienes idea de con quién vas a lidiar. Sofía frunció el ceño, terminó de guardar su ropa en la maleta, y algunas otras cosas que tenía en su habitación, dentro de eso su peluche. Una vez listo, cerró la maleta.Miró el reloj, ansiosa por llegar a la mansión y q
Ninguno de los dos quiso ceder, así que al final terminaron entrando los dos a la habitación, porque ninguno quería ceder. —Entonces, como no te quieres ir, tú duermes en el suelo, y yo en la cama —sentenció Sofía con firmeza, pero Lukas no estaba de acuerdo y se sonrió burlesco.—¡Ni lo sueñes que dormiré en el suelo! Habrá que dividir la cama también —dijo Lukas con la firme intención de provocar más el enojo de la chica.—¿Qué sugieres? ¿Buscar un serrucho o una motosierra para dividirlo? —inquirió con sarcasmo.Lukas soltó una carcajada ante el comentario sarcástico de Sofía.—No seas ridícula —dijo, rodando los ojos. —Me refiero a que cada uno tome un lado de la cama. Es lo suficientemente grande.Sofía lo miró con incredulidad. —¡¿Estás loco?! No pienso dormir en la misma cama que tú.—Pues entonces duerme en el suelo —, respondió Lukas encogiéndose de hombros. —Yo me quedo con la cama.Se dirigió hacia la enorme cama king size y se dejó caer en ella, estirándose cómodamente.
—Yo... —balbuceó Sofía, retrocedió, sintiendo el calor subir a sus mejillas. Sus ojos traicioneros recorrieron el cuerpo de Lukas antes de que pudiera evitarlo.Lukas se acercó más, acorralándola. El agua goteaba de su cabello, deslizándose por su pecho desnudo. Sofía tragó saliva, incapaz de apartar la mirada.Una sonrisa arrogante se dibujó en sus labios.—Admítelo, Sofía —susurró Lukas, su voz ronca—. Me estabas espiando.—No... yo no... —intentó negar ella, pero las palabras se atoraron en su garganta.Lukas se inclinó, sus labios rozando la oreja de Sofía.—¿Te gusta lo que ves, Miss Perfecta? —murmuró, su voz ronca enviando escalofríos por la espalda de Sofía.Ella tragó saliva, tratando de recuperar la compostura.—Por supuesto que no —mintió, su voz temblorosa tratando de disimular tu turbación—, mejores cuerpos he visto.Armándose de valor, se levantó de donde había caído y salió corriendo de allí, sin poder quitarse la imagen del hombre de su cabeza. Su corazón latió desboc
Sofía corrió por el pasillo, aún riendo, mientras escuchaba los gritos furiosos de Lukas desde el baño. Se encerró en otra de las habitaciones de la casa, apoyándose contra la puerta y tratando de contener su risa.—¡Sofía! ¡Abre la puerta ahora mismo! —La voz de Lukas resonó desde el otro lado, acompañada de golpes fuertes.—¡Ni lo sueñes! —respondió ella, sin poder contener una sonrisa triunfante.—¡Esto no se va a quedar así! ¡Me las vas a pagar! —amenazó Lukas—. No sabes lo que hiciste Sofía.Ella se carcajeó y él pudo escuchar su burla a través de la puerta.—Dale, te estaré esperando, puedo defenderme muy bien… parece que te olvidaste que soy la madre de las venganzas —expresó sin temor alguno.—¡Eso lo veremos Sofía, no me acuses luego de ser un patán! Porque tú no te estás comportando como una dama —replicó Lukas.Ella no le respondió, pero decidió quedarse durmiendo en esa habitación, porque él era capaz de cortarle el cabello por venganza. Así que temiendo sus represalias,